EL PENSAMIENTO CRÍTICO DEL SIGLO XXI.
EL PENSAMIENTO CRÍTICO DEL SIGLO XXI.
El pensamiento crítico del siglo XXI está todavía por elaborarse. Puede que nosotr@s no lo veamos nacer. Se está gestando ahora mismo en la matriz de la crisis económica global. Niña o niño, el pensamiento crítico del siglo XXI tendrá la (¿des?)dicha de tener muchos padres y, para más complicación, a todos les podrá ser reconocida su paternidad.
Por otra parte, por la parte de la madre, hay que advertir que seguramente la Madre Crisis no tiene la más mínima intención de dar a luz a semejante criatura, de modo que ya están preparadas las pócimas dedicadas a impedir su nacimiento, a mano de quien tampoco dudaría en ahogarlo entre sus propios muslos en caso de que consiguiese salir al mundo de las ideas y al mundo del mundo tal cual, al mundo de quienes ahora mismo están viviendo en carne propia las primeras dentelladas de la crisis.
Pero la crisis tiene un grave problema: cuant@s más damnificad@s genere con su expansión universal, cuant@s más vidas humanas devore, más fuerzas tendrá la criatura que ya lleva en su seno y más posibilidades tendrá de salir airosa pese a todos los métodos con que se intente impedir su nacimiento.
Pero no será solamente el daño que sufran los damnificad@s lo que haga crecer en el propio seno de la crisis al pensamiento crítico. Será también su esfuerzo por ayudarle a nacer. Un esfuerzo intelectual y moral sin el que la criatura nacería en tan precarias condiciones que sería, más que pensamiento, puro desvarío.
Hoy por hoy, lo único que se puede asegurar es que no hay en el mundo todavía un pensamiento crítico capaz de analizar cabalmente las raíces, los efectos inmediatos y las consecuencias profundas de esta crisis económica actual. Es posible, incluso, que no baste para ello un solo pensamiento crítico, sino varios de ellos. Por el lado de la Madre Crisis no hay problema: es tremendamente fértil por naturaleza. La cuestión está en si sus damnificad@s serán capaces de aceptar la riqueza intelectual del desacuerdo con la entereza moral de quienes saben que para siempre han de convivir con la(s) duda(s).
Acaso ése sea uno de los rasgos distintivos de las personas capaces de producir pensamiento crítico en el siglo XXI: su renuncia a cualquier tipo de totalitarismo intelectual, su apuesta por la libertad absoluta en el debate y su resistencia moral ante los estragos de la desconfianza mutua y el pesimismo inherente a cualquier atisbo real de lucidez mental.
Realmente, quienes ahora nos expresamos con cierta expresividad (incluso después de haberlo o hecho durante años sin acertar a escoger el tipo de expresiones adecuadas a las circunstancias) no estamos en condiciones ya de aportar mucho a ese necesario esfuerzo colectivo. Demasiado tiempo llevamos ya intoxicad@s intelectual y moralmente por sustancias más o menos alienantes de las que hemos consumido en peligrosa cantidad, en tal cantidad que incluso aquellas sutancias intelectuales y morales que deberían, en principio, haber hecho en nosot@s un efecto radicalmente liberador se han convertido en puro veneno bastante mortal.
Es, pues, necesario, que una nueva generación recoja los datos de la realidad (todos los datos posibles: hoy día ya se pueden obtener con relativa facilidad y rapidez) en el espejo del pensamiento humano y produzca, a partir de ese enfrentamiento inmediato (sin filtros que valgan), una actitud crítica que esté a la altura del resultado del triple choque violentísimo, como de seis gigantes planetas embistiéndose a velocidad sideral, entre los intereses de clase y los intereses de la especie humana, entre los beneficios patriarcales de la desigualdad entre géneros y la democratización real de la sociedad y, por supuesto, entre lo que Gramsci llamó (¡hace ya casi un siglo!) el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad.
(Continuará)
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