BUJARIN POR LÖWY: UN MARXISTA REVOLUCIONARIO QUE AÚN (NOS) INTERESA
EL BUJARIN DE A.G.LÖWY
Acabo la relectura (treinta y dos años después de la primera lectura) del libro de A.G. Löwy El comunismo de Bujarin (Grijalbo, 1973). Como en otras relecturas que comento, ésta también me ha permitido hacerme una idea en cierto modo novedosa de las cuestiones fundamentales a las que se enfrentó Bujarin y de su forma particular de tratarlas.
El asunto fundamental que le preocupó durante toda su vida: la alianza (concreta, traducida a medidas económicas y sociales) entre la clase obrera y el campesinado, no sólo en la etapa inicial de superación del capitalismo sino en la construcción del socialismo (con interesantes apuntes sobre las relaciones industria - agricultura y mercado, sus formulaciones sobre “la ciudad mundial” y “la aldea mundial”, hoy mismo inspiradoras). Pero aquí Bujarin (en abierta contraposición a los trotskistas y especialmente a Stalin) se esfuerza en buscar los métodos “no coercitivos” para la aplicación de una política económica mientras advierte con insistencia de los peligros de la “burocratización” y de la identificación partido-Estado.
A propósito de las búsquedas de Bujarin me ha vuelto a divertir la anécdota de 1936, en la que, repasando textos de Marx, “suspiró y murmuró: Ay, Carlitos, ¿Por qué no lo terminaste? Ya sé que te era difícil, pero no sabes cómo nos habrías ayudado”. Pero lo decisivo, con todo, lo verdaderamente importante de la contribución de Bujarin, fue que lo que no encontró en Marx lo buscó en su compromiso personal infatigable de estudio desprejuiciado y científico de la realidad concreta que se pretendía transformar. De los dirigentes bolcheviques, sólo Lenin, Bujarin (y en menor medida, Trotsky) tuvieron ese diálogo de tú a tú tanto con los estudios precedentes (de Marx o de otros, del ámbito revolucionario pero también de otros ámbitos) como con los datos concretos de la realidad en un momento dado. Esa me parece, precisamente, la clave de su permanente actualidad.
La lectura, hoy día, de estos textos está (y debe estarlo) “filtrada” por la experiencia tremenda del desplome del llamado “bloque socialista”, un mundo, queramos o no, heredero del mundo cuya construcción comenzaron aquellos hombres y mujeres de la Rusia de 1917. Pero ese filtro histórico, lejos de alejarnos de esos textos, puede servirnos, precisamente, para relativizar sus aportaciones y valorarlas con una capacidad de discermimiento muy superior a la que durante décadas pudieron tener miles de comunistas (y socialistas y anarquistas) traumatizad@s por las grandes exaltaciones y desilusiones de una experiencia de “socialismo realmente existente” de la que les era imposible hacer abstracción (ya desde la temprana “abdución” de las direcciones de los partidos comunistas por el aparato ruso de la III Internacional).
[Hace ya bastantes años que el estudio de la amplia documentación que aportaron los seis volúmenes de la obra de Aldo Agosti La Terza Internazionale. Storia documentaria (Riuniti, 1974-1979) me puso los pelos de punta. También las memorias del muy importante funcionario de la dirección de la III Internacional Jules Humbert-Droz, De Lénine à Staline: Dix ans au service de l’Internationale Communiste, 1921-.1931 (La Baconnière, 1971).]
Los asuntos económicos fueron la preocupación fundamental de Bujarin: sus investigaciones sobre el “capitalismo de estado”, el lanzamiento de su Nueva Política Económica (NEP), su gran debate con Preobazhensky, sobre las teorías de éste, “la ley de la acumulación originaria socialista”…Bujarin siempre intentó apoyar en una solida base teórica las propuestas de medidas concretas, aunque ciertamente no se abstuvo, sobre todo de joven, de publicar esquemáticos manuales (Como su ABC del comunismo y otros similares).
Esos “dos Bujarin” (como también los hubo en la lucha política, el elegante y el demagogo, el oportunista y el convencido, el posibilista y el doctrinario) fueron la condena de un hombre que, además, lo que deseaba ya en 1928 era dedicarse a “escribir libros” - lo que sólo haría ya en prisión: sus últimas obras teóricas y su preciosa novela “Así comenzó todo” (Pretextos, 2007). Pero también en la actividad política hay un rasgo de Bujarin que lo distingue de muchos otros bolcheviques: su acatamiento de la disciplina de partido (que le llevaría, conscientemente, a entregarse a sus enemigos - ¡que bien que se aprovecharon de ella! - y afrontar dignísimamente la cárcel y la muerte).
Que la “rehabilitación” de Bujarin en la URSS tardase cincuenta años (desde su ejecución en 1938 hasta la evocación positiva de su memoria por Gorvachov) - y eso gracias a la infatigable actividad de su viuda - da idea de lo peligroso que puede resultar acercarse a su vida y a sus textos para quienes, proclamándose marxistas, sigan necesitando alimentarse de catecismos y de vidas de santos.
¿Adivinan Ustedes a qué rojo me voy a dedicar a releer ahora?
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