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javierdelgado

ENCUENTRO CON GUILLERMO FATÁS. LA MADRE, LA ENFERMEDAD, LA MUERTE Y LOS RECUERDOS.

ENCUENTRO CON GUILLERMO FATÁS. LA MADRE, LA ENFERMEDAD,  LA MUERTE Y LOS RECUERDOS.

De vuelta del paseo matinal (ya saben, lo primero pasar por la cafetería-Librería "Cuentos cortos" de nuestra amiga María José Vidal: hoy hemos comprado una novela de Sharpe y una gruesa novela de autor desconocido sobre el Japón del S. XVIII...¡Cuatro euros en total!) encontramos a Guillermo Fatás, siempre cariñoso y elegante con Ana y con Celia. Conmigo prefiere un trato más de hermano mayor con prerrogativas de cachondeo a mi costa: es la ley de las primacías y esas cosas. Como para mí Guillermo es como un hermano mayor (tengo varios, aparte de mi hermano mayor Jesús: Guillermo, José-Carlos Mainer, José Antonio Labordeta, Eloy Fernández...; incluso tengo hada madrina: María Carmen Lacarra), como lo es, digo, me gusta su trato jocoso y pinchudo: siempre aguza el ingenio para reirse cariñosamente de mí, y eso es lo que ha hecho también este mediodía, junto al Canal, a costa de mi recién estrenada barriga pastillera.

Hablamos de las madres ya mayores, enfermas de esa enfermedad que llega a ser tener muchos años, de las tristezas que provocan las visitas, sus silencios, el espectáculo de su lenta extinción...  Guillermo tiene un orzuelo, o algo parecido en su ojo izquierdo, y procuro no mirarlo (la mirada vuelve ahí...) porque a mí ver algo en un ojo me produce lagrimeo, asi que lloro sólo por eso. Me pasa desde siempre y puede dar motivos de equivocación... Así que le miro el bigote ya cano y más poblado que nunca,  el móvil arco de las cejas y las líneas cortantes de sus mejillas que se hacen más patentes cuando ríe.

Hablamos de bobadas por no (no de bobadas porno, sino por no) ir a las cosas serias: ni es hora ni lugar ni falta que hace. Lo que haacemos son risas. Para qué contar...

Pero está ese recuerdo aún patente de la madre recién visitada, el íntimo lamento de un hijo que ha pasado un buen rato mirando a su madre mirar quién sabe dónde...

Le digo sinceramente que le comprendo pero que le envidio: mi madre (ya lo sabe él) está hecha polvo en un nicho de Torrero hace ya veintiseis años. Hace mucho que perdió sus ojos. Si mira será con otra forma de mirar, y esa es una idea o sueño a los que no renuncio. Pero mi madre y sus ojos, lo que se dice mi madre y sus ojos no están. Así que se lo digo. Nunca puedo resistir la tentación de decirlo a quienes cuentan cómo están sus madres, mayorcísimas...

Guillermo alaba la estampa de mi hija, inventa una cabriola intelectual y salta lejos del tema. Lo mejor. La sombra de los plataneros, a orilla del Canal, nos mima, y esa brisa preciosa que se mueve hoy por la ciudad.

Nos despedimos.

Ana me dice que ahora encuentra mejor físicamente a Guillermo, y como más tranquilo. Digo que sí. A mí también me lo ha parecido. Por encima de todo, uno se alegra de ver que los amigos hermanos mayores están bien, se ríen, guardan cariño, animan...

2 comentarios

poyoye -

Hola Javier, soy sobrino y nieto de los que aparecen en tu texto.
Gracias por querer así a mi tío, un tipo excepcional.

maria jose -

gracias javier por hacerme disfrutar de una charla tan real y cercana como la vida misma.