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javierdelgado

DEPRESIÓN, ESCRITURA, COMPROMISO, SALVACIÓN, ABSURDO, DESESPERACIÓN, REVOLUCIÓN… Y UN RECUERDO PARA ANTONIO GRAMSCI

DEPRESIÓN, ESCRITURA, COMPROMISO, SALVACIÓN, ABSURDO, DESESPERACIÓN, REVOLUCIÓN…

 

Ahora, cuando siento absolutamente el (¿lo?) absurdo de la vida (lo que me ocurre cada poco, con más o menos intensidad y dramatismo), recurro a la escritura que me he comprometido a escribir, ese libro: “Comunistas en la fábrica” sobre la tradición de lucha obrera durante medio siglo en Giesa. Redactando esas páginas encuentro un lugar en el que permanecer vivo con cierto sentido, en el que mi presencia en el mundo tiene un punto en el que apoyarse: aunque sea un punto muy reducido me permite mantener el equilibrio…hasta la siguiente (re)caída en el absurdo.

 

Quien no entienda el (lo) absurdo de la vida no podrá entenderme y además no tendrá ninguna necesidad de hacerlo.

 

La depresión enseña a convivir continua y peligrosamente con el absurdo, a mantenerse más o menos en pie sobre la duda máxima y a resignarse a no alcanzar nunca un grado de satisfacción suficiente que permita decirse a un@ mism@: ¡merece la pena vivir!

 

Se vive, se sobrevive, a pesar de que un@ no sabe si merece la pena, porque cualquier variante de lo previsible resulta igualmente absurda. No es que se saquen fuerzas del absurdo. Imagino que se sacan, más que de ningún otro sitio, de las pastillas. Pero la escritura (en mi caso), la escritura que otras personas esperan y comparten, resulta un cabo de cuerda al que un@ puede aferrarse mientras la duda existe. Lo importante, por cierto, es mantenerse aferrado a ese cabo de cuerda que tira de nosotr@s hacia la vida, hacia el futuro, a pesar de la duda.

 

Creo que lo que más asusta al comienzo de una depresión es, precisamente, sentir esa duda como una amenaza total a nuestra existencia, un incompatible: o la duda o yo. Si se sigue viv@ no es porque se haya perdido el miedo, es porque se aprende a vivir con el susto metido en el cuerpo, como un elemento más de la existencia.

 

Así que todo el misterio radica en esa capacidad (o no) de convivir con la duda y el miedo, en todas sus expresiones y representaciones. La escritura (al menos, en micaso) me permite soportar esa convivencia dolorosa. Pero el dolor no remite por eso, el dolor ataca, una y otra vez, el pequeño reino personal del día a día, nos asedia, nos confunde y reduce nuestra vida a la mínima expresión. Y hay que mirarse al espejo y verse asustado, extenuado, desarmado, vaciado. La depresión actúa en ese instante en el que los ojos se vuelven hacia dentro y no encuentran sino el panorama de la devastación.

 

Como en algunos cuentos populares, uno se salva a sí mismo tirándose del pelo para salir de esas arenas movedizas. Mi pelo es ahora la escritura, y tiro de ella para que todo el cuerpo salga por algún tiempo a salvo de la desesperación. La desesperación es también un componente del a vida que hay que aprender a soportar…si se pretende seguir viv@.

 

Reconocerse en la extrema confusión que pueden llegar a generar en nosotr@s el absurdo, la duda, el miedo y el dolor es fundamental.

 

Hay tardes de sábado, en septiembre, durante las que ni siquiera la escritura que otr@s esperan te mantienen viv@. Entonces, por ejemplo, escuchas las voces de las óperas más tristes y desgarradoras y te dices: “Yo también”. Si pudo cantarse así. Hay tardes de septiembre que recuerdan los días del pasado en los que ni siquiera la escritura resultaba un cabo al que aferrarse para seguir vivo, tardes que te ponen la pregunta ante los ojos hasta que le gritas: ¿A qué me aferré cuando no sé a qué me aferré?¿Cómo seguí vivo? No es que quiera, en absoluto, volver a esos días, pero hay un misterio más profundo aún que quisiera conocer, un misterio del que conseguí entrever que me mantuvo vivo, incluso en momentos de absoluto "convencimiento" de que seguir vivo no era lo mejor. Un misterio que a veces creo que hay que conseguir desvelar y a veces creo que, precisamente, no.

 

Quiero saber cómo era el pelo de Antonio Gramsci, de qué se componía el cabo de cuerda al que él se aferró durante los diez años de su cautiverio (pero no sólo entonces: ya mucho antes tuvo que hacerlo). ¿Lo supo él? Quien no haya percibido en  Gramsci el dolor del absurdo no creo que pueda nunca comprender su vida ni sus escritos. Y no creo que quien los haya comprendido pueda salir a ese “mundo grande y terrible” del que hablaba siempre aquel hombre pequeño y enfermo a predicar como un bobo las maravillosas maravillas de tal o cual revolución. Lo único radicalmente revolucionario, entonces y ahora, es la desesperación.

1 comentario

Un amigo -

La desesperación es un motor. Un potente motor. Sin embargo, igual o más importante que el motor es el conductor. ¡Ser un buen conductor! Esto es, saber convertir la potencia de la desesperación en Vida. En la mejor vida para uno mismo, para quienes lo rodean y, aun, para los demás. La vieja sabiduría que a través del tiempo han mantenido los sabios...
Ánimo Javier, tú eres de esos. Un abrazo.