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javierdelgado

CRISIS ECONÓMICA: AUTOCRÍTICA SOCIAL ( II ) LA JUVENTUD

CRISIS ECONÓMICA: AUTOCRÍTICA SOCIAL ( II )

 

Estábamos en que esta crisis económica no ha surgido de la contradicción inmediata entre la insumisión al sistema capitalista por sus explotad@s y la defensa del sistema por los explotadores*, sino de las contradicciones internas del propio sistema capitalista entre facciones de su sistema financiero, facciones de su entramado productivo industrial y agrario,  facciones de su sistema comercial, etc., así como de la actividad de dirigentes de esas y de otras facciones en / con los gobiernos del mundo, especialmente (en este caso) en / con el gobierno de los EE.UU y muy especialmente entre la facción de la intelectualidad ultraneoliberal norteamericana (de la escuela de Milto Friedman) y el resto de las facciones intelectuales de la dirección económica mundial.

 

El párrafo anterior, además de largo, puede resultar un poco lioso por su sintaxis, pero pienso que esa misma sintáxis facilita una visión del fondo del asunto, asunto de por sí bastante lioso y al que merece la pena acercarse sin esquematismos “didácticos”. Quiero decir con esto que la expresión real de la realidad de las actuales contradicciones en el seno del sistema capitalista es aún más complicada que los intentos de expresión sintáctica (en cualquier idioma) de la misma.

 

Volviendo a la “autocrítica social”, parece claro que una de las características universales de la realidad sociológica del sistema capitalista actual (de los últimos treinta años) ha sido (y es) la pasividad de la mayoría de la población joven ante las injusticias sociales, su acrítico y entusiasta abrazo de los ideales del consumismo y el profundo arraigo en sus mentes de la buena nueva del “enriquécete y corre” lanzada acá y acullá como bonito anzuelo en las aguas turbias del desmantelamiento del Estado del bienestar y de la extensión del paro (especialmente juvenil).

 

La industria del entretenimiento (no hay más que ver las cifras que se barajan en cuanto se habla de videoconsolas, viedojuegos, etc.) ha hecho de la juventud un mercado “cautivo” feliz de sentirse cautivado, mimado, halagado…y anestesiado por una realidad virtual en la que lo más pareceido a la acción social son los “juegos de rol”. Mientras l@s chic@s estudian la carrera y se unen a las filas del paro lo pasan relativamente bien jugando con sus amig@s, chateando, enviándose mensajes, etc., desde la cómoda estabilidad relativa del domicilio familiar, esto es, sin salir para nada importante de la casa de sus padres, a quienes succionan todo cuanto se dejan succionar (que es mucho).

 

La colaboración de l@s hij@s mayores de catorce años a las economías familiares es prácticamente nula en todo el Occidente capitalista y el índice de consumo de la población comprendida entre esos catorce y los veinticuatro años (y los treinta también) es absoluta y absurdamente desproporcionada a su capacidad adquisitiva real. Su consumo representa un grave factor desestabilizador de las economías familiares, ya de por sí seriamente desestabilizadas a cañonazos de publicidad engañosa (trataré esto en otro artículo).

 

¿Cómo pueden colaborar la mayoría de l@s jóven@s a dar a esta crisis una salida positiva para l@s trabajador@s? En primer lugar, pueden asumir su real posición económica en el conjunto de la sociedad (y no pretender vivir como l@s señorit@s de añtaño ni como los pij@s de hoy). En segundo lugar, pueden plantearse su colaboración voluntaria (y no pagada) en la realización de las tareas domésticas del hogar familiar en el que se les da cobijo, de forma que l@s adult@s con trabajo (especialmente las mujeres de la familia) no tengan doble jornada laboral. En tercer lugar, pueden acceder a cierto tipo de trabajos (no cualificados, etc.) de los que últimamente han huido como del mismísimo  diablo con el argumento de que para eso no se están formando, etc.

 

Aceptar que no siempre se puede acceder directamente al mercado laboral con la titulación máxima conseguida en las aulas es parte del aprendizaje laboral de cualquier generación y ayudarse durante los estudios (para no ser más “carga” en casa) con trabajos diversos es una buena forma de contribuir a la propia formación como trabajador@s. Se está dando el caso ahora mismo de ofertas laborales razonables a las que no acuden l@s jóvenes y de ofertas laborales a las que acuden sin el mínimo de preparación exigida (especialmente, sin preparación suficiente en el manejo de idiomas); en ambos casos se demuestra que un notable número de jóvenes no acceden al mercado laboral porque en su imaginario no consta la necesidad vital del acceso a un puesto de trabajo en edad juvenil. En la Universidad española, un gran número de estudiantes pretende vivir como los señoritos de hace cincuenta años (con sus tropelías juveniles incluídas) sin darse cuenta de que no tienen a sus espaldas un colchón familiar económico como el que tenían a su servicio aquellos señoritos. Y es absurdamente frecuente la delegación en los padres y madres de tareas personales como la matriculación, la presentación de trabajos y la petición de libros en préstamos.

 

Estoy seguro de que much@s jóvenes pueden sentirse retratad@s en estas líneas, veo sus caras (como las he visto durante veinticinco años en la Biblioteca y en los pasillos de la Facultad Filosofía y Letras) y puedo apostar a que no quieren identificarse con esta imagen tan negativa de ellos mismos. Sé que inmediatamente surgirán de entre ell@s voces airadas, protestas, etc. ¡He manchado el sacrosanto nombre de la juventud! ¡He osado hacerles responsable de algo! ¡No estoy de su parte! ¡Desconozco sus grandes esfuerzos a favor de la humanidad! ¡Me sumo a las voces que les insultan!

 

No es que me dé igual. Pero el caso es que si ni la juventud es capaz de mirarse a sí misma (también) con una mirada autocrítica, entonces apaga y vámonos.

 

(Continuará)

 

 

* Cuando hablo de explotad@s es porque me parece claro que no hay entre ell@s una mayoría aplastante de ningún género. Cuando hablo de explotadores es porque me parece claro que la mayoría de ellos son (aún) del género masculino.

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