MAÑANA COMENZARÁ MI HIJA CELIA SUS ESTUDIOS DE ESO EN EL INSTITUTO
Los ojos de Celia ya ven más de lo que los míos pueden ver.
Hace nueve años llevé al colegio “Basilio Paraíso” a mi hija Celia por primera vez. Tenía tres años (ella), y cuando vi formarse aquella fila de pequeñas personas me dio mucha ternura y se me cayó el alma a los pies. Ya no era lo mismo que dejarla unas horas al día en la guardería.
Esperé a que desaparecieran por la puerta del colegio. Luego, de camino hacia el trabajo, lloré. Creo que no lloraba exactamente por Celia, o no solamente por ella. Lloraba sobre todo por mí, y no sólo por mí en ese momento de mi vida sino más bien por mí cuando tenía la edad de Celia y también entraba por la mañana temprano en un colegio…
A los dos años comencé a ir al parvulario de las Carmelitas de la calle Madre Vedruna (Vivíamos en la calle San Vicente Mártir: desde nuestras ventanas se veía el patio y la huerta del colegio). De las monjas tengo recuerdos diversos, unos buenos y otros malos. La encargada de mi clase era una monja grande (para un niño pequeño) y sobre todo iracunda: golpeaba con fuerza los pupitres con la correa de su cinto cuando se enfadaba, lo que ocurría todos los días varias veces. Esos golpes del cuero contra la madera me sobresaltaban. Pero también había una monja jovencita que se encargaba de nosotros (había un parvulario para niños y otro para niñas, claro) a la hora de comer y después. Es la que saco en mi novela “Cada vez infancia”, que jugaba muy cariñosamente con nosotros.
De los dos a los cinco años fui a ese colegio (no todos los días, y muchos de los días que iba me escapaba: mimadre estaba alerta en la ventana y al verme aparecer por la esquina de la calle bajaba corriendo a por mí. No recuerdo que me regañara). Además, pasé meses seguidos en cama en más de una ocasión, por entonces). El caso es que de aquel colegio de monjas tengo bastantes buenos recuerdos además de malos: el patio, los toboganes, los columpios (una pasión ya para toda la vida), las canciones de "La bruja pirulí se rasca la nariz...". Y la párvula López, una niña de la que me enamoré nada más verla pasar en su fila.
Al cumplir los cinco, que era cuando ya la cosa escolar iba más en serio. Entonces, como mis hermanos y mis tíos, abuelos, etc., fui matriculado en el colegio “El Salvador” de los jesuitas, y aquello fue una pesadilla terrible. Aún no he ocmprendido cómo se le puede acusar a un niño de nueve años de "conspirar contra la Compañía" (¿!). Yo pensaba: inspirar, expirar, conspirar: ¿tenían algo que ver los tres verbos? Mi madre me explicó que no y me dió una somera idea de lo que sería conspirar contra la Compañía de Jesús, lo cual, me aclaró, era imposible absolutamente que yo estuviera haciendo. Mi madre me tendría que explicar muchas cosas raras que me hacían y me decían los jesuítas (no toda la Compañía, pero sí varios de sus miembros, tanto sacerdotes como hermanos). Ellos y algún profesor laico. Una versión literaria de aquella pesadilla transformé en más de media novela de "Cada vez infancia", pero me reservo las anécdotas concretas para un día de éstos días. Aún no sé por qué no ha habido denuncias de nadie por todos aquellos tratos indignos y vejatorios que sufrimos como un rebaño de niños atemorizados.
Esa pesadilla duró hasta que, aprobada la reválida de cuarto, me matricularon en el Instituto Goya para hacer el bachiller superior de Letras. Eso representó en todos los órdenes de mi vida la salida de un oscuro y apestoso túnel intelectual y moral y significó lo más parecido a una liberación (de eso escribí en "Uno de los nuestros").
Celia no tuvo que entrar en un colegio de monjas ni de curas hace nueve años, pero a mí, esa mañana del primer día de Infantil se me vinieron todos los fantasmas de mi propia infancia encima y pasé muy mal rato. Había dejado a mi hijica en un colegio, a merced de personas a quienes no conocía. Su influencia pesaría en ella como la de su madre y la mía. ¿Qué sería de ella, tan pequenica?
El “Basilio Paraíso” resultó ser una escuela pública municipal como ya hay muchas y muy alegres en toda Zaragoza. Celia ha tenido una directora fantástica, Antonia, y unos profesores y profesoras magníficos: Pilar, Toña, Consuelo y Jesús han sido sus tutor@s a lo largo de estos doce años en los que se ha ido haciendo una persona creo que bastante cabal. Entre otras cosas, desde luego, gracias a la dirección, al profesorado, a l@s monitor@s del colegio “Basilio Paraíso”. ¡Y también hubo buena suerte con sus compañer@s de curso. A lo largo de estos nueve años han ido formando un grupo humano muy interesante.
La primera pregunta que me hizo Celia que tuviese algo que ver con su vida en el colegio me la hizo en enero de 1998. Quería saber qué quería decir la palabra “cojón”, porque se la había oído a una compañera de clase. Ése fue su primer "problema" en el colegio. Les aseguro que fui muy feliz aquella tarde contestando a su inesperada pregunta. ¿Tengo que explicarles por qué?
Así que cuando aquella mañana de septiembre de hace nueve años lloré después de haber dejado a mi hijica entrando en el colegio no creo que llorara por su infancia sino por la mía. Pero también por temor a que la suya, al menos la parte que correspondería a sus vivencias escolares infantiles, fuese tan desastrosa para ella como para mí lo fueron las vivencias en el parvulario y mucho peor aún en el colegio de los jesuitas.
Comparo la vida escolar que ha llevado mi hija en el “Basilio Paraíso” y el trato que ha recibido allí con el que me tocó sufrir a mí (e imagino que a muchos más críos y crías de mi generación) y me alegro absolutamente de los cambios que ha habido en este país. ¡Con lo importante que es la escuela en la vida de una persona! ¡Lo que va a depender del trato que reciba en ella!
Mañana Celia comenzará una nueva etapa de su vida escolar en Primero de la ESO en el Instituto Miguel Servet. Va bien preparada con lo que le han enseñado en el "Basilio Paraíso" y va hecha una muchachita que ya aprendió a enfrentarse por sí misma a los pequeños y medianos problemas de la convivencia cotidiana.
Espero y deseo de todo corazón que su vida en ese centro se desarrolle feliz, intensa, libremente. Que aprenda muchas cosas y se haga más persona todavía.
Que tengas mucha suerte, hija mía.
4 comentarios
Javier Delgado -
Muchísimas gracias por tus palabras y por tu testimonio personal. ¿Qué puedo decir(te)?
Un cordial, muy cordial, saludo.
Maysun -
Me ha enternecido mucho tu relato. Yo también estudíe en el Colegio Basilio Paraíso, aunque bastantes años antes que tu hija.
La verdad, no hubiera querido jamás tener que ir a un colegio de monjas, pero lo cierto es que uno público tampoco te salva de tener problemas y fantasmas. En mi caso recuerdo esa época como la más traumática de mi vida, y no por los profesores/as que eran encantadores en general (otros eran más palo pero como en todas partes) sino por los compañeros que tuve. A pesar de estar en un ambiente multicultural, (te puedo decir que habia 3 chinos, 2 brasileñas, 1 mexicano, 1 venezolana, y por mi parte mitad palestina-española sufrí mucho el racismo, el acoso y el trato vejatorio por parte del resto de los compañeros (sólo de los españoles, qué "raro"...) Con el resto me llevaba bien. La verdad es que ese grupito de mentecatos fascistas, homófobos, machistas y retrógrados, nos tenía bastante acojonados al resto de la clase (todos lo que, por lo que fuera, eramos distintos a ellos). Yo pagué cara esa experiencia de unos pocos años de mi vida sufriendo una emfermedad de la que , menos mal, me he recuperado, pero puedo decirte que no pude contarle a alguien (y esa fue mi madre) por primera vez y con un nudo en la garganta, lo que me había ocurrido entonces hasta no tener los 22 años. Fue una época muy muy dura en la que sufrí mucho, que sigue teniendo repercusiones en ciertos aspectos de mi vida, cosas que aun no he acabado de superar y que han marcado mi forma de ser y de vivir.
Con esto quiero decir que ir a un colegio público (y menos hoy en día en el que los valores y el respeto parecen estar pasados de moda) NO es una garantía de que la persona crezca de forma libre, igual, y feliz. Probablemente tu hija es una personita cabal porque tu y tu mujer la habéis educado bien. Si a eso le sumas un entorno adecuado pues el resultado es fantástico.
Te mando un abrazo y la enhorabuena por el blog.
Maysun.
adolfo -
Zelia -
(porque tengo pa años...)
Bss!!
P.D: En la foto salgo con ojeras!! -.-.