AMORES Y RENCORES, 2: Imprecaciones
IMPRECACIONES
I
¿Dónde estais
hermanas, hermanos, padre nutricio,
todos estos años?
(Mamá murió hace veintiocho años
y ha estado conmigo mucho más que cualquiera
de vosotros).
No me hableis de los recuerdos, los mimos, la caricias,
complicidades, sueños.
No de las confidencias, las risas, los regalos.
Sólo el silencio amarillo de las tardes,
noticias caducadas.
¿Dónde estaban las manos y las voces, las bocas
de las bocas (esos rasgos precisamente familiares),
¿Dónde la curva del tiempo, las señales?
No volvais a mencionar el aroma del cuero y del tabaco
en que os adormecíais arropados por voces susurrantes
femeninas y el percutir contínuo de los barítonos
de más edad
Dejasteis vuestras pequeñas pisadas en la orilla
desde la que Pedro el Cruel, a caballo,
espada en alto, amenaza eternamente al clero
personificado en el obispo talcual.
vuestro rastro de migas lleva directamente
al cuarto de los niños: mediaslunas de jamón de York
y mantequilla, o de chorizo de Pamplona
(y mantequilla).
¡No me hableis de la nata de las tazas
de ardiente chocolate, de aquellas bandejas
de churros! ¡No me hableis de la risa tonta,
de las narices marcadas, del bigote que queda,
ni mucho menos
de los feos cuadernos de deberes
que nos esperaban abiertos en casa!
¡No me digais otra vez que recordais
la santa paciencia de mamá!
¡Y sus tortillas francesas con azúcar!
¿Y tú? ¿Dónde tienes el botón de volver a ser padre?
¿Y tú? ¿No tienes un coche para darme una vuelta?
¿Y tú? ¿No has podido llevarme ni una vez al cine?
¿Y tú? ¿Me tenías que llamar para contarme todos
tus problemas y después colgar?
¿Y tú? ¿No podías abrazarme silenciosamente
sin poner en peligro tu identidad?
¿Y tú? ¿No puedes acercarte con bandera de paz?
¿Y tú? ¿No hay nada en el mundo fuera de tu mundo?
¿Y tú? ¿No tienes en tu casa una bolsa de té?
Pasan los años, las crisis, las angustias
y os manteneis a prudente distancia,
muy prudente, muy distancia,
muy distancia.
¿De qué me habeis hablado
durante tantos años, mientras estaba sano,
al hilo de las vidas de vosotros mismos y de la vida
de vuestros hijos y de la vida de tanta gente
más o menos importante que habeis conocido
por ahí?
¡De qué me habeis estado hablando
durante tantos años!
¡Dejad ya de agitar las manos
y de sonreir!
II
¿Y vosotros, amigos de toda la vida?
¿Y vosotras, amigas, amantes,
buscadas con ahínco y con fe?
¿Dónde quedó vuestra compañía?
¿Os haceis compañía sin mí?
¿Acaso los años os han hecho amigos
y amigas y amantes a mis espaldas?
¿Os mirais todo lo que no me veis?
¿Os decis todo lo que no me decís a mí?
¿Repetís las palabras que un día fueron mías
para endulzaros la vejez?
¡No me vengais con excusas! ¡No hay
excusas que valgan para vuestra dejadez!
¡Y yo, que os dediqué mis mejores momentos!
¡Y yo, que os animé cuando decíais, llorando,
que ya no lo podías resistir, cuando hicísteis
añicos las fotos más amadas, los muebles, los paisajes!
Y cuando todos se os pusieron de espaldas,
¿quién paseó con vosotros por plazas
Yypaseos de la ciudad?
¿Quién os llevó a tomar cervezas, bocadillos,
ante las largas miradas de la envidia?
¡Ah, los viejos amigos cargados de canas!
¡Ah, las viejas amigas arrugadas!
¡Ah, los suspiros de todas las amantes
cuando sopla el viento!
Porque ya no estais.
No amais, ni acompañais, ni compartís.
¿Eran éstas de ahora las futuras alianzas
de nuestra juventud?
Habeis cambiado mucho.
Yo también he cambiado.
Yo también he cambiado.
He cambiado tanto que ya no marco
el número ni os llamo. Tanto he cambiado
que ya no espero la llamada esperada
durante tantos años. He llegado a la edad
del silencio a la fuerza, de la paz con pastillas,
del recuerdo fugaz de lo tantísmo
que quise quereros, de lo que quise creer
que algunos de vosotros me queríais,
que algunas de vosotras me habías llegado
a querer.
¡Borradme de las guías de vuestros móviles
y de vuestras viejas agendas de papel!
¡Borradme de vuestros recuerdos!
¡No quiero estar pegado a vuestra carne
como una pegatina desteñida!
¡No me negueis la negación que hicisteis
en cuanto enfermé! ¡La crucecita, la raya,
el paréntesis, la señal de peligro!
¡No afirmeis nada que os pueda
venir grande!
¡Y no hagais aspavientos!
¡No cabeceéis!
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