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FACHADAS CON ADORNOS VEGETALES. FÉLIX NAVARRO. ZARAGOZA

FACHADAS CON ADORNOS VEGETALES. FÉLIX NAVARRO. ZARAGOZA

LOS JARDINES MUDOS DE FÉLIX NAVARRO
 Un paseo por la flora de sus fachadas

                JAVIER DELGADO


El estupendo libro de Jesús Martínez Verón: Arquitectura aragonesa 1885-1920  aporta, entre otras muchas buenas cosas, un catálogo de las obras de los arquitectos en él estudiados. Aprovechando la lista de obras construidas en Zaragoza por Félix Navarro hemos querido acercarnos a esos edificios a observar la decoración de sus fachadas: un paseo en el que los ojos pudieran disfrutar de las figuras que adornan sus paredes y la madera o la rejería de puertas, aleros, balcones y miradores. Nos interesaban especialmente las figuras inspiradas en el mundo vegetal, a la búsqueda de un síntoma o rastro del diálogo entre la arquitectura urbana y la naturaleza en ese umbral de la modernidad al que Martínez Verón alude al tratar la estética constructiva de aquellas fechas a caballo entre los siglos XIX y XX.

Las viviendas que él da como aún existentes (de los 197 proyectos que realizó entre 1885 y 1911) son:

1885: San Miguel 37, San Lorenzo 38
1886: San Miguel 18, Rincón 8
1888: Boggiero 85
1889: Casta Álvarez 102
1890: Bilbao 7
1891: Rincón 6, César Augusto 48, San Miguel 48
1896: Ballestar 3
1897: Manifestación 25, Predicadores 15, Predicadores 72
1899: Armas 42
1900: San Agustín 5
1901: Albareda 7, Pza. Santo Domingo 10
1902: San Blas 104, San Blas 91, Cádiz 3, Manifestación 20
1903: Castrillo 2, Sagasta 6, Mártires 10, Armas 93, Armas 80,
         Sagasta 17
1904: Boggiero 41, Las Armas 47, Predicadores 67
1905: Agustín 31, Cap. Portolés 12, San Miguel 25, San Pablo 91, Torre 17,
          Boggiero 108, Manuela Sancho 18, César Augusto, 52, Pza. San Carlos
          2, San Pablo 90, Casta Álvarez 102, Mariano Gracia 19
1906: San Pablo 91
1907: Cádiz 8,
1908: Don Juan I de Aragón 1
1909: Casta Álvarez 87, Predicadores 78, Estudios 12-14
1910: Casta Álvarez 19, Olmo 3, Jusepe Martínez 12
1911: San Pablo 104

En total, 54 viviendas. Ponemos en cursiva las que han desaparecido recientemente (4), subrayadas las que no presentan adorno (11) y en negrita las especialmente adornadas (7). Por supuesto, nos referimos al estado en el que podemos ver hoy día y sin entrar en consideraciones sobre los cambios que deterioros o restauraciones hayan podido introducir en ellas.

La mayoría de las fachadas de viviendas especialmente adornadas (que aún existen) fueron construidas en un breve lapso de tiempo: entre los años 1902 a 1905. Un lapso sólo un poco más amplio abarca la época en la que Félix Navarro realizó sus más importantes construcciones en Zaragoza: 1901, Palacio de Larrinaga; 1903, Mercado Central, y Clínica Lozano; 1907: Escuela de Artes y Oficios. Estos edificios no los incluimos en este paseo por fachadas porque presentan unas características arquitectónicas claramente distintas, pero constatamos inmediatamente que si en ellos y en los panteones que Navarro construyó en el Cementerio de Torrero el adorno de motivo vegetal tiene un claro cometido simbólico cuyo mensaje resulta reconocible e interpretable (vinculado a la medicina, al comercio, al mar, al amor y a la muerte) estas fachadas de viviendas permanecen mudas ante nuestros ojos con su regalo de belleza impenetrable.

No es que las flores y las hojas (y unos pocos frutos) presentes en estas fachadas no hayan adquirido un valor simbólico a lo largo de la historia, sino que su presencia en ellas no parece tener una intencionalidad de ese tipo más allá de las referencias generales de una u otra planta en el imaginario colectivo (la rosa y el amor, el lirio y la pasión, la margarita y la sencillez, el tulipán y la exótica belleza, el girasol y la energía de la luz solar, etc.).  Es prácticamente imposible que se decidiera su presencia sin percibir esa rápida asimilación de ideas. Pero es aventurado adjudicarle un sentido preciso a la presencia del imponente cardo de Casta Álvarez 87, las hojas de vid de Predicadores 72 o las de higuera de San Carlos 2, los girasoles de Predicadores 15, los tréboles del mirador de San Miguel 25 o de la puerta de Plaza de Santo Domingo 10, los tulipanes de Sagasta 17, las perfectas rosas que acompañan a las cabezas femeninas de Sagasta 17, las guirnaldas fruto-florales que acompañan a las de San Miguel 48 o a la dualidad rosas/lirios con las que se embellecen las de San Miguel 25.

Esta presencia floral, por otra parte, ha de ser en muchas ocasiones deducida, completada con nuestros propios ojos, pues las formas de muchas de las figuras sólo tiene cierto parentesco con las de las plantas a las que creemos pueden representar, como las rosas de San Pablo 91 y Olmo 3, los lirios tallados en la puerta de Sagasta 17, esos tulipanes que creemos ver en los balcones principales de Cádiz 3, las rosas del precioso mirador de manifestación 20. En otros casos parecen representarse plantas raramente conocidas o deseadas. Ciertamente, son tan infinitas las formas que la naturaleza produce que casi cualquier forma podría remitir a una planta presente en uno u otro confín del planeta, pero es preciso poner un tope sensato a las posibilidades de su copia artesanal en un lugar concreto y en una época concreta.

En muchas ocasiones los ojos del paseante sólo podrán reconocer un número determinado de pétalos en lo que parece el cáliz de una flor, como las cuadripétalas de San Pablo 90 o las siluetas de lo que semejan hojas de hiedra de San Miguel 25. Y sin embargo, ¡qué rotundamente limones son los limones del portal de Sagasta 17 y qué naturales rosas las rosas de su fachada! Tampoco la relación entre las formas de flores y hojas emparejadas en el adorno pueden adjudicarse claramente y a la vez a una misma especie botánica: en los balcones principales de esa misma casa vemos juntas flores como rosas silvestres y hojas impropias de esa planta. En algún caso el alejamiento entre las formas del adorno y las reales de la vegetación hace de él, más que adorno de inspiración vegetal, un mundo propio de formas inventadas como las imposibles flores de los balcones superiores de Cádiz 3, las siluetas vegetalizadas de los balcones principales de San Carlos 2 o la interesantísima forja de la puerta de Manifestación 20 en la que el artista-artesano ha huido del repertorio floral conocido y nos ofrece otro de su personal creación. La forja de la puerta de Jusepe Martínez 12 ofrece, sin embargo, un conjunto de rosas perfecta y preciosamente realizado.

Hay flores de cuatro pétalos (todas las de San Pablo 90, las de las cenefas inferiores de los balcones de Sagasta 17); de cinco (en casi todas: las más notables en forja las de manifestación 20, las más notables en bajorrelieve en Cádiz 3, las más notables en relieve en San Miguel 25); de seis (las más rotundas las esculpidas sobre la puerta Sagasta 17, las más discretas las de la cenefa inferior de los balcones de San Miguel 18); de seis inscritos en ocho (en la puerta de San Miguel 18); de ocho (hilera floral de los balcones de San Miguel 18, flor central tallada en el cristal del dintel de la puerta de Albareda 7, que emerge de un precioso jarrón, acompañada de lirios y tulipanes); las hay de ocho pétalos inscritos en otros ocho (en el dintel de forja de Manifestación 20, acompañadas, por cierto, de unas bellas hojas lanceoladas) y hasta de dieciocho pétalos (en relieves de la fachada Predicadores 67). Las hay, incluso, redondas, sencillamente circulares (en cenefa inferior de los balcones de Predicadores 72). Entre las sencillas pero verosímiles rosas de la galería de Cádiz 8 y las igualmente sencillas pero inverosímiles flores trilobuladas de Santo Domingo 10 hay toda una constelación de flores y formas florales que recrean la vista y promueven nuestra calmada observación.

Y si hablamos de hojas, también encontraremos una diversidad semejante a la que cunde en la naturaleza y, como en ella, coexistiendo a escasa distancia, como sucede, por ejemplo, en San Miguel 25: geométricas hojas de hiedra de las cenefas inferiores de los balcones, estilizadas hojas de castaño de Indias escondidas bajo la galería y carnosas hojas de acanto en los relieves de sus fachadas (y éstas conviven con grandes rosas de cinco pétalos). En su puerta encontraremos también hojas y figuras de difícil identificación, lo cual ocurrirá en muchos otros lugares de todos estos edificios. Un caso interesante es el de las hojas de hierro de la puerta de Predicadores 15: con hojas y tallos se consiguen figuras que semejan mariposas; lo que, por cierto, vuelve a ocurrir en lo alto del mirador de esta casa.

Cuando las formas de un adorno de motivo vegetal no identifican claramente la planta de la que se hubiese tomado modelo, lo más cómodo y fácil (y seguramente lo más sensato) es dar por bueno que no se quiso copiar las de ningún vegetal concreto. Siempre nos quedará, empero, la pregunta sobre el por qué de la elección de esa forma para su realización. ¿Se trata de la influencia no inmediata de ciertas formas vegetales, de la hegemonía formal de algunas formas naturales, basada en una especial capacidad constructiva?

 La flora de estas fachadas constituye un mundo visual de referencia vegetal pero transformado por las manos del artesano. En relieve, bajo relieve, esgrafiadas, talladas o forjadas, estas formas vegetales responden a búsquedas artísticas apegadas al taller artesano que debe suministrar cientos de elementos concretos para la construcción. Algunos de esos elementos habrán sido diseñados por un artista, habrán sido concebidos como parte de un conjunto coherente y tendrán un exacto destino en un edificio singular, pero otros muchos no . Y el papel del arquitecto en el diseño o la elección de estos adornos sigue sin estar claramente documentada, salvo para construcciones importantes muy concretas, por más que esté demostrada una especial vinculación entre arquitectos y talleres artesanos de hierro, vidrio y madera en la época en la que trabajó Félix Navarro (del que, con todo, no conocemos ningún dibujo dedicado al adorno de estas fachadas que comentamos).

Pero ahí están, ante nuestros ojos de paseantes, las formas vegetales que adornan sus fachadas. Nos detenemos ante ellas con curiosidad y en su observación encontramos placer. En primer lugar, porque nos permiten comprender mejor el diseño global de las fachadas: estos adornos están señalando o subrayando una decisión sobre la estructura del edificio y sobre el rango de sus componentes, de modo que la jerarquía de elementos aparezca claramente valorada al exterior: el adorno en piedra o estuco en las paredes del piso principal, por ejemplo, es más copioso y complejo, de mayor tamaño y más bellamente ejecutado que el del resto de los pisos del inmueble: así lo vemos en Sagasta 17, Cádiz 3 y San Miguel 25. La mayor o menor obra de forja en la rejería de los balcones establece también el rango de las viviendas a las que pertenecen, incluso el mayor o menor tamaño de un mismo motivo repetido en todos lo anuncia, como sucede con los tréboles de Juan I de Aragón 1.

Las trazas de galerías o miradores, sea en el centro de la fachada o en el chaflán, realzan la función de unas estancias especialmente valoradas por su amplitud y luminosidad, y también entre esas estancias según los pisos, ya sean de piedra y con comedido adorno de grandes palmetas de forja como las de San Miguel 48 (1891) o la de Cádiz 8 (1907), de hierro y de exuberantes formas como la de Manifestación 20 (1902), de hierro y escasamente adornada como la de San Miguel 25 (1905). La sola presencia de un único mirador en de Predicadores 15 (1897), con su modesta pero impactante flora de forja, singulariza y ennoblece la estancia principal del edificio de cuatro pisos.

También nos dicen algo estas figuras sobre el momento en el que se estaban construyendo estos edificios, aquella época en la que la influencia francesa en la jardinería española era abrumadora y en la que al poco de abrirse al público bellísimos espacios ajardinados hasta entonces de uso privado y aristocrático se creaban los grandes jardines y parques públicos de nuestras ciudades (aunque Zaragoza tuviera que esperar a 1927), época en la que cundía la moda (a raíz de la Exposición Internacional de Paris de 1878) de la mosaicultura, ese tipo de jardinería en el que se cuidan pequeños espacios con ridículas plantaciones, esas corbeilles de círculos y elipses, “bordados” y arabescos con boj u otras plantas recortadas que amparan empalagosas tartas vegetales. Aquélla época, en fin, de tranquilos retiros balnearios y masivas movilizaciones obreras en la que Barcelona lanzaba el modernismo desde su Exposición Internacional de 1888 y en la que Gaudí construía la maravilla del Park Güell donde, por cierto, creaba más de setenta y cinco variaciones artísticas de una flor de cinco pétalos. 

Pues estos balcones de las fachadas de Félix Navarro no son ajenos a lo que vieron los ojos de sus coetáneos, a sus costumbres y a sus gustos en una Zaragoza todavía semi rural en la que sólo en jardines privados como el de Juan Bruil podían contemplar algunos privilegiados la maravilla de la flora exótica. Esa Zaragoza aún tan cerrada en sí misma a la que volvía un Félix Navarro de sus continuos viajes por Europa y América. Estricto coetáneo de Édouard André (1840-1911) y cosmopolita como él, acaso encontraría formulados en su famoso e influyente tratado L’Art des jardins. Traité pour la composition de parcs et jardins los principios de composición y combinaciones simétricas para jardines que pueden observarse en el diseño de sus mejores balcones, los de Cádiz 3 y Sagasta 17. Si para André era preciso ser a la vez pintor, poeta, arquitecto y jardinero, algo semejante parecía pensar Félix Navarro sobre su profesión.

En los balcones principales de Cádiz 3 es donde encontramos una de las más exquisitas pruebas del interés del arquitecto por la obra de forja en las fachadas de sus edificios y en los que, excepcionalmente, se muestran figuras del mundo animal: las oscuras siluetas de las golondrinas de esos balcones conservan la imagen de una ciudad en la que en algún momento se intentó dignificar y poetizar el espacio público desde la iniciativa privada. Es también esta fachada en la que el adorno de motivo vegetal nos parece mejor realizado (las rosas esgrafiadas, especialmente las de los búcaros del segundo piso; las margaritas de los relieves laterales, con sus grandes hojas; las rosas en relieve del dintel de la puerta, con su curiosa disposición), un conjunto de adornos sabiamente distribuidos en un diseño general para el que hubo de emplearse tanta matemática como sensibilidad. Cádiz 3 y Sagasta 17 son dos fachadas ante las que merece la pena detenerse a disfrutar de la belleza del conjunto y de la sorpresa de algunos detalles (como los vistosos grupos de capullos de tulipán en forja y esas discretas aneas esgrafiadas en esta última).

Los miradores de hierro de Manifestación 20, San Miguel 25 y Predicadores 15 son también un motivo para un paseo. Ya comentamos más arriba sus distintos niveles de adorno. Nos atraerá muy especialmente la exuberante decoración vegetal del más llamativo de ellos, el de Manifestación 20, con esa traza ondulada de los tallos y la artificiosa naturalidad del diseño de flores y hojas de su rosaleda. ¿Pues qué son esas redondas formas de sobresalientes largos estambres que la coronan a cada piso como una cenefa de flores imposibles? Si son capullos de rosa no es ésa su forma y si son flores de arándano o de brezo no es ésa su natural su ubicación, pero es una licencia diríamos poética la que se tomó quien diseñó esta delicada maravilla.

Observando el adorno de estas fachadas se nos ocurre si se tuvo en cuenta la luz, la evolución de la iluminación solar a lo largo de la jornada, en el diseño de una ornamentación realizada para ser exhibida a plena luz. Lo cierto es que al paseante curioso le apetecerá volverlas a mirar y remirar a distintas horas del día. Si así lo hace, disfrutará de los distintos efectos que, según la luz que las ilumine, producen en el detalle de estas formas artísticas las líneas, los volúmenes y las sombras.

 

 

2 comentarios

carlos -

En la C/Ramon Pignatelli nº 65 construyó en 1910 un bonito edificio que se conserva restaurado.

carlos -

En 1910 en la C/Ramón Pignatelli nº 65 50004 de Zaragoza construyó un bonito edificio que actualmente se conserva rehabilitado, espero sea de su interés,salud.