SAGASTA: UN RIOJANO MASÓN MUY INTERESANTE QUE DA NOMBRE A UN PASEO MUY BONITO DE ZARAGOZA
Sagasta: un masón riojano muy interesante y un paseo zaragozano muy bonito
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La vida de Sagasta tiene una vertiente socioeconómica y otra estrictamente personal. El capítulo económico es de compromisos y hasta de riesgos que incluyen la adquisición de medios periodísticos y de sanciones que le hacen pasar por malos momentos. «Pero a Sagasta le achacan que es un político oportunista y maniobrero, sin convicciones. Sin embargo -dice Ollero-, Sagasta, las tiene. Y no estoy de acuerdo. Él está mucho más convencido del bipartidismo que Cánovas y lo hace defendiendo la idea en el Parlamento 20 años antes de que se aplique». Y mientras Cánovas «templaba gaitas», aunque moviera los hilos para que triunfara la Restauración, Sagasta es la pieza útil que no se limita a pasar por allí como dicen algunos. «Sagasta defiende el bipartidismo mucho antes», asegura Ollero, y se anticipa «porque era muy listo».
Sagasta también entiende que un político tiene que tener en cuenta el desarrollo material, el de los políticos que tienen que pensar en el desarrollo de las libertades «pero, también, de los ferrocarriles, de las carreteras, de las infraestructuras » Y en eso también fue un adelantado. Como en los ferrocarriles, como hicieron los romanos con las carreteras, el político riojano lo hizo con el ferrocarril, vertebrando un país.
Y no es sólo un paternalismo caciquil y favorecedor de la tierra como han querido ver algunos más tarde («eso es algo que forma parte de la época»). El clientelismo al que le ofrece futuro y perspectivas, lo material y los intereses como correspondía entonces.
Sagasta, tiene tantas facetas que, según afirma Ollero, «no lo puedes poner en un esquema muy rígido porque se sale de todo». Masón, y jefe de la masonería, pero está muy cerca de las autoridades católicas («muy curioso»). Utilitarista con intención política en muchos casos, caballero del Santo Sepulcro de Jerusalén (y ahí sí que se aprecia un giro). Liberales y creyentes, sin contradicción entre lo público y lo personal.
Y de aquella faceta personal, un trabajo muy reciente le ha permitido conocer al autor del libro que «Sagasta tuvo una hija de la que no se conocía nada». Es curioso. No se sabe si era fuera del matrimonio. Se sabe, y lo corrobora, que era «un poco echao p'alante».
Su vida personal es muy curiosa y divertida. Dos hijos con Ángela Vidal estando ella casada con otro; posterior matrimonio cuando muere su marido militar. «Pero ahora resulta que el 26 de diciembre de 1874, tres días antes del pronunciamiento de Martínez Campos contra el Gobierno de Sagasta, muere una hija de año y medio de la que no se sabe nada». No está en el registro civil. Está censada en el domicilio. Pero, siendo la hija del presidente del Gobierno, es incomprensible. Un año más tarde, tiene otra hija a la que le llama también Esperanza. Y al revisar en el registro civil de Madrid hay una anotación de 1970 que dice que es hija de Sagasta y de madre desconocida. Por mandato judicial. Nada menos.
Sagasta también entiende que un político tiene que tener en cuenta el desarrollo material, el de los políticos que tienen que pensar en el desarrollo de las libertades «pero, también, de los ferrocarriles, de las carreteras, de las infraestructuras » Y en eso también fue un adelantado. Como en los ferrocarriles, como hicieron los romanos con las carreteras, el político riojano lo hizo con el ferrocarril, vertebrando un país.
Y no es sólo un paternalismo caciquil y favorecedor de la tierra como han querido ver algunos más tarde («eso es algo que forma parte de la época»). El clientelismo al que le ofrece futuro y perspectivas, lo material y los intereses como correspondía entonces.
Sagasta, tiene tantas facetas que, según afirma Ollero, «no lo puedes poner en un esquema muy rígido porque se sale de todo». Masón, y jefe de la masonería, pero está muy cerca de las autoridades católicas («muy curioso»). Utilitarista con intención política en muchos casos, caballero del Santo Sepulcro de Jerusalén (y ahí sí que se aprecia un giro). Liberales y creyentes, sin contradicción entre lo público y lo personal.
Y de aquella faceta personal, un trabajo muy reciente le ha permitido conocer al autor del libro que «Sagasta tuvo una hija de la que no se conocía nada». Es curioso. No se sabe si era fuera del matrimonio. Se sabe, y lo corrobora, que era «un poco echao p'alante».
Su vida personal es muy curiosa y divertida. Dos hijos con Ángela Vidal estando ella casada con otro; posterior matrimonio cuando muere su marido militar. «Pero ahora resulta que el 26 de diciembre de 1874, tres días antes del pronunciamiento de Martínez Campos contra el Gobierno de Sagasta, muere una hija de año y medio de la que no se sabe nada». No está en el registro civil. Está censada en el domicilio. Pero, siendo la hija del presidente del Gobierno, es incomprensible. Un año más tarde, tiene otra hija a la que le llama también Esperanza. Y al revisar en el registro civil de Madrid hay una anotación de 1970 que dice que es hija de Sagasta y de madre desconocida. Por mandato judicial. Nada menos.
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