ESTOY HECHO UN ESCARABAJO PELOTERO
Para quienes aún se interesen por los detalles de las vivencias de un enfermo de depresión, les diré que últimamente creo haber comprendido que mis actos son muy parecidos a los qe desarrolla el escarabajo pelotero, el "escarabajo sagrado" , o sea el Scaraboeus sacer sobre el que tan importantes páginas escribiera el gran sabio entomólogo J.H. Fabre en su muy recomendable "La vida de los insectos", obra fundamental e indispensable para la comprensión de gran parte de las raíces íntimas de los comportamientos humanos.
El escarabajo sagrado, Scaraboeus sacer, es, como él dice, el mayor y más célebre de nuestros escarabajos peloteros, aquel al que se veneraba en el antiguo Egipto considerándolo símbolo de la inmortalidad. Me importan más, a estos propósitos no sé si alegóricos, los detalles de su actuación que las elaboraciones culturales sustentadas más o menos en las características concretas del insecto.
Escribe Fabre: "La bola, enorme carga, es izada penosamente paso a paso, con mil precauciones, hasta una cierta altura, siempre a reculones. No se comprende qué mmilagro de estática pueda retenerla en la pendiente. Otra intentona de subida, seguida de nueva caída. Vuelta a subir por los pasos difíciles; pero esta vez en mejores condiciones[...]a bola cae rodando junto con el escarabajo pelotero. Pero éste, con infatigable obstinación, vuelve a empezar la subida. Diez veces, veinte veces intentará el infructuoso escalo...". Cuando Fabre explica el cómo y el porqué de la forma de pera de la pelota que finalmente crea el escarabajo sagrado creemos estar, y con razón, ante una tarea concienzuda y hermosa: la hembra es capaz de destrozar la pelota para sacar de ella los seres minúsculos que se comerían lo que ha de ser alimento de su larva. Y para ella crea ese dispositivo, ese tapón sin amasar para que se renueve el aire en la cámara y para que el huevo no recibba una presión destructora.
Si les contase ahora todo lo que hace una larva de escarabajo pelotero desde que sale del huevo que su madre introdujo en la pelota, convertida ya en cámara natal, se quedarían más que asombrados.
Pero lo que a mí me importa es resaltar que todo eso que hacen los escarabajos macho y hembra, lo que hará su larva, etc, no parece que tenga un plan trazado en ninguna consciente decisión por parte de ninguno de ellos. A lo mejor por eso funciona todo también en su vida.
Así que yo, por mi parte, creyendo comprender algo de lo que basa la supervivencia no sólo de un sujeto escarabajo sino de toda su especie, ese algo inconsciente y atávico que asegura su vida y la de su estirpe, me he propuesto (es un decir, porque ni siquiera es una decisión que recuerde haber adoptado) vivir día a día con la magnífica inconsciencia del escarabajo sagrado.
Y así, "con el pilóto automático" dedico mis afanes a tareas diversas, en general intelectuales, más que nada para no enterarme de que estoy viviendo mientras las realizo. No sé si me explico, pero si no queda claro ya lo intentaré más veces hasta expresarlo con total inteligibilidad.
Leo, estudio, subrayo, escribo, hablo, paseo, redacto listas o selecciono noticias porque tengo que hacer mi "pelota" y nada más: como ya dije algún día no sé si muy lejano, claro que me esfuerzo en hacer lo que hago lo mejor que sé, pues sin ese esfuerzo sería imposible mantener la cabeza totalmente olvidada de una pena tan grande que no me permitiría seguir vivo. Así de sencillo.
Hoy me he dado cuenta de que mi forma de vivir es la del escarabajo pelotero y que depende en gran medida de que viva como él mi supervivencia. Cualquier descuido (y esta confesión o desahogo no deja de ser un descuido, ya lo sé, y por eso me los permito cada día menos), cualquier descuido, cualquier "caer en la cuenta" puede ser fatal y mortal.
No sé si hay un Fabre que haya descrito en detalle los movimientos del enfermo de depresión y si lo hubiera, despues de lo que creo haber aprendido mejor no lo leyera. Trato de vivir sin vivir en mí, com dijo aquel santo varón pensando seguramente (¿o no?) en otra cosa. (La pregunta está puesta porque a vecs también creo darme cuenta de que deprimidos y místicos somos de una misma familia de enfermos).
Ya he dicho que este desahogo no lo debo alargar en exceso y por eso voy a dejarlo aquí. Pero quería, de verdad, o necesitaba esta tarde-noche del penúltimo día de enero contarles mi descubrimiento. A lo mejor porque así pudiera conseguir que ustedes u otr@s person@s más o menos cercanas permitan mi avance con la pelota sin pretender que les diga lo que pasa por mi cabeza en tal o tal momento y observen sencillamente lo que ven.
Mañana me toca ir a hablar sobre el arbolado urbano de los barrios Oliver y Valdefierro. Como un escarabajo pelotero he trabajado durante unos días preparando esa charla y espero darla sin perder mi identidad y estatus de escarabajo pelotero: lo mejor que sepa y sin enterarme de por qué ni para qué ni quién soy yo en esos momentos.
Si por un casual o mal traspiés me diera cuenta de algo y sus porqués estaría en peligro, se lo juro. Así que déjenme sseguir empujando esa bola de la que he hecho mi tarea vital: palabras, ideas, imágenes, etc.m esa bola que intento llevar no sé a dónde ni para qué mientras el esfuerzo por llevarla me tiene sorbido literalmente el seso. ¡Qué descansado esfuerzo así! ¡Qué cansancio descansadísimo así!
Perdonen estas líneas que ya dije no son sino un desahogo que ni siquiera puedo permitirme ni frente al espejo. No sé qué tiene una pantalla blanca que permite lanzarse a tumba abierta con todo el equipo, como ahora yo aquí.
Buenas noches y hasta mañana. Ya saben: empujando la pelota... y nada más.
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