TERCERA Y ÚLTIMA MAÑANA EN EL JARDÍN BOTÁNICO: YA ESTÁN TODAS LAS FOTOS PREPARADAS. (EL SECRETO ES QUE JAVIER ROMEO NI SIQUIERA PARA PARA ALMOLZAR: ACABA DE HACER LAS FOTOS Y YA ESTÁ FRENTE A LA PANTALLA. ES MONTAÑERO Y MUY SUFRIDO...)
Javier Romeo, fotógrafo y montañero, amante de la naturaleza y del trabajo bien hecho. ¡Pero tío! ¡No para ni para almorzar!
Hoy hemos terminado de hacer fotos en el Jardín Botánico. Javier Romeo ha puesto su sabiduría en los efectos de una luz de primera mañana en las aguas del pequeño estanque. Hoy ya no viene Elisa, y nos falta. Pero ella estará ya buscando trabajo por el mundo… ¡Que tengas suerte, Elisa!
A Javier no le gusta que un vuelo de paloma desoriente la mirada en una foto en la que todo ha de quedar plásticamente ordenado y comprensible. Así que hay que hacer otra, con la paloma ya quieta, posada sobre los canjilones del curiosísimo reloj de agua que diseño el ingeniero Rafael Barnola cuando dirigía el Servicio de Parques y Jardines: según cuenta, fueron días seguidos de pasión creativa compartida con dos artesanos de ese Servicio: “Pasamos muchas horas en el taller haciendo pruebas. No nos enterábamos de que era de noche y nos esperaban a cenar. La ilusión dejaba atrás todo lo demás”, recuerda con cariño.
Las jaulas de las aves, entre los pinos, permanecen silenciosas a esta hora sin visitantes, y su silencio triplicado guarda un rumor acallado de vuelos imposibles, de visiones asombradas de otras vidas posibles en las que las alas ejercían su función en la libertad invisible del aire. Cuando veamos, horas después, esas fotos en el ordenador aún me darán más impresión de cárceles minúsculas esas bonitas jaulas en las que las aves no están ni en el cielo ni en la tierra sino todo lo contrario. Prejuicios de niño salvaje.
La pérgola y sus plantas (tan potentes, tan simbólicas) han llevado su tiempo: desgraciadamente, las rosas del rosal ya no son lo que han sido hace un mes, así que mientras una rosa amarilla brillaba frente a las lentes de la cámara yo pensaba en esa frustrante y educativa función del tiempo en nuestras vidas, en el rastro doloroso que deja en los jardines y más allá de sus tapias, etc. Luego han sido las chumberas y el monolito en honor a Winthuysen. (¿Conseguiremos que l@s visitantes acaben sabiendo quién era, qué hizo y cómo se escribe su nombre? Deberían pedir redacciones en las escuelas y cosas así, para que la infancia, como siempre, lleve a casa las novedades. Y si se fija un@ un poco, tampoco es tan difícil el apellido Winthuysen. Si fuese Wynthuyssenn, o Whinthuyssen, o cosas más raras…).
La verja de la puerta de entrada también la hicieron artesanos municipales de los años setenta, cuando al parecer el tiempo y las tareas se medían de otra forma. Seguramente también se pagaban de otra forma. Y se mandaba de otra forma. Y por supuesto, a principios de los setenta en ese Servicio ni en ninguno semejante se protestaba de ninguna forma ni se reclamaban derechos que aún tardarían años en llegar a los centros de trabajo, fueran públicos o no. En cualquier caso, quienes la hicieron hicieron un buen trabajo que todavía disfrutamos. Porque también había quienes sufrían aquello y además hacían mal su trabajo, lo que es evidente que no sucedió en esta ocasión.
Javier también está dejando una labor que permanecerá mucho tiempo en las retinas de, esperemos, much@s lector@s. Esta Guía llevará unas doscientas fotos (como ponían antes “a todo color”, lo cual casi nunca era cierto entonces) a las que se añadirán otras de planos de Zaragoza en los que se dibujó el Jardín Botánico de la Ilustración, en la Huerta de Santa Catalina, junto a la Huerta de Santa Engracia, con entrada por la calle San Miguel, y otras fotos de cuando se hizo este Jardín en 1972, en las que salen los jubilados que trabajaron colaborando con el Servicio de Parques y Jardines: sus familiares podrán disfrutar, por lo menos, viéndolos en las tareas de preparación del terreno y esas cosas en las que dejaron tiempo y esfuerzo que también se agradece en un letrero de baldosas que los recuerda con toda justicia y razón.
En Prames, luego (¡Javier ni almuerza!, yo necesariamente sí), elegimos durante unas cuantas horas las fotos que nos parecen más bonitas, más ilustrativas y más espectaculares, más o menos por ese orden. Hoy he llevado a la editorial el plano del Jardín Botánico con las ubicaciones de las plantas para que Sergio, el maquetador, haga lo propio. (Me enteraré también del apellido de este Sergio, pese a la costumbre actual de presentarnos sólo con el nombre de pila; a mí me parece muy equivocada y pese a que digo siempre mi nombre y apellido me resulta violento preguntar, por ejemplo: ¿Sergio…qué? Me parece que evidencio que algo no se hizo bien. En fin, mejor sería preguntar, dejarse de tiquismiquis y salir de dudas. Ahora ustedes sabrían realmente quién es el maquetador que Prames nos ha asignado para la Guía. Estas cosas, a la larga, tienen su importancia. Y a la corta es como se prepara la larga…).
Imagino que otro día, pero será ya en agosto o en septiembre, volveré a contarles cómo va la marcha de esta Guía. Por si les divierte leer una crónica de cómo se fabrica un libro en estos tiempos. Al menos este libro. El uno de julio habré desaparecido de Zaragoza y estaré lejos de mi ordenador. Hasta el mes de agosto no pienso escribir una línea, como cada verano desde hace muchos veranos: ya no escribo en vacaciones como hice anteriormente. Todo el tiempo de julio es para todo menos para escribir. Hombre, uno siempre lleva consigo su cuaderno y un boli… Pero no es lo mismo. No.
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ximena -