TRANVÍA Y CIUDAD
Artículo publicado en Heraldo de Aragón el martes 1 de septiembre de 2009
TRANVÍA Y CIUDAD
Las noticias concretas sobre las obras del tranvía de Zaragoza llegan con cuentagotas. Tras unas primeras emotivas gotas brillantes, hemos recibido goterones un tanto turbios: de la tala de cipreses de buen porte, de adelfas y otros arbustos en la mediana de Isabel la Católica nos hemos enterado cuando ya se estaba realizando. Puede que los responsables de esas obras teman que, de dar información pública previa sobre actos como éstos surjan acciones defensivas por parte de una ciudadanía que, sin embargo, sorprendida ante hechos consumados, no puede hacer otra cosa que mostrar su disgusto y documentar el daño.
Admiro a buena parte de los integrantes del equipo de gobierno de nuestro Ayuntamiento, y muy especialmente a la concejala Carmen Dueso, hoy a la cabeza de las obras del tranvía. Admiro al periodista de reconocido prestigio Ignacio Iraburu, jefe de prensa de La Sociedad Los Tranvías de Zaragoza. Pero no estoy de acuerdo con la forma en que se han producido y se han narrado estos hechos, una forma que no ayuda precisamente a generar la necesaria confianza entre la población ante unas obras de gran repercusión histórica en nuestra ciudad. Cincuenta árboles y más de un centenar de arbustos desaparecidos en dos días (con su sombra y sus aromas, sus insectos y sus pájaros), a los que las propias autoridades locales han dado el rango de “ciudadanos árboles”, no pueden ser fusilados al amanecer.
En democracia no importa solamente lo que se hace sino lo que se dice, y esto último es vital tanto para el mantenimiento de una opinión pública responsable como para el control de la actividad de los responsables políticos. Tratar los detalles de las obras del tranvía de nuestra ciudad como se tratarían secretos de Estado parece desproporcionado y desafortunado. Miedo da.
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