EXTRAÑOS EN LOS PARQUES
Extraños en los parques
Artículo publicado en "Opinión" de Heraldo de Aragón del miércoles 19 de marzo de 2008
Con la llegada del buen tiempo cunde la alarma: grupos de inmigrantes “invaden” los parques públicos. Los parques de la periferia urbana son los más afectados y se ve con malos ojos la llegada de estos grupos de “extraños” que parecen arrebatarnos terreno, quitarnos algo propio en los parques. Un problema que se añade a los muchos con los que lidian a diario, todos los días del año, la mayoría trabajadora “local”.
¡Además del botellón, los emigrantes! Distintas costumbres, distintas formas de actuar en lugares públicos, es verdad. Pero también es cierto que las costumbres cívicas de muchos zaragozanos no han sido tampoco hasta ahora mismo ningún buen ejemplo para nadie: ahí han estado siempre las evidencia de “nuestro” vandalismo. ¿Qué hacemos, pues? ¿Se trata de buscar culpables?
En todos los países de Europa se está viviendo ahora la misma experiencia de cambio de hábitos en el uso de los parques públicos. Hay ya demasiados tristes ejemplos de intolerancia mutua entre los viejos y los nuevos vecinos, con el añadido del voluntario u obligado ocio juvenil (¡cómo decirlo sin eufemismos!). Cualquier trabajador social europeo sabe de qué hablamos al hablar del actual uso de los parques públicos. Zaragoza no es la excepción: tampoco aquí hay una política municipal que atienda estos cambios en los usos de espacios públicos, especialmente de los parques y jardines. Hasta ahora los únicos instrumentos que se han utilizado han sido las políticas hacia los vagabundos y “transeúntes”. Pero no estamos hablando de transeúntes ni mucho menos de vagabundos. Hablamos de padres y madres de familia, grupos familiares muy amplios, relaciones entre nuevos ciudadanos que trabajan en las ciudades y que aprovechan las pocas horas libres de los días de fiesta para esparcirse y relacionarse relajadamente en lugares al aire libre (que además de más sanos resultan más baratos).
¿Tienen razón los viejos vecinos? ¿La tienen los nuevos vecinos llegados a miles en los últimos años? ¿La tienen los jóvenes? La dichosa razón no está en ningún lado. El asunto supera los límites de la racionalidad para entrar peligrosamente en el amplio y difícilmente expresable mundo de las vivencias colectivas, las experiencias familiares, las formas de sentirse bien en lugares públicos, los usos y costumbres de cada etnia o grupo humano, las maneras de asimilar las novedades en cada momento histórico, las variantes “leyes” de grupos y pandillas, las modas juveniles, etc.
Los comportamientos actualmente ”inapropiados” pueden ser perfectamente asumibles como parte de una diversidad del “paisanaje urbano” que como toda anterior diversidad, se mimetizará (¿eso es lo deseable?) más tarde que pronto con el medio. Cuando se trata de delitos (violencia, gamberrismo, mafias, etc.) hablamos de lo que siempre ha sido la urbanidad…y la acción policial. Pero generalmente nos quejamos de comportamientos que no atentan ni contra la seguridad de las personas ni contra la seguridad de los bienes municipales. Nos quejamos de los gritos, del rastro de las comidas, de la “ocupación” de zonas enteras. ¿Dejaremos que alguien se beneficie de nuestros problemas de convivencia?
No se puede defender los árboles, los parques, etc. y rechazar a las personas. El trato a la naturaleza es un síntoma de cómo nos tratamos entre las personas, pero el trato entre las personas es exactamente lo más importante que podemos tener.
3 comentarios
raul feliciano -
Lo cual requiere cierto sofisticamiento, capacidad
para enfrentarse a lo nuevo,
con algun cristianismo real,
de amar al projimo.
Sin embargo, respetar a quien
intenta imponer su cultura, habitos, gustos en casa del
huesped.. no se, como lo ve usted? Yo aqui veo con poco
afecto a ultraislenhos que
nos saturan escuelas,hospitales, siempre hablan gritando, parecen
estar sordos. No puedo respetar a quien violenta
mi derecho al silencio , el disfrute de nuestra propiedad.
Sin haber sido invitado, sin hacer esfuerzo para respetar
el entorno que le ofrece hospitalidad, o que se ve forzado
a tenerles a su alrededor a falta
de otra.
Suerte y exito.
Espero no haberme extendido demasiado,
abusando de su cortesia.
javier delgado -
raul feliciano -