AMORES Y RENCORES, 9: Pasé muchos años sin jugar a nada...
A&R, 9
Pasé muchos años sin jugar a nada.
Quiero decir: a nada.
Los dados de La oca y el parchís desaparecieron
en los braseros de las mesas camillas
Los naipes se quedaron en las manos heladas
de mi abuelo paterno.
Las damas en los ojos de mis hermanas
pequeñas.
El ajedrez en la frente de mis hermanos
mayores.
Los indios y los cowboys y el fuerte y las tiendas,
los caballos, las hachas, los fusiles, ¿adónde fueron?
El billar - y los cigarrillos - entre los dedos de mis muy envidiados
amigos más gamberros.
Los fálicos mandos de los futbolines desvirgaron
otra generación de manos infantiles.
Las palas del pin-pon taparon la cara oculta de la luna.
Los patines marcharon hacia el fin del mundo.
Los pitos y las canicas acabaron en su bolsa de cuero.
Las pelotas rotundas del frontón callaron sus rebotes.
Las chapas embarraron, embarrancaron, se borraron.
El último tirachinas tan detenidamente fabricado
fue objeto de la furia de un adulto sin recuerdos.
Los petardos dejaron de marcar el territorio de mis
amigos de todas las horas.
Las piedras desertaron de sus últimas parábolas mortales.
Y tantas otras cosas.
Y tantos otros juegos.
Pasé muchos años sin jugar a nada.
Quiero decir: a nada.
Viví sin ningún juego.
¡Y cómo se me secó la boca sin las palabras mágicas!
¡Ay! ¡Cómo dolían las encías sin su ración diaria
de regalíz, de sidral y de chiclé!
¡Viví sin una gota de cocacola en la lengua,
sin una burbuja de gaseosa bajo las naríz!
¿De qué reía, durante aquellos años?
Había comenzado la lectura frenética de las obras
de Carlos Marx
y mis ojos buscaban el rastro de la plusvalía
en los ojos de los tranviarios.
¡Y lo encontraban! ¡Lo encontraban siempre!
Fueron los tranviarios sin vocación de tranviarios
quienes me hicieron comprender el mecanismo
infame de la explotación.
¡Y ya no había tiempo para los juegos!
A los quince años, ante los ídolos carnívoros del mundo,
sacrifiqué mis juegos.
Y pasé muchos años sin jugar a nada.
Quiero decir: a nada.
Y ahora, cuando juego
al ajedrez,
al go, al xiangqi
o al shogi,
mis ojos desentrenados
mis manos torpes,
mi memoria vacía,
me recuerdan esos años juveniles
durante los cuales no jugué a nada.
Quiero decir: a nada.
Y echo en falta un poco más de entrenamiento.
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