DEMOCRACIA, ¿PARA QUÉ? Sobre la convocatoria del 25 S
DEMOCRACIA, ¿PARA QUÉ?
Artículo publicado en Heraldo de Aragón el 6 de septiembre de 2012
La célebre pregunta: “Democracia, ¿para qué?” no fue muy bien
comprendida o fue interesadamente tergiversado su sentido. En
cualquier caso, aquí la retomamos en un contexto muy distinto y con
otra intención. Pero nunca está de más comenzar un artículo aludiendo
a algo más o menos famoso en el pasado para luego olvidarnos del
asunto: últimamente parece estar de moda, más o menos como toda esa
iconografía que adorna las camisetas. El caso es que nos podemos hacer
esa misma pregunta para intentar aclarar qué demonios podemos
conseguir hoy día, en la acción política o social, aprovechando
algunas elementales normas democráticas de comportamiento. Porque la
realidad es que no estamos aprovechando dichas normas. Que no lo hagan
quienes mandan en el mundo es casi una obligación suya, pues
difícilmente seguirían mandando si respetaran estrictamente la
democracia “formal” que encubre sus acciones más decisivas. Que no lo
hagamos “los de abajo”, ni siquiera en nuestras relaciones mutuas,
resulta estremecedor y desalentador.
Escribo estas líneas con la vista puesta en el anónimo llamamiento a
“rodear indefinidamente el Congreso de los Diputados” el próximo día
25, con lo que, se nos asegura, conseguiremos grandes y definitivos
beneficios para el pueblo soberano humillado y ofendido (e indignado).
Sé que resulta impopular (al menos, en las capillas de la
“insurrección”) decirlo, pero convocatoria tan oscuramente anónima
como generosamente difundida, aparte de una mamarrachada política, me
parece un ejemplo de todo lo contrario a lo que deberíamos estar
haciendo en estos momentos: democratizar las organizaciones populares,
que llevan demasiado tiempo sumidas en un caos burocráticamente
rutinario ajeno a la transparencia participativa. Si queremos oponer
algo contundente al poder de los poderosos, nuestras insuficiencias
democráticas no son, precisamente, lo más digno de apoyo, aunque
fueran valoradas solamente (algo es algo) desde el punto de vista de
sus perniciosos efectos en la eficacia real de nuestras acciones
colectivas. ¿Pues no decimos, con razón, que queremos, que
necesitamos, más democracia? Democracia, ¿para qué?
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