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javierdelgado

EL MAQUETADOR TENÍA RAZÓN. MALA COSA CULPAR A OTRO DE LOS PROPIOS FALLOS. ¡Y A MENUDO SUCEDE!

EL MAQUETADOR TENÍA RAZÓN. MALA COSA CULPAR A OTRO DE LOS PROPIOS FALLOS. ¡Y A MENUDO SUCEDE!

 ¿Tuvo Goncharov algún lío con el maquetador? ¡Pero lío lío! No me refiero a lo que cuento aquí de un error del que no ha tenido la culpa el maquetador de la Guía del Jardín Botánico...

Hoy ha sucedido lo que nunca debe suceder y sin embargo es raro que no suceda: ante un notable de maquetación, el autor se apresura a culpar al maquetador, incluso cuando le concede el beneficio de la duda. En el fondo, el autor cree haber dado bien el original y no entiende cómo se ha podido transformar en ese engendro. ¡Y alguien tiene que tener la culpa! ¡Y ese alguien seguramente es el maquetador! ¿Acaso no sé yo muy requetebién lo que me llevo entre manos? ¿Acaso no he trabajado durane horas sobre el mismo plano, perfenccionándolo y mimándolo hasta el agotamiento y la exasperación? ¡Así que seguramente (un seguramente muy seguro aquí dentro, acusando al otro) la culpa es del maquetador, que no está metido hasta las cejas en este asunto como yo y le va mucho menos en el libro, etc.

Así que ha ocurrido: ¡toda la lista de plantas ordenadas por su número en el plano está mal!¡¡Y esa lista es el único instrumento que orientará en la búsqueda de cada especie en el Jardín Botánico...!! ¡¡¡Un desastre morrocotudo!!!

El sabio y tranquilo maquetador, sin cerrar la puerta a un posible fallo suyo contesta que no ha hecho sino llevar al plano la lista que se le envió, tal cual. ¿Cómo y por qué la iba él a cambiar? Él maqueta según materiales que yo le suministro. El fallo en el email en que iba esa lista equivocada...

Uno se resiste, ¿saben? Se resiste a creer que envió mal una lista en la que estuvo trabajando durante todo un fin de semana, visita al Jardín incluida. Así que vuelve corriendo a casa, enciende el ordenador, busca el email enviado...¡Y allí está, maldito como un carbón al rojo, la evidencia de su propio error! ¡¡Envió un engendro de lista!! ¿Y cómo pudo ser?

Cómo pudo ser, lo cierto es que no lo sé. Pienso en ese trabajo de horas, muchas horas seguidas, del agotamiento y la exasperación de que hablaba más arribba (porque hacer listas coincidentes con úna serie numérica inscrita en un plano es un trabajo mortal de necesidad...al menos para este servidor). Hay radica todo: Mi cabeza, en el momento de enviar el email no debía de estar muy lúcida que digamos... Ahí está la evidencia, brillando en la pantalla del ordenador.

Envío email de disculpa: el error fue mío, le he hecho perder bastante tiempo al maquetador, tendrá que volver a ponerse al asunto, tengo que enviarle una lista realmente comprobada del principio al fin.

¿Da vergüenza? Más bien desespera y apena. Desespera por uno mismo (que siente su debilidad y además afronta de nuevo la tarea con cierto temor...). Apena por el sujeto paciente del error (al que se hizo pasar unos momentos tensos sin razón y que tendrá que ponerse de nuevo ante un trabajo que ya no le hará tanta gracia...).

Pero la cosa está clara: La culpa no era del maquetador. Sergio Naya puede estar tranquilo (creo que ya lo etaba mientras me escuchaba protestar por el fallo). Y en su honor, en el de tantos y tantos maquetadores que han de soportar protestas no siempre fundadas, cuento aquí esta historieta. Que también es una forma de pedirle perdón.

¿Ven en qué se convierte la vida del escritor durante unas semanas? No negaré que es divertido, apasionante, etc. Todo lo que ustedes quieran y yo mismo sé. ¡Pero el asunto de las listas y los números... Y que cas cada cosa en su sitio... Y que no falte nada, y tal y cual...

Relajarse y volver a empezar.

Y la próxima vez cerciorarse de dónde provino el fallo antes de protestar...

3 comentarios

dyugzaxsuh -

no me gusta il divo

javier delgado echeverria -

Estimado ¿desconocido? Balbino: Me alegra tu recuerdo de aquella presentación literaria. Era mi primer libro de narraciones... ¡Gracias por este buen momento de evocación! Un cordial saludo.

Balbino -

Una sencilla mesa, dos caballetes y una tabla, en el escenario del Teatro del Mercado. Era la presentación de 'Érase una vez una niña', en los tiempos en que García Calvo recitaba el Miser Catulle a petición del público. No he vuelto desde entonces a pisar Zaragoza, pero me encontré este blog en la red y me acordé de aquello. Sólo una corrección: no se trata de solidaridad; es buena educación, lo único que nos puede salvar. Un saludo.