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javierdelgado

“EL ETERNAUTA” DE OESTERHELD (Y SOLANO)

“EL ETERNAUTA” DE OESTERHELD (Y SOLANO)

“EL ETERNAUTA” DE OESTERHELD (Y SOLANO)

 

Bajo los efectos de las noticias sobre el estado de salud de mi admirado amigo el pintor Vicente Pascual Rodrigo, que parece agonizar irremediablemente, ayer no pude ponerme a nada y hoy a muy poco. 

 

Por entretener la cabeza, fuí a la librería “Taj Mahal” y compré “El Eternauta” de Oesterheld. Volví a casa con un ejemplar editado en marzo de este mismo año (2ª edición especial “50 aniversario”) por la famosa editorial especializada en cómics Norma. Mirando sus cubiertas tuve la duda: ¿de verdad que no había visto antes aquel título y aquellos dibujos?

 

Había leído hace unos días el impresionante artículo de Manuel Rivas “El desaparecido HGO (Una historia argentina)” en El País Semanal, sobre la vida, obra y “desaparición” de Héctor Germán Oesterheld (¡y de sus cuatro hijas!) en la Argentina de la última dictadura militar (1973-1983). Me pregunté, mientras lo leía espantado, cómo no había sabido antes de ese hombre genial y de sus obras y cómo no conocía la terrible historia de su familia (una más, pero un poco especial, entre miles de terribles historias vividas durante los años de dominación de la “tecnología del infierno”, como escribiría Ernesto Sábato). ¿Es posible que no tuviera noticias suyas?

 

Comencé la lectura de esas 366 páginas llenas de imágenes escalofriantes (de Francisco Solano López) en las que un texto (de Oesterheld) calculado al milímetro comenzó a ejercer su embrujo en mi mente. No sé si ha sido la mejor idea leer “El Eternauta” en estas condiciones, pero me ha mantenido intensamente concentrado durante unas horas que me resultaban difíciles. “El Eternauta”, en cualquier día,  merece ser leído en cualquier circunstancia y no necesariamente bajo los efectos de la pena y la necesidad de evasión.

 

“El Eternauta” es la historia de una invasión destructora y deshumanizadora y también (o sobre todo) es la historia de resistencia humana frente a un totalitarismo inaceptable. El Buenos Aires de finales de los años cincuenta, en su detalle concreto, se transforma en el inmenso campo de batalla en el que un grupo de supervivientes intenta mantener la dignidad frente a cuantos elementos (todos más o menos robotizados por “Los Ellos”) pretenden arrasar la civilización. Como quería su autor, se trata de una variante de la historia de Robinsón Crusoe, pero la variante adquiere tales características propias que se transforma en una verdadera aportación personalísima.

 

La multitud de elementos que componen los mecanismos de unos personajes sometidos contínuamente a una brutal presión psicológica nos enfrenta a nosotr@s mism@s, lector@s, a dilemas de no fácil solución, y eso hace de “El Eternauta” una lectura “iniciática”: funciona como un manual de supervivencia y resistencia (incluso en el sentido concreto de manual para el comportamiento en la guerrilla urbana) frente a un enemigo poderosísimo y sin escrúpulos de ningún tipo (como llegaría a ser – entre otras de su época - la dictadura militar que acabó con la vida, en Argentina, de un Oesterheld ya convertido en clandestino militante montonero).

 

Leer “El Eternauta” nos hace conscientes de muchas realidades de la opresión y de muchas “trampas” de la ideología. El empeño de sus protagonistas por conocer la identidad y las caracterísitcas de quienes han desatado la destrucción y la muerte a una magnitud insospechable es el lúcido empeño de cualquier persona que realmente quiera enfrentarse a los mecanismos del poder. Es el mismo empeño de su autor, el mismo por el que a él y a sus cuatro hijas les serían arrebatadas, años después, sus vidas. Se trata por eso, sin duda, de un tipo muy especial de obra de arte.

 

 

 

 

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