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javierdelgado

CRÓNICA DE LA CHARLA SOBRE ARBOLADO URBANO DEL DISTRITO DE MIRALBUENO, QUE NO PUDO TENER LUGAR POR LAS RAZONES QUE SE VERÁN SI SE LEE DICHA CRÓNICA MÁS ABAJO

CRÓNICA DE LA CHARLA SOBRE ARBOLADO URBANO DEL DISTRITO DE MIRALBUENO, QUE NO PUDO TENER LUGAR POR LAS RAZONES QUE SE VERÁN SI SE LEE DICHA CRÓNICA MÁS ABAJO

 En Miralbueno hay un buen arbolado  y zonas de interesante diseño.

CRONICA DE LA CHARLA SOBRE ARBOLADO URBANO EN EL DISTRITO DE MIRALBUENOLUNES 27 DE NOVIEMBRE DE 2006-11-27 

 El comienzo fue curioso: ¡en la Junta Municipal del distrito de Miralbueno no sabían los límites de su propio distrito!

Tampoco los sabía el propio concejal Presidente de tal Junta.

Saber los límites era necesario para poder hacer el plano del arbolado del distrito con el que presento mis charlas (una vez rotulado con colores y hechas en él todas las señales que me parece oportuno para la exposición). ¡Pero no los sabían!

  Hasta la creación de esa Junta Municipal de Miralbueno en la presente legislatura (hace casi cuatro años, que no son dos días) Miralbueno era tratado conjuntamente con Oliver y Valdefierro a efectos de tratamiento de su arbolado. ¿Cómo separar Miralbueno de esa unidad anterior sin saber sus límites? 

En Parques y Jardines hay profesionales fantásticos, pero no conozco ningún mago (por ahora). De todas formas, algo de magia debió de utilizar mi admirado amigo el biólogo arboricultor Luis Moreno puesto que a los pocos días tuve un plano del arbolado de Miralbueno. Puede que no fuera exacto, pero era algo más de lo que la propia Junta Municipal de Miralbueno era capaz de aportar.  

Así que ya pude rotular las calles principales, colorear los puntos con especies más raras y curiosas, señalar las cantidades de ejemplares aquí y allá, etc. 

La mañana del domingo 26 la pasé paseando con Ana (mi mujer, compañera en éstos y en tantos paseos) por Miralbueno. Lo que ví me gustó bastante: limpieza, diseño, espacios libres, luz, diseños originales, respeto al arbolado y en general a la vegetación, especies curiosas, contrastes estéticos… Hice fotos y tomé notas para la charla.  

En el tablón de anuncios del “Ayuntamiento” (como siguen llamando a la actual Junta de Distrito) había un cartel que citaba a las 19,30  (en vez de a las 19 h, que era la hora oficial) para la charla, además de una copia de la propuesta de las charlas, con su “guión”, etc. Nos enteramos de que las charlas tienen lugar en un local llamado “la ermita” por serlo antiguamente. Pero en el tablón de anuncios del centro cívico no había cartel sobre la charla. 

 El lunes por la mañana hablé con la responsable administrativa de la Junta de Distrito para preguntarle a qué hora daría la charla, si a las 19 o a las 19,30 como anunciaba su cartel. Comoquiera que habían enviado una carta a las asociaciones del distrito anunciándoles la charla, miró a qué hora pusieron en ella su comienzo: a las 19 h., así que quedamos en que acudiría a las 18,30 a la ermita para asegurarme de que todo estaba listo para darla.  

Esto también tuvo su pico de gracia, pues primeramente me aconsejaron que acudiese al centro cívico, junto a la Junta de Distrito, para encontrarme con los ordenanzas que me acompañarían a la ermita. Al preguntar si estaría preparado el local de la ermita (mesa, silla, micrófono, expositor para el plano… (como gato escaldado, ya lo pregunto todo antes de que sea demasiado tarde). Mi sorpresa fue escuchar un “se imagina que sí”. Pedí por favor que no se dejase nada a la imaginación sino que cuanto antes se avisara a los conserjes en cuestión y se asegurase su presencia en la ermita a la hora indicada con todo preparado… Así se me aseguró que se haría inmediatamente, lo cual me dejó mucho más tranquilo. 

 ¡Precisamente el día que salía la charla anunciada de forma más destacada que nunca en el Heraldo no quería que fracasáramos por fallos de intendencia! Así que a las seis de la tarde comencé mi viaje hacia Miralbueno, con mi cartera llena de papeles y mi plano del distrito (convenientemente rotulado) enrollado… ¿Qué tal se daría la tarde?

 La tarde, como era ya de esperar, se dio mal, muy mal.  

No había nadie esperándome cuando llegué al salón de actos “la ermita”, ni cartel que anunciara  ni puerta abierta. De modo que acudí al centro cívico, unas calles más allá, en el parque Francisco Lacasa, en la trasera de la Junta de Distrito. Allí, en el mostrador, un hombre se sorprendió de que hablase de una charla a las 19 horas.

 Él tenía un “cuadrante” en su carpeta en el que claramente habían escrito que la charla era a las 19,30 horas. Primera sorpresa, pues por la mañana se me aseguró que esa cuestión horaria quedaría aclarada. En cuanto al material que yo necesitaba, el hombre no sabía siquiera que necesitase algo. Al hablarle de micrófono pareció dudoso pero creía que sí había tal cosa. ¿Expositor para el plano? Nadie le había dicho nada.

Fuimos a un salón en el que un anciano nos facilitó amablemente un caballete de pintor, un trípode de madera. Pedí un listón o un panel para poder sujetar el plano. El amable anciano lo encontró rápidamente. Y el hombre del mostrador tomó el leve panel y me dejó a mí con el trípode en la mano mientras comenzó a andar a buen paso, sin volver la vista, hacia “la ermita”. Yo iba con mi cartera, el bolso, la máquina de fotos, el rollo del plano…y el trípode aquel, mientras el hombre del mostrador avanzaba a zancadas a cada vez más metros de distancia de mí.

Al poco se acercó un joven que cruzó dos palabras con el hombre del mostrador y comprendí que acudiría a “la ermita”, lo que aproveché para entregarle el trípode y pedirle por favor que lo llevara él, lo que hizo un poco más tarde en un coche. 

Ya en la ermita, el local estaba frío y oscuro. Tras afanosas búsquedas consiguieron iluminarlo. En cuanto al micro, hubo de ser el joven quien lo pusiera en funcionamiento mientras iba explicándole al hombre del mostrador cómo y por qué hacía lo que hacía en la mesa de sonido. Pregunté si había calefacción, y al escuchar que sí, pedí que la pusieran en marcha para caldear aquel local en el que fácilmente caben sentadas más de cien personas.

Se trata de una vieja ermita del barrio que, ya en estado ruinoso fue restaurada por el Ayuntamiento para darle usos culturales: tiene un pequeño escenario, iluminación teatral, sonorización, etc., y además está preparada para presentar exposiciones de pintura. Todo en el local es moderno, bello y agradable.

Al poco de poner la calefacción estaba caldeado el ambiente a veintiún grados, de modo que pasamos de las zamarras y de los jerseys para quedarnos prácticamente en mangas de camisa.  Y en mangas de camisa esperamos a un público que pasadas ya las siete y media no aparecía por ningún lado.

Asomó una señora que al ver el plano preguntó si era algo de urbanismo. Al explicarle que aquello iba de arbolado dijo la sorprendente frase: “si también hablará de los árboles que nos quitan cuando no nos enteramos”, a lo que no supe qué responder, y prometió volver más tarde.

Asomó un fotógrafo de la revista “Crónica”, publicación gratuita que refleja semanalmente las actividades diversas de los barrios. Se trataba de un joven muy atareado que no podía esperarse a que la charla comenzase, por lo que “actué” ante su cámara, señalando en plano uno, flash, dos, flash, tres, flash y cuatro, flash, con cara de estar dando mi charla ante un nutrido público expectante. El próximo viernes podrá vérseme en el siguiente número de “Crónica” como si tal cosa.  

Pasó más tiempo y entró un hombre de mi edad que dijo ser algo así como coordinador de actividades en los centros cívicos. Me conocía de vista. Yo no supe quién era pero parecía muy animoso y en concreto en ese momento muy sorprendido de lo que veía.

Sobre todo de lo que no veía, incluido el concejal presidente de la Junta Municipal del distrito, que había anunciado su presencia y su deseo de presentarme al público asistente. Tampoco acudió a “la ermita” ni un solo vocal de dicha Junta Municipal en representación del concejal, como había sucedido en otros distritos.  

Comentábamos el anuncio del acto destacado en Heraldo y las cuñas escuchadas por la mañana en varias emisoras publicitando la charla cuando entró la señora de antes, que se unió al pequeño grupo que formábamos el hombre del mostrador, el coordinador de actividades de centros cívicos y yo mismo, pues el joven que ayudó con el atril y el micrófono ya se había ido al centro cívico “por si alguien confundido había acudido allí…”.  

A la señora le interesaba saber por qué estaban como estaban los árboles del antiguo cuartel de San Lamberto, una zona del distrito que en mi plano aparecía vacía de todo arbolado, por lo que no había recibido información sobre el particular ni podía darle respuesta. La señora contó que en sus paseos por el barrio había visto esos árboles, “grandes y ya muy mayores”, en lo que definió como un “total abandono”.  

Entonces llegó una mujer más joven que se unió a la conversación: a su parecer son terrenos en los que el Ayuntamiento no cuida y debería hacerlo. Una vez más hube de manifestar mi desconocimiento del asunto. A la señora mayor le interesaba saber de qué iba la charla. Cuando estaban para dar las ocho nos preguntamos si habría charla o no la habría ya. Manifesté mi disgusto ante la idea de estar gastando tanto dinero en la caldera, la luz, etc., del local para dos vecinas (más el hombre del mostrador, que estaba dispuesto a “hacer de público” como lo había estado ya, con más ánimos, cuando el fotógrafo hizo sus fotos, pese a lo cual no saldrá en ninguna porque el joven fotógrafo no apartó su objetivo de mi persona y del plano). 

Así que decidimos que ahí acababa todo sin haber empezado nada.

Para entonces, al hilo de la conversación con las dos vecinas, yo ya le había dado a la señora mayor los folios de mi charla para que se entretuviera en casa y surgió la petición de la mujer más joven de tener ella también una copia, lo que sólo podría conseguirse haciendo una fotocopia en el centro cívico, concretamente en la fotocopiadora que maneja y, como se verá, defiende, el hombre del mostrador. 

 Pues no era posible, según él, hacer tal fotocopia (de siete hojas Dina4) en tal fotocopiadora: tenía órdenes de no hacer fotocopias para nadie que no fuera… (¡no comprendí lo que dijo, de lo sorprendido que estaba de su respuesta!).  ¿Ni siquiera para una persona de la asociación de vecinos del barrio, entendiéndolo como fotocopia hecha para esa asociación?, preguntó la mujer más joven. Ni siquiera.  

La mujer mayor entregó amabilísimamente los folios a la otra y quedaron en que al día siguiente se verían para tener ambas una copia. (Ellas, que hasta ese momento no se habían visto nunca, sí que supieron lo que era sensato hacer).  

Manifesté mi sorpresa y mi disgusto ante la negativa del hombre del mostrador y de la fotocopia, le di la mano para no tener que darle ni pedirle nada más en la vida y giré junto a las señoras mientras él volvía raudo a sus dominios. Enseguida llegó el autobús que tenía coger para volver a casa (es decir, a medio kilómetro de mi casa, pero eso ya era un gran avance), de forma que les di la mano efusivamente a las dos, que penaban “por lo que me había ocurrido”, y diciéndoles varias veces que no se preocuparan por mí subí al autobús, que acto seguido arrancó.  

No les extrañará que me bajara en una parada equivocada y que además al poco me diera cuenta de que había olvidado mi cartera con un mapa de mano y los folios sobre arbolado de Miralbueno en el asiento del autobús. Tardé unos tres cuartos de hora en conseguir saber que no había sido entregada por ningún conductor “todavía” y que podía llamar a la mañana siguiente por si había habido suerte: la serie de llamadas que me vi obligado a hacer (por indicación de quienes cogían cada teléfono al que llamaba por indicación del anterior que lo había cogido…) estuvo a punto de acabar con mis nervios. 

 Pero sobreviví. Y a la mañana siguiente disfruté de un largo viaje bajo la lluvia en un autobús de la línea 38 que lleva hasta cocheras, donde ya sabía, porque al fin alguien me contestó algo concreto y ese algo concreto era que sí, que mi cartera tamaño folio…había sido entregada por el conductor y estaba esperándome allí.  

Espero que los miembros de la Junta Municipal de Distrito de Miralbueno y el concejal Presidente sigan bien y con salud, lo mismo que las administrativas de esa Junta, sin sofocarse por nada, ni siquiera por lo que acabo de escribir sobre ellos si es que una insólita curiosidad les lleva a poner sus ojos en estas líneas.

Espero que al hombre del mostrador  le hagan un día la foto deseada “haciendo de público” o en cualquier otra misión y que al joven que llevó el atril y puso en orden el local le sea bien pagada su amabilidad y destreza. Espero que al coordinador de actividades en centros cívicos se le haya pasado la sorpresa de aquella tarde y consiga coordinar muchas actividades realmente realizadas después de programadas. 

 Espero, sobre todo, que las dos señoras que conocí tengan ambas a estas horas copia del guión de lo que hubiera sido mi charla de haber acudido alguna persona más a escucharla y que con motivo de entregarse una a otra las copias se hayan hecho amigas y disfruten más del barrio en el que viven y por el que se preocupan. 

 Por mi parte tengo muy claro que mi tarea está dirigida a la ciudadanía en general y que estos contratiempos nacidos en el seno de la burocracia en particular y de algún misterioso olvido no van a impedir siempre (a pesar de haberlo hecho en un distrito) que esa ciudadanía pueda tener acceso a una información sobre el arbolado urbano  con la que acaso puedan valorarlo y reivindicarlo con más elementos de juicio e instrumentos de participación. 

 Y a quien Dios se la dé, san Pedro se la bendiga.  

3 comentarios

javier delgado echeverria -

Estimada Rosa:
Muchas gracias por tu comentario y por tu información. Lamento absolutamente todo lo que ocurrió esa tarde en Miralbueno, incluida mi deficiente información. Ni la ciudadanía de Miralbueno en general, ni vosotras dos, ni yo mismo nos lo merecíamos. Todo empezó cuando en la Junta Municipal no supieron dar información sobre los límites del Distrito... Y acabó (al menos, por ahora) cuando el hombre del mostrador se negó a haceros la fotocopia de las siete hojas del guión de mi charla. Espero que esas hojas os sirvan para algo y ya sabes dónde localizarme si piensas que puedo hacer algo más útil por el arbolado de Miralbueno. Vosotras dos, con vuestro interés en el asunto y vuestra actitud solidaria la una con la otra, fuisteis la única señal de que no todo estaba perdido en Miralbueno. Gracias otra vez. Un cordial saludo.

rosa -

Hola.
Soy la joven, el 50% del aforo.
Has detallado minuciosamente lo que casi paso, digo casi, porque te dejaste algo.
la joven, yo, tambien te hice una pregunta que tu por no saber saliste por peteneras.
me refiero sobre el arbolado del canal, pero ¿para qué continuar si no te habian facilitado los terminos de Miralbueno? ¡ah si! si que los habias localizado al final.
pero claro, eran los del Miralbueno Urbano, faltaba el Miralbueno rural, que para los que no lo sepan es una gran extension que hay entre Valdefierro y Garrapinillos.
Me alegro que apreciaras los parques que hay, pero creo que tan importante es toda la biodiversidad que hay en la Miralbueno Rural, los caminos, acequias, canal, etc. que los que vivimos aqui disfrutamos e invitamos a los demas a que las disfruten con nosotros.
saludos.

Juan Mª -

En fin, dan ganas de decir muchas cosas y... ¡Vaya panda!
¿Cuales consideran estos señores que son sus obligaciones? Ya no estoy hablando de ponerle ganas a su trabajo, incluso pasión. Hablo de obligación estricta. ¿Se vuelve uno idiota cuando accede a determinados cargos-puestos o es condición previa? Que enigma...
Ánimo para la siguiente...