CARRILLO CABALGA DE NUEVO. ¡OJO!¡PELIGRO!
No olviden esta jeta. Por su propia seguridad.
El anciano Santiago Carrillo no está satisfecho nunca con lo que tiene. Siempre quiere más. Se trata segurametne de una enfermedad de su ego, ni infantil ni senil sino todo lo contrario.
Han pasado más de veinticinco años desde que ejerciera todo su omnímodo poder sobre el PCE para destruirlo (en cuanto el PCE intentó desembarazarse de su egocentrismo).
Han pasado veintitres años desde que fundara un remedo de partido político cuya mayor gloria consistió en dejar de existir rápidamente para que la mayoría de sus militantes engrosaran las filas del PSOE (partido hacia el que hasta hacía poco había mostrado su total animadversión, en contraste con su famosa "luna de miel" con la UCD de Suárez).
Han pasado veintidos años desde que maldijo a la recién nacida Izquierda Unida y al PCE que la aglutinó.
Y han bastado apenas unos meses, desde que los resultados del deterioro interno del PCE y de IU se transformaran en resultados electorales de infarto, para que Carrillo salga a la palestra (siempre a su disposición como multiopinante prohombre) proponiendo la creación de un nuevo partido , un partido "socialista a la izquierda del PSOE".
¿Qué nuevo papel quiere para sí el anciano Santiago Carrillo? ¿No se da cuenta de que la sola expresión por su parte de un deseo de ese tipo hace de él un fantasma maldito condenado a vagar por los siglos exhibiendo la única verdad sobre Carrillo: su insaciable sed de poder y de influencia?
Puede que nuestro anciano organizador de derrotas, el destructor del uno de los partidos comunistas más enraizados, dinámicos y heróicos de Europa, el traidor a los suyos después de someterles a coacciones sin fin (como fue el caso de la mayoría de los integrantes de la dirección del PCE del nefasto Décimo Congreso, 1981 -entre los que estaba nuestro Vicente Cazcarra, a quien nunca ni siquiera ha mencionado en ninguno de sus libros, después de largos años de aprovecharse de su inteligencia y su lealtad en el Comité Ejecutivo del partido), esté sintiendo los pasos de la muerte cercana y no quiera morir desnudo de bandera partidaria.
Carrillo, que ya ha pasado a la historia como el gran urdidor de tretas de la política española (algunas de las cuales, hay que reconocérselo, le salió bien), haya urdido una última (¿o penúltima?) treta para dilatar el tiempo de su influencia: promover la creación de un partido en cuyo seno morir como un profeta.
Pero las profecías de Santiago Carrillo (ya desde las ya muy lejanas de los años cincuenta: como la inminente caída del régimen de Franco, según él en 1959 "De todos los Estados capitalistas de Europa, el poder más débil, más inestable, es precisamente el poder del general franco"-Intervención en el VI Congreso del PCE, 1959) fueron siempre profecías trucadas, profecías interesadas: tenían como principal finalidad aseguarle a él mismo un lugar relevante en el escenario histórico resultante. Y a esa finalidad sacrificó cualquier otra, especialmente cualquier otra que significase merma de su poder (como demostró en la Transición: sacrificó al propio PCE para mantener su "figura política" a flote en el recién inaugurado mercado de la política nacional; sacrificó a miles de cuadros políticos y sindicales en el altar de su única deidad: él mismo.
¿Y este anciano insaciable de hoy día piensa que aún hay hombres y mujeres en España dispuestos a sacrificarse por él? ¿Piensa que hay tejedores para esa bandera con la que cubrir sus vergüenzas?
No está mal que Don Santiago Carrillo Solares, en su última vuelta del camino muestre de nuevo el brillo en los ojos de quien codicia una nueva presa.
Genio y figura hasta la sepultura. (Pero en su caso, desgraciadamente, se trata de la sepultura, si hay ya esos cándidos, de quienes le sigan).
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