CHE GUEVARA: LA FANTASÍA DEL CINE Y DOS LIBROS QUE AÚN NO HE LEÍDO
CHE GUEVARA: LA FANTASÍA DEL CINE Y DOS LIBROS QUE AÚN NO HE LEÍDO
Fui a ver la (última) película sobre el Che Guevara y me gustó ver que en la sala había bastante gente, bastante joven y much@ latinoamerican@.
En la pantalla el actor da bastante bien el pego y hasta uno cree haber visto antes al mismísimo Che hacer y decir lo que el actor hace y dice en la película. No así con el que hace de Fidel Castro, un tanto caricaturizado por el lado de lo histriónico. Se ve que sólo puede haber un mito por película.
Me pareció que sobraban muchos minutos y que faltaban bastantes elementos de juicio y esas cosas.
De postre, me compré una biografía del Che con el peligroso título “Che Guevara” que publicó un para mí desconocido (por eso mismo compré su libro) berlinés Frank Niess hace ya cinco años y que se difunde traducido (por Mónica Scholz) a la lengua española por la editorial EDAF desde 2007.
Guardaba para la ocasión un viejo libro sobre el Che (de hecho, lo compré “de viejo”), escrito por un para mí también desconocido Horacio Daniel Rodríguez (se publicó en Francia y en España al mismo tiempo; aquí por Plaza & Janés, 1968), que tiene la gracia del momento.
Me parece que el autor no acierta en nada en las páginas finales, cuando dice, por ejemplo: “Así pues, el ‘condottiero’ ha muerto. Pero en el mismo momento el mito ocupa su lugar. O se pretenderá hacerlo. Castro se ocupará de que no ocurra. En ello le va, en parte, la continuidad de su poder”.
Es lo que tiene publicar nada más que suceden las cosas. Por eso merece la pena, de vez en cuando, echar un vistazo a lo que se ha publicado sobre un asunto. Por lo demás, como no he hecho sino ojearlo, “suspendo el juicio” y ya les diré.
No sé si Horacio Daniel Rodríguez sigue vivo ni si, de estarlo, ha visto la película sobre el Che que “echan” ahora mismo en los cines de medio mundo (o más). Quienes estábamos vivos cuando vivía el Che (y leímos con ojos juveniles en la revista “Triunfo” los reportajes sobre sus últimos días y su asesinato) y seguimos vivos cuarenta años después tenemos cierta obligación de afrontar biografías como la suya desde la contemporaneidad. Una contemporaneidad que no la da, exactamente, la fantasía del cine, sino la realidad de la calle. La puta calle.
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