EL ANTIPARQUE: VANDALISMO INSTITUCIONAL EN LAS (¿ETERNAS?) OBRAS DEL PARQUE GRANDE
Artículo publicado en "Opinión" de Heraldo de Aragón el viernes 1 de febrero de 2008
EL ANTI PARQUE
Hay todavía en Zaragoza muchas personas que no saben lo que tienen, que no comprenden lo que saben, que no aman lo que comprenden y que no luchan por lo que aman. Lo peor es que algunas de ellas ocupan puestos oficiales, con lo que su (mala) sombra esconde complicidades entre lo peor y más negativo de lo que habita en nuestra ciudad, incluso sin que su intención sea esa (o ninguna). Estas palabras parecerán excesivas a quienes nada tienen que ver con las antesalas de las oficinas de algunas empresas ni con los pasillos que llevan a algunos destartalados despachos del poder. Parecerán también demasiado fuertes a quienes trabajan en esas oficinas y despachos sin que su trabajo consista en facilitar lo más mínimo las malas prácticas de sus jefes. Y aún es posible que a oídos de muchos de esos jefes, empeñados en tareas razonablemente honestas, suenen cacofónicamente sensacionalistas. Pero no creo que les puedan parecer infundadas a quienes realmente ocupan su bien remunerado tiempo en falsificar la percepción de las realidades de la vida cotidiana local de tal modo que aparezcan ante los ojos de sus conciudadanos tan deformadas que sea ya difícil advertir que lo expuesto a la vista comparte algo de las características de la realidad: por ejemplo, del Parque Grande.
El caso es que, como miles de ciudadanos, paseo muchos días por el Parque Grande, cuyo estado general hace anhelar los tiempos en que aún lo llamábamos Parque Primo de Rivera, lo que resulta irritante. Tanto como para comenzar este artículo de opinión opinando a bocajarro unas cuantas barbaridades, por lo demás perfectamente demostrables. ¿O es que puede atribuirse a otras causas, (¿causas naturales?) la penosa evidencia del desastre que nos está destruyendo ese parque con un cuentagotas de atrocidades? ¿O es que no es evidente que las obras llevan tantos meses medio activas o medio paradas que quienes frecuentan ese parque ya no se sienten obligados a respetar los más mínimos niveles de urbanidad, siendo su vandalismo algo así como la extensión del ejercido por aquel famoso demandante de la primera parte de la primera parte? ¿O es que hay algo en toda esa inefable yuxtaposición de despropósitos a cielo abierto que permita mantener la ciudadanía zaragozana (o lo que sea que insuflaran en nuestras pequeñas almas cuando nacimos aquí sin merecer castigo por ello) con dignidad?
Quien firma estas líneas no está hoy mismo en condiciones, ni lo intenta, ni lo esconde, de suscribir un texto pausado, medido, discreto, etc. Quizá porque pretende precisamente gesticular ante el trucado espejo en el que algunos (búsquese en la web del Ayuntamiento de Zaragoza o en el mismísimo Google) desearían que nos viéramos reflejados día tras día, por si acaso nos acostumbramos. ¡Pues no nos acostumbramos! Sepan quienes tengan algo que ver con las obras en (¿eterna?) realización en el Parque Grande (¡ay, devastados jardines de la Amistad!, ¡ay, deshumanizados puentes sobre la acequia de las Abdulas!, ¡ay, desarbolado rincón de Goya!, ¡ay, riberas del Huerva para siempre arrasadas!, ¡ay, vallas y más vallas que no guardan nada!, ¡ay, miserables escombros, raíces y ramas heridas, árboles ultrajados!), que la ciudadanía zaragozana no se ha resignado a perder su identidad civil con la merma de la identidad natural, artística y monumental del Parque Grande. Por si sirviera de algo.
JAVIER DELGADO ECHEVERRÍA
Bibliotecario y escritor
0 comentarios