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javierdelgado

AMORES Y RENCORES, 2: Imprecaciones

IMPRECACIONES

 

I

 

¿Dónde estais

hermanas, hermanos, padre nutricio,

todos estos años?

(Mamá murió hace veintiocho años

y ha estado conmigo mucho más que cualquiera

de vosotros).

 

No me hableis de los recuerdos, los mimos, la caricias,

complicidades, sueños.

No de las confidencias, las risas, los regalos.

Sólo el silencio amarillo de las tardes,

noticias caducadas.

 

¿Dónde estaban las manos y las voces, las bocas

de las bocas (esos rasgos precisamente familiares),

¿Dónde la curva del tiempo, las señales?

No volvais a mencionar el aroma del cuero y del tabaco

en que os adormecíais arropados por voces susurrantes

femeninas y el percutir contínuo de los barítonos

de más edad

 

Dejasteis vuestras pequeñas pisadas en la orilla

desde la que Pedro el Cruel, a caballo,

espada en alto, amenaza eternamente al clero

personificado en el obispo talcual.

vuestro rastro de migas lleva directamente

al cuarto de los niños: mediaslunas de jamón de York

y mantequilla, o de chorizo de Pamplona

(y mantequilla).

¡No me hableis de la nata de las tazas

de ardiente chocolate, de aquellas bandejas

de churros! ¡No me hableis de la risa tonta,

de las narices marcadas, del bigote que queda,

ni mucho menos

de los feos cuadernos de deberes

que nos esperaban abiertos en casa!

¡No me digais otra vez que recordais

la santa paciencia de mamá!

¡Y sus tortillas francesas con azúcar!

 

¿Y tú? ¿Dónde tienes el botón de volver a ser padre?

¿Y tú? ¿No tienes un coche para darme una vuelta?

¿Y tú? ¿No has podido llevarme ni una vez al cine?

¿Y tú? ¿Me tenías que llamar para contarme todos

tus problemas y después colgar?

¿Y tú? ¿No podías abrazarme silenciosamente

sin poner en peligro tu identidad?

¿Y tú? ¿No puedes acercarte con bandera de paz?

¿Y tú? ¿No hay nada en el mundo fuera de tu mundo?

¿Y tú? ¿No tienes en tu casa una bolsa de té?

 

Pasan los años, las crisis, las angustias

y os manteneis a prudente distancia,

muy prudente, muy distancia,

muy distancia.

 

¿De qué me habeis hablado

durante tantos años, mientras estaba sano,

al hilo de las vidas de vosotros mismos y de la vida

de vuestros hijos y de la vida de tanta gente

más o menos importante que habeis conocido

por ahí?

 

¡De qué me habeis estado hablando

durante tantos años!

¡Dejad ya de agitar las manos

 y de sonreir!

 

II

 

¿Y vosotros, amigos de toda la vida?

¿Y vosotras, amigas, amantes,

buscadas con ahínco y con fe?

¿Dónde quedó vuestra compañía?

¿Os haceis compañía sin mí?

¿Acaso los años os han hecho amigos

 y amigas y amantes a mis espaldas?

¿Os mirais todo lo que no me veis?

¿Os decis todo lo que no me decís a mí?

¿Repetís las palabras que un día fueron mías

para endulzaros la vejez?

 

¡No me vengais con excusas! ¡No hay

excusas que valgan para vuestra dejadez!

 

¡Y yo, que os dediqué mis mejores momentos!

¡Y yo, que os animé cuando decíais, llorando,

que ya no lo podías resistir, cuando hicísteis

añicos las fotos más amadas, los muebles, los paisajes!

 Y cuando todos se os pusieron de espaldas,

¿quién paseó con vosotros por plazas

Yypaseos de la ciudad?

¿Quién os llevó a tomar cervezas, bocadillos,

ante las largas miradas de la envidia?

 

¡Ah, los viejos amigos cargados de canas!

¡Ah, las viejas amigas arrugadas!

¡Ah, los suspiros de todas las amantes

cuando sopla el viento!

Porque ya no estais.

No amais, ni acompañais, ni compartís.

 

¿Eran éstas de ahora las futuras alianzas

de nuestra juventud?

 

Habeis cambiado mucho.

Yo también he cambiado.

Yo también he cambiado.

 

He cambiado tanto que ya no marco

el número ni os llamo. Tanto he cambiado

que ya no espero la llamada esperada

durante tantos años. He llegado a la edad

del silencio a la fuerza, de la paz con pastillas,

del recuerdo fugaz de lo tantísmo

que quise quereros, de lo que quise creer

que algunos de vosotros me queríais,

que algunas de vosotras me habías llegado

a querer.

 

¡Borradme de las guías de vuestros móviles

y de vuestras viejas agendas de papel!

¡Borradme de vuestros recuerdos!

¡No quiero estar pegado a vuestra carne

como una pegatina desteñida!

 

¡No me negueis la negación que hicisteis

en cuanto enfermé! ¡La crucecita, la raya,

el paréntesis, la señal de peligro!

¡No afirmeis nada que os pueda

venir grande!

 

¡Y no hagais aspavientos!

¡No cabeceéis!

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