DEPRESIÓN Y PRODUCCIÓN: EL MERCADO LABORAL Y LAS PERSONAS ENFERMAS DE DEPRESIÓN
A las personas enfermas de depresión se le facilita o se le impone la exclusión del mercado laboral, se le aleja del puesto de trabajo. Indudablemente, la medida atiende en primer lugar a la persona enferma en cuestión, proporcionándole una forma de vida en la que no tenga que enfrentarse a muchos o buena parte de los problemas que o bien nacieron en ese mercado de trabajo o a los que tendría que enfrentarse (sin fuerzas para ello) una vez caído enfermo.
Desde el punto de vista de la persona enferma, la baja, la larga baja posterior, la declaración de incapacidad laboral, la jubilación, etc., son medidas que apoyan la terapéutica (tratamiento y medicación – y otras medidas a su alcance, como los electro-shocks, etc.), facilitándole la vida cotidiana, las condiciones en las que puede ir saliendo de su depresión.
Pero también hay un punto de vista del mercado de trabajo: el alejamiento del personas enfermas de depresión de su puesto de trabajo responde también a una medida “sanitaria” respecto al propio puesto de trabajo; es decir, trata de alejar de un puesto de trabajo a quien lo desempeñaría desde su condición de personas enfermas de depresión. A ello hay que añadir los efectos de tal alejamiento de la persona enferma respecto de sus compañer@s de trabajo.
Este alejamiento de la persona enferma (breve, largo, intermitente, continuo, indefinido, para siempre…) también tiene un efecto en la “salud” del resto de trabajador@s. Entre otros, y no el menos importante, su aislamiento de focos de desmotivación laboral. Las personas enfermas de depresión actúan en su lugar de trabajo y desde su puesto de trabajo como un desactivador de las motivaciones usuales en el medio laboral: incentivos diversos que en su mayor parte no son sino recursos psicológicos mediante los que el sistema laboral se asegura de la lealtad de l@s trabajador@s a los fines perseguidos por la empresa y a la estructura jerárquica de esa empresa (sea privada o pública).
Los elementos “sanos” de la empresa perciben cotidianamente un “sueldo” en forma de motivaciones, cuyas formas pueden ser más o menos explícitas y, sobre todo, más o menos razonables o falaces o ilegítimas. La actitud de l@s jef@s hacia l@s trabajador@s a su mando es una de las fuentes de “gratificación” más importantes. Por ello es@s jef@s deben aprender a manejar los recursos psicológicos oportunos a fin de que su actividad repercuta positivamente en la productividad de sus subordinad@s.
Las personas enfermas de depresión, por la índole misma de su enfermedad, ponen radicalmente en cuestión el valor de tales gratificaciones y las bases de las motivaciones laborales. Su visión del mundo y de la vida desactiva de raíz cualquier estrategia psicológica destinada a conseguir una motivación laboral.
¿Hasta qué punto la enfermedad de la depresión atenta contra la esencia misma de la motivación laboral, la necesidad de la venta de la fuerza de trabajo en el mercado laboral? ¿Hasta qué punto la estructura empresarial necesita desprenderse de las personas enfermas de depresión para salvaguardar la “pax laboriosa”, el funcionamiento de algunos de los más importantes engranajes de la explotación? ¿Hasta qué punto el sistema sanitario estatal comparte con el empresariado unos mismos objetivos? El gasto destinado a mantener inactivos a las personas enfermas de depresión puede ser alcanzar un montante siempre aceptable comparado con los daños que de la cotidiana inserción en sus puestos de trabajo se derivarían. Habría que evitar la “infección”, el contagio.
El mercado laboral del capitalismo genera - entre quienes ya están integrados en él y entre quienes no consiguen integrarse en él - toda una serie de enfermedades, entre las que la depresión es una de las más difundidas. Podría decirse que todas las personas antes, en y después de integrarse a un puesto de trabajo sufren episodios de depresión de mayor o menor intensidad y duración. Montreal, Canadá. Las "fuertes tensiones" laborales, como el estrés, aumentan las posibilidades de depresión, reveló hoy una encuesta de Estadísticas Canadá sobre la salud de los canadienses en el 2002. Indicó que un millón 300 mil adultos sufrieron un "episodio depresivo" en el año anterior a la encuesta del 2002, y de ese total el 70 por ciento tenían un trabajo.
Presentarse al mercado de trabajo, vivir la inserción en el mercado de trabajo y salir del mercado de trabajo (incluso en los casos mayoritarios de salida por jubilación) genera episodios depresivos en la mayoría de la población.
Según la Comisión Europea, el estrés relacionado con el trabajo y los problemas mentales que implica cuestan a la UE 20.000 millones de euros anuales. Además, apunta que entre el 50% y el 60% de las jornadas laborales perdidas están relacionadas con este trastorno.
¿Qué tiene el mercado de trabajo que favorece contraer la enfermedad de la depresión? ¿Qué resortes hay en la psicología de las personas que responden con la depresión a los problemas del mercado de trabajo? Y por otra parte, ¿no hay salud fuera del ámbito del mercado de trabajo?
Los textos clásicos sobre “el derecho a la pereza”, etc., trataron la cuestión del trabajo en su relación con la felicidad humana desde puntos de vista muy diversos. Pero el núcleo duro del asunto, la génesis de la depresión en el mercado laboral, no ha sido tratado generalmente sino desde el punto de vista del sistema empresarial (estudios sobre su impacto y su tratamiento), en la dirección que señalan las flechas deseablemente siempre ascendentes de la productividad.
No conozco estudios de la depresión desde el punto de vista de la conciencia social de l@s trabajador@s.
Todo lo que no sea tendente a la exclusión temporal o definitiva del mercado de trabajo de las personas enfermas de depresión es silencio.
Otro día seguimos con esto…
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