ANTÓN CASTRO SOBRE AVISO DE HUELGA DE HAMBRE DE JAVIER DELGADO EN DEFENSA DEL PARQUE GRANDE DE ZARAGOZA
ANTON CASTRO SOBRE JAVIER DELGADO Y EL PARQUE GRANDE CON MOTIVO DE SU AMENAZA DE HACER HUELGA DE HAMBRE SI EL AYUNTAMIENTO SEGUÍA EN LA IDEA DE TRASLADAR AL PARQUE EL MERCADILLO AMBULANTE. ENERO 2006
Javier Delgado ama el Parque Grande casi como a sí mismo. Lo ha estudiado, lo ha recorrido, ha hecho inventarios de sus monumentos, de su flora, de los pasos y las huellas del viento en la floresta cuando se avecina la noche. Javier Delgado es un poeta en desbandada: en íntima retirada a sus jardines cercanos. Y es también un apasionado hombre de gestos. Se opone a que el Rastro se instale en el Parque Grande, que debía ser el ombligo alegre, el oxígeno más cordial y puro de la ciudad, el refugio de lo cotidiano y lo sublime de nuestro existir. Si pienso un momento en mi vida en Zaragoza, el Parque Grande ocupa muchos días, muchas horas. Fue lugar de citas, de paseos, de huidas, de algunos placeres. He hecho unos cientos de kilómetros a su alrededor, he jugado al fútbol con mis hijos, los he enseñado a montar en bicicleta, he paseado bajo las magnolias, he soñado una y mil veces en el Jardín de Invierno o en el Paseo de los Bearneses, he escuchado a cantantes que veneraba: Camarón, Lluis Llach, Paco Ibáñez, Amancio Prada, hasta oí a Alberti y Nuria Espert, a Gwendal… Javier ha hecho correr un río de sms contra la pálida y perezosa decisión de Juan Alberto Belloch. Y ha amenazado con ponerse en huelga de hambre. Javier Delgado, que andaba abatido y que creía que toda su carrera de boxeador con ángel en la política y en la cultura ciudadana había servido de poco, ha encontrado un motivo, un pretexto, una razón: es la hora del combate de nuevo. Y él, con una fortaleza atrapada al vuelo, alza su voz en el cierzo en vísperas de Reyes. Como un personaje de Shakespeare.
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