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javierdelgado

DEPRESIÓN Y EXPRESIÓN: “A QUIEN CONMIGO VA”.

DEPRESIÓN Y EXPRESIÓN: “A QUIEN CONMIGO VA”.

 

He seguido pensando estos días (mientras tirábamos libros) cómo contarles lo que me parece que me está enseñando la depresión; especialmente, lo que tiene que ver con la expresión de la individualidad y con la expresión literaria más en particular.

 

La depresión me está enseñando a callar. Incluso – como siempre, sin exagerar - pensé que la única opción posible (para mí) era el silencio absoluto (“Sihedevivir / vivirécomounmuerto”). Pero esa opción me llevaba rápida y directamente a la muerte real … (Volveré otro día sobre esto).

 

Expresarse y sobrevivir viene a ser una y la misma cosa…para algunas personas (la individualidad del resto de los seres vivos merece tratarse aparte)… en algún momento de su vida. Ante una necesidad así, ¿qué puede oponerse? La única actitud consecuente con este “descubrimiento” es la defensa a ultranza de la libertad de expresión. Nadie puede ser obligado por nadie a callar lo que quiere expresar y cómo lo quiera expresar.

 

¿Hace falta sufrir una depresión para darse cuenta de esto? No lo recomiendo. (¿Se puede recomendar una depresión?)

 

 Cuando Lenin estaba ya muy enfermo (1922-1923) mandó llamar a Bujarin. “Los médicos le habían prohibido que hablara, temiendo un empeoramiento. Pero en cuanto llegué me cogió de la mano y me llevó al jardín. Allí empezó a hablar. Me dicen que no tengo que pensar en nada, porque me excito demasiado. Y no entienden que he vivido así toda la vida. Si no puedo hablar de todo eso, me excito todavía mucho más. Precisamente me tranquilizo cuando puedo discutir estas cuestiones con personas como usted”. Bujarin se lo contó a Nikolaievski en 1926 y éste lo escribió en un texto que cita A.G. Löwy de la ed. americana Power and the Soviet Elite (New York, 1965, p. 12 ss.) en su libro El comunismo de Bujarin (Grijalbo, 1972, p. 222).

 

Esto es lo que confesaba confidencialmente Lenin, el mismo que había lanzado la celebérrima pregunta “¿Libertad para qué?” (por cierto, muy a sabiendas tergiversada hasta la náusea por los enemigos de cualquier revolución…que no fuera su propia revolución).  La única respuesta consecuente con su pregunta es, por supuesto:  “Libertad para seguir teniendo libertad”.

 

El propio Lenin plantea el asunto de la expresión individual (suya) como un asunto de vida o muerte. (Murió, finalmente; y en alguna medida, a causa del aislamiento y del silencio al que se le sometió…por orden de Stalin).

 

Primera conclusión (provisional): respeto absoluto, sin restricciones de ningún tipo, a cualquier expresión de la individualidad.

 

Creo que ese respeto absoluto, lejos de evitarlo, plantea con más fuerza todavía el problema de la calidad de la expresión (con más fuerza que si expresarse no fuera – o cuando no es - una necesidad radicalmente vital, si fuera – o cuando es - un mero “entretenimiento”, un “capricho”: ¿pero quién dictamina?). Si nuestra vida individual realmente depende de la posibilidad de expresarnos, ¿no dependerá también la calidad de nuestra vida de la calidad de nuestra expresión? (Asunto pendiente: la calidad de la expresión).

 

Por otra parte, permanece la enseñanza del callar. También depende nuestra supervivencia (y acaso la de otras personas), en algunos momentos, de nuestra capacidad de permanecer callados (por ejemplo, en comisaría, ante la policía franquista, pero no hace falta ponerse en lo peor. (¿Esa circunstancia es, realmente, “lo peor”? Aquí la Señora Depresión cabecea…).

 

Segunda conclusión (provisional): respeto absoluto, sin restricciones de ningún tipo, a cualquier silencio, no expresión de la individualidad.

 

He recordado estos días (como decía más arriba: mientras tiraba libros) aquello del marinero que contestó sonriente: “Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va”.

 

(Continuará…)

 

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