HA MUERTO PEDRO CHRISTIAN GARCÍA BUÑUEL
Este mediodía, como muchos mediodías, me he encontrado con mi amigo Luis Ballabriga cerca de nuestras casas (vivimos hace años a dos pasos uno del otro). Luis me lo ha dicho: hace unos días murió Pedro Christian García Buñuel.
Pedro Christian, sobrino de Luis Buñuel, ha sido un hombre con mucha vida dentro, con muchas ganas de vivir y de reir con los amigos, de viajar, de leer, de ver y escuchar, escuchar, escuchar. También podía ponerse a hablar y no parar, hilando uno tras otros sus recuerdos, sus contundentes afirmaciones y sus no menos contundentes negaciones.
Tuve durante algunos años mucha comunicación con Pedro Christian, al hilo de la publicación de guiones de Luis Buñuel (bajo la dirección de Luis Ballabriga), colaboré con él en alguna pequeña cosa que siempre me agradeció como si fuera mucho más grande.
Desde el altísimo balcón de su casa vimos algunos atardeceres memorables mientras bebíamos (yo aún podía beber vino) y comíamos cosas disparatadas que a él le gustaba ofrecerme creo que para ver si me echaba para atrás. Ojalá lo hubiera hecho algunas veces, porque aquello que me daba era trilita, sólo apta para hombres recios como él.
Sus sueños, sus pesadillas, sus odios y sus amores me parecieron siempre lo que se suele llamar "excesivos", así que nos entendíamos perfectamente (siendo yo también de esa tribu, a mi manera). Hablar, gritar, reir a carcajada limpia, revisar sus amados libros, sus objetos- fetiches, abrazar con generosidad, animar con sorna, criticar con cariño. Todo eso hacía Pedro Christian Buñuel.
Hubo años en los que al salir de la Facultad y pasar por la Plaza de San Francisco lo encontraba siempre sentado en la terraza de la cervecería, junto al quiosco de los Vidal, acompañado de amigos (Casamayor padre e hijo, Vicién, Ballabriga...) y me saludaba con afán proselitista: ¡Cómo es que no me sentaba a beber algo! ¿Tanta prisa tenía por ir a casa a comer? Le divertía mi urgencia casera, mis ganas inmediatas de verme con Ana, mi búsqueda de mi escondite particular.
Cuando me saludaba, desde lejos, al irme acercando, levantaba el puño y yo lo levantaba. Siempre había alguien que se sorprendía. Al despedirnos, igualmente, levantábamos el puño y gritábamos un "¡Camarada!" que nos daba muchísima risa pero que también nos unía en cierta evocación republicana y roja en la que, como en muchas otras cosas (no en todas) nos encontrábamos a gusto juntos.
Paasaron los años y dejé de verle en aquella terraza, dejó de llamarme por teléfono, dejé de acudir a su altísimo piso, dejamos de cultivar una amistad con la que Pedro Christian, pese a las diferencias (de edad, de formación, de actitud ante la vida, etc.), me honraba y que a él creo que le divertía bastante.
Este mediodía levanto el puño y grito "¡Camarada!" y río recordando a ese hombre "excesivo" y generoso que fue Pedro Christian García Buñuel.
Zaragoza es más pequeña sin Pedro Christian García Buñuel.
1 comentario
margarita -
Gracias por dedicarle esto y escribirlo con tanto cariño. No hay un hombre como él.