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javierdelgado

EMILIO LACAMBRA EN "EL BRUMARIO DE EMILIO" DE JORGE CORTÉS

EMILIO LACAMBRA

 

Artículo publicado en "Artes & Letras" de Heraldo de Aragón el jueves 30 de abril de 2009

 

Hace unos años publicó Jorge Cortés una notable novela, ‘La savia de la literesa’ (Prames, 2003), en la que ahondaba en la historia del maquis aragonés. Escribí entonces animando a su lectura, como ahora lo hago sobre esta nueva novela suya, ‘El Brumario de Emilio’ (Mira, 2009). Se trata de otra seria incursión del autor en los terrenos de nuestra memoria colectiva, en esta ocasión a través de la mirada de un hombre de interesante biografía, Emilio Lacambra, que desvela la intrahistoria del restaurante (mucho más que un restaurante) Casa Emilio y las aventuras y desventuras del grupo humano en el que Emilio ha interiorizado su experiencia más personal, al mismo tiempo que ha desarrollado su empatía universal con todos los desheredados de la Tierra.  El barrio del Portillo, la familia, la destartalada Zaragoza de posguerra, el colegio de los Escolapios, la génesis generacional de la pandilla, la pronta entrada en la historia cultural zaragozana mediante la práctica de una pasión ya nunca extinta, el teatro, el inmediato choque con la rancia ciudadanía oficial de los sesenta, el compromiso político en las filas clandestinas del Partido Comunista. Emilio, a quien siempre ha importado mucho más la lealtad a los afectos que la quisquillosidad doctrinaria, se transforma en esta novela en testigo y relator de biografías y acontecimientos que van adensando la personalidad contemporánea de nuestra ciudad, verdadera protagonista del relato. Jorge Cortés ha conseguido hilar delicadamente un texto evocador en el que los detalles menudos revelan las interioridades de quienes aparecen y desaparecen al otro lado del ojo escrutador de un hombre que nos explica con emocionante sencillez la complicada maquinaria mediante la que una persona se hace, si se lo propone, una buena persona.

1 comentario

Herman_Zgz -

Si hay algo de Emilio que me sorprendió ya desde su/mi tierna infancia en esculapios es que tenía 12 años y ya sabía hacerse los huevos fritos. Creo que esto le marcó a él y a los que pasábamos por su lado, menos al Buesa