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javierdelgado

EL PINTOR VICENTE PASCUAL

EL PINTOR VICENTE PASCUAL

Ayer tuve el honor de recibir en casa la visita de mmi muy amigo el sabio pintor Vicente Pascual Rodrigo. Nos maileamos, nos hablamos, pero de tanto en tanto hay que verse de verdad, sentirse físicamente cerca, escucharse con presencia, observarse. Conozco a Vicente desde que él tenía catorce o quice años y yo diez y ocho. Yo entonces era un agitado agitador del PCE en el medio cultural zaragozano y él era un pintor con los ojos muy abiertos y la sonrisa muy inteligente. Nunca traté de hacerle comunista porque Vicente ya era un ser imprescindible tal como era y no hacía ninguna falta meterle en ningún lío que no fueran sus propios líos de buscador, preguntador y escuchador. Recuerdo de aquellos primeros años que devoró todos mis libros de teoría estética marxista y pese a todo no pereció ni varió su ruta: los aprovechó como aprovechaba (y sigue aprovechando) todo material intelectual y artístico que se le ponía a tiro  para desarrollar una personalidad propia que a mí me cautivaba (y me cautiva). Recuerdo la dulce expresión que acompañaba sus afirmaciones o negaciones más contundentes y a menudo irreprochables, recuerdo la aparente debilidad de aquel hombre cuyas decisiones eran determinantes: cuando marchó a Baleares, cuando marchó a Nueva York, cuando se vino a vivir y trabajar a Tarazona, que es donde lo tenemos ahora para nuestra suerte.

Ayer, mientras hablábamos y reíamos, observaba otra vez su mirada penetrante y su dulce sonrisa. Han pasado los años, ha vivido y ha vivido interiormente mucho, ha crecido intentando descrecer su yo para dejar paso a la vida verdadera. Su sabia poesía ha estado siempre en sus cuadros, pero ahora está escribiendo con palabras una expresión destilada y desnuda de sus más íntimas preocupaciones. Está fabricando un libro, un muy hermoso libro de pequeños grandes cuadros y breves profundos textos. Se ha puesto en ello mientras diversas enfermedades se han cebado en su cuerpo, que las acoje a todas con humor y valor. Sufre pero ama. Se agota pero vislumbra nuevas vidas. Y no para: es un trabajador nato y así seguirá, espero que por muchos años.

A mí Vicente pascual me admira. Ya me admiró de joven, pero ahora la admiración que siento hacia él, hacia su forma de vida y hacia la obra pictórica que le expresa y le oculta (porque no exhibe, muestra). Tomábamos el té sentados en la alfombra y éramos dos hermanos del desierto abiertos a la revelación del otro, ésa que sólo se produce cuando hay serenidad e inquietud, humor y seriedad, palabras y silencios, los mínimos gestos necesarios.

La tarde iba pasando, o éramos nosotros quienes íbamos pasando por la tarde, absorviendo su jugo de amistad. Cuando se tuvo que ir nos despedimos como siempre, como si nos saludáramos de nuevo. Porque después de una conversación como la que ofrece Vicente has conocido a otra persona en su persona y en tu persona, y esas dos personas necesitan saludarse. Quienes se despiden son las persoas que se saludaron al comenzar la tarde. Nosotros, los nosotros de ahora, ya no.

Luego, en la soledad de su partida, su presencia no quería abandonarme y yo deseaba mantenerla junto a mí. Al final, las leyes de la física y la química y todas esas leyes gracias a las que sobrevivimos, acabaron por separarnos del todo. Hasta la próxima.

He puesto un enlace a su web. Paséense por ella, disfruten de su obra, de su presencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

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