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ESTUDIOS

DECORACIÓN DE LA SILLERÍA GÓTICA DE LA CATEDRAL DE TARAZONA

                                              

                                         UN CORO ENMUDECIDO
                           La decoración de la sillería de la Catedral de Tarazona           
                                                                       Javier DELGADO ECHEVERRÍA
  1. Una estirpe de sillerías.
La sillería del coro de la Catedral de Tarazona pertenece a una importante familia de sillerías góticas de Aragón que tienen como patriarca y modelo a la gran sillería gótica de La Seo de San Salvador de Zaragoza[1]. Una familia integrada, además de por la citada, por las sillerías góticas de la iglesia de San Pablo de Zaragoza,  de las colegiatas de Daroca y Borja[2] en la provincia de Zaragoza y de la iglesia de San Pedro el Viejo de Huesca. Otras más modestas sillerías pertenecientes a esta ilustre familia son las de la colegiata de Santa María la Mayor de Bolea y la del monasterio de Casbas, ambas en la provincia de Huesca[3].

En las páginas dedicadas al estudio de la sillería de la Colegiata de Santa María de Borja defendíamos que contrariamente a lo que ocurre en otras sillerías góticas españolas, como las del denominado “grupo leonés”(en las que las escenas bíblicas establecen la ordenación espacial y el rango de los espacios)[4], la organización espacial (y por tanto la posible interpretación del sentido artístico del conjunto) de la decoración de estos coros aragoneses podría investigarse sobre la base de la interpretación de los elementos figurativos humanos, animales y vegetales presentes en ellos[5]. Este tercer trabajo, ahora sobre la sillería de la Catedral de Tarazona, parte de los mismos supuestos y se orienta en la misma dirección. Esperamos que los ya dedicados a las sillerías de la iglesia de San Pablo de Zaragoza y a la de San Pedro el Viejo de Huesca, así como el iniciado sobre la sillería de la Colegiata de Daroca vayan saliendo a la luz sin excesiva dilación, aunque sólo fuese por cumplir lo prometido en su día a la Doctora Maria Carmen Lacarra Ducay, “hada madrina” a quien tanto debe quien suscribe estas líneas.

Por lo que respecta a esta sillería de la Catedral de Tarazona, advertimos ya que su decoración se mantiene en el mundo iconográfico de las demás citadas, siendo su modelo más cercano la sillería gótica de La Seo de Zaragoza, a la que sin duda se pretendió asemejar. De la documentación histórica sobre todo lo relativo a su construcción ya escriben en estas mismas páginas, sabia y eruditamente, los profesores Jesús Criado Mainar y Teresa Ainaga Andrés y nada podríamos aportar en ese terreno. Nuestra intención se centra en las características formales de esta sillería que, precisamente por serlo de una integrante de la familia de sillerías aragonesas aludidas, puede aumentar el conocimiento sobre la forma de actuar de todo un grupo de artistas (extranjeros –especialmente flamencos- y locales –especialmente conversos y mudéjares) de la época en Aragón.

Los rasgos comunes de este conjunto de  sillerías son:

. ausencia de representación de escenas bíblicas o de ningún otro tipo

. escasa presencia de personajes concretos de las Escrituras

. indefinición de la personalidad concreta de la mayoría de las figuras humanas

. notable presencia de figuras animales y, sobre todo, monstruosas

. abundancia predominante de figuras vegetales.

. coincidencia general en la identidad de las especies vegetales representadas

Se trata, pues, de conjuntos artísticos cuya trabazón intelectual o su discurso descriptivo no se presenta evidente ante los ojos del observador y en los que la impresión de “dispersión” iconográfica supera con mucho a la siempre deseada facilidad de lectura de un “mensaje”. Las redes significativas que unen entre sí a las figuras de cada una de estas sillerías permanecen invisibles, seguramente porque se diseñaron sobre la base de una concepción artística en la que la capacidad “narrativa” (vinculada a una intencionalidad patente de “lección”), se tuvo mucho menos en cuenta que su capacidad poética de alusión y sugerencia. Éstas serían sus verdaderas metas y la razón de un estilo que podríamos definir como “conceptual” si se asume que bajo este término cabe y campa el amplísimo mundo de la simbología.

En estas páginas tan sólo pretendemos aportar, una vez más, elementos de juicio sobre estos aspectos. Y el más importante de ellos, sin duda, es la identificación certera de la identidad iconográfica de las figuras talladas en estos maravillosos monumentos del arte gótico. Identidad de las figuras humanas, animales, monstruosas y vegetales, como se dijo. Y si hacemos hincapié siempre en la importancia de la identificación de las figuras vegetales ello se debe, en primer lugar, a que nunca o casi nunca se ha tenido en cuenta esa identidad ni las razones posibles de su presencia; y en segundo lugar, muy especialmente,  a que la suma del dato de la identidad de las figuras al dato de la ubicación de las mismas a lo largo y ancho de una sillería  nos ha permitido establecer pautas concretas sobre el esmerado y en absoluto arbitrario diseño de su distribución, como demostramos en el caso de la sillería de la Colegiata de Borja. Se trata de obras en las que las figuras vegetales establecen entre sí vínculos que proceden de una estricta concepción geométrica de la sillería como espacio artístico.

  1. Relación detallada de las figuras y adornos tallados en la sillería del coro de la Catedral de Tarazona.

Como en las demás sillerías mencionadas, la decoración de la sillería de la catedral de Tarazona se presenta en tres espacios bien definidos:

. en los apoyamanos de todas las sillas y en los capitelillos sobre los apoyamanos

. en el respaldo alto de la segunda fila (en capiteles, crosas, doseles y crestería)

. en el conjunto de la silla presidencial

Ni en el respaldo bajo corrido de la segunda fila ni en las misericordias de cada una de las sillas (ubicaciones muy frecuentes de escenas y figuras de importante valor en otras sillerías góticas, como las del “grupo leonés”) se tallaron figuras, característica que también emparenta entre sí al conjunto de sillerías que estudiamos.

En el caso de esta sillería hay que destacar:

. En los apoyamanos, mayoría de  figuras humanas reducidas a la representación de sus cabezas.

. Ausencia casi absoluta de figuras reconocibles como personajes bíblicos en los apoyamanos.

. Evidente actuación de distintas manos en la talla de las crosas, en las que hay diferentes fórmulas de realización.

. Ausencia casi absoluta de figuras no vegetales en las crosas (únicamente tres figuras de animales fantásticos en ellas).

. Repetición del mismo motivo geométrico del adorno de los doseles, que se repite también a lo largo de toda la crestería: lo que en los documentos de la época aparece denominado “labor de claraboya”.

2.1 Figuras de los apoyamanos, por piezas

(Cada pieza –un disco de madera- tiene dos caras decoradas)

(Se mencionan de  izquierda a derecha comenzando por el pie del coro)

Primera fila

1 ¿nada? (armario adosado) y rosa

2 majuelo y rosa

3 sol más h. De cardo y rosa

4 acanto y luna

5 acanto y majuelo

6 rosa y luna

7 sol y acanto

8 majuelo y luna

9 rosa y rosa

10 sol y rosa

11 rosa y luna

12 rosa y luna

13 rosa y majuelo

14 luna y majuelo

15 rosa y rosa

16 ángel orante y cabeza masculina

17 varón orante (¿fraile?) Y músico con laúd

18 acanto y luna

19 dragón y león

20 cabeza masculina y cabeza masculina

21 cabeza masculina y rosa

22 [falta la pieza]

23 cardo y cardo

24 acanto y acanto

25 acanto y acanto

26 cardo y cardo

27 vid y vid

28 luna y dragón

29 acanto y rosa

30 acanto y acanto

31 cabeza masculina y acanto

32 cardo y cardo

33 dragón y dragón

34 acanto y acanto

35 cabeza masculina y vid

      36 vid y ¿nada? (armario adosado)

Segunda fila:

 

1 cabeza con acanto y rosa

2 centauro con bolas y  cabeza masculina

3 rosa y  vid

4 cabeza femenina y rosa

5 majuelo y rosa

6 luna y majuelo

7 majuelo y rosa

8 acanto y luna

9 centauro con bolas y músico con laúd

10 vid y rosa

11 sol y cabeza femenina

12 sol y rosa

13 rosa y majuelo

14 músico con  laúd y luna

15 majuelo y luna

16 acanto y majuelo

17 majuelo y sol

18 luna y cardo

19 majuelo y sol

20 centauro con escudo sin armas y sol

21 acanto y varón orante

22 acanto y rosa

23 rosa y ángel orante

24 acanto y ángel que porta escudo con herraduras: escudo del obispo Don Andrés                                           Martínez Férriz

25 Cruz con concha: escudo del Deán Don Lope Cunchillos

26 dragón y san pedro

27 acanto y luna

28 cabeza masculina y dragón

29 luna y cabeza masculina

30 cabeza masculina y rosa

31 acanto y rosa

32 luna y cabeza masculina

33 cardo y cardo

34 luna y cabeza masculina

35 cardo y cardo

36 rosa y rosa

37 cardo y cardo

38 cabeza masculina y varón joven con libro (¿diácono?)

39 majuelo y rosa

40 cardo y cardo

41 cabeza masculina y cabeza masculina

42 cardo y cardo

43 cabeza masculina  y dragón

44 cabeza masculina y cabeza  masculina

45 sol y luna

46 acanto y acanto

47 dragón y dragón

48 acanto y acanto

2.3 Por orden de frecuencias, la lista de la presencia de las figuras de los apoyamanos es la siguiente:

29 rosas

17 cardos

16 acantos

14 majuelos

  6 vides

.......

18 lunas

  9 soles

......

9 dragones

3 centauros

......

10 cabezas masculinas

  2 cabezas femeninas

  3 músicos

  3 ángeles (dos orantes y uno sosteniendo un escudo)

  1 fraile orante

Total figuras en los apoyamanos: 154 (faltan las dos figuras del apoyamanos 22 de la primera fila, desaparecido). La mayor parte de las figuras talladas en los apoyamanos  presentan motivos vegetales (91 de 131).  40 de ellas están dedicadas a otros temas (27 son soles y lunas, 19 son figuras humanas y 12 representan dragones y centauros).

Más adelante comentaremos algunos aspectos de algunas figuras de los apoyamanos. Por lo que respecta a las figuras vegetales, remarcar la predominancia de vegetales con simbolismo femenino y mariano (rosa, majuelo) sobre los masculinos y cristológicos, (cardo, acanto, vid) y sobre todo la muy escasa presencia de la vid en esta sillería (sólo se talló, además de en seis (de los setenta y seis) apoyamanos, en una de las cincuenta crosas). Si en La Seo de San Salvador de Zaragoza la preeminencia de simbolismo cristológico era evidente, en esta sillería parece haberse tenido en cuenta la advocación mariana de la catedral de Tarazona.

2.4. Capitelillos sobre los apoyamanos

Todos ellos decorados con pequeñas figuras vegetales (una o dos hojas) delicadamente talladas. Se repiten en un orden aparentemente aleatorio los motivos del cardo (de dos formas representado) y el majuelo: cardo y majuelo, de nuevo la pareja simbólica fundamental.

2.5 Capiteles de los respaldos de la segunda fila

(De  izquierda a derecha comenzando por el pie del coro)

1 [ falta]

2 acanto

3 acanto

4 acanto

5 acanto

6 acanto

7 acanto

8 acanto

9 acanto

10 acanto

11 acanto

12 acanto

13 acanto

14 acanto

15 acanto

16 acanto

17 acanto

18 acanto

19 acanto

20  majuelo

21 cabeza de animal con hojas de acanto que salen de su boca

22 cardo

23 acanto

24 acanto

25 acanto

Silla Presidencial: laterales de hojas y frutos de roble, dos mensulillas aéreas con    col rizada, una rosa en la clave de bóveda del baldaquino, cardo, acanto y cardo en la base de los tres  pináculos.

En el respaldo de la silla central, taracea con el escudo del obispo Don Andrés Martínez Ferriz (cruz con herraduras). Sobre él, una mitra. A ambos lados, dos cruces. Todo ello enmarcado por un suave  relieve ajedrezado.

26 escudo con tres conchas más hojas de acanto laterales: escudo del Dean Don Lope Cunchillos

       27 cara con hojas de acanto laterales

       28 acanto

 29 acanto

30 cardo

31 acanto

32 cardo

33 acanto

34 acanto

35 acanto

36 acanto

37 cardo

38 acanto

39 acanto

40 majuelo con frutos

41 acanto

42 acanto

43 roble con frutos

44 majuelo

45 acanto

46 acanto

47 acanto

48 acanto

49 cardo

50 acanto

El orden de frecuencias de las figuras vegetales de los capiteles es la siguiente:

38 acanto

  4 cardo

   3 majuelo

   1 roble

Merece la pena resaltar que todas las figuras de cardo, majuelo y roble están talladas en el ala derecha de la sillería. El ala izquierda y el frente presidencial son territorio del acanto: realmente hubo menos ¿interés? En quien(es) realizaron todos esos capiteles monotemáticos.

En los capiteles la reproducción artística es de un claro naturalismo, adoptando las características propias de cada planta sin estilización ninguna, lo que les dota de una singular fuerza plástica, diríase vital. Los nos. 40 y 43, majuelo con frutos y roble con frutos respectivamente, son especialmente interesantes en este aspecto.

Entre los capiteles destacan los dos adornados con cabeza de persona y de animal de las que salen hojas de acanto, así como el único en el que se representa el escudo del Deán  Don Lope Cunchillos, una exhibición de su poder económico. Que además ese capitel nº 26 esté en línea con la figura de San Pedro del apoyamanos nº 26 de la segunda fila reduplica una señal que no pudo pasar inadvertida en su época.

2.5 Crosas

(De izquierda a derecha desde el pie del coro)

1 majuelo y dragón (sin cabeza)

2 col rizada

3 majuelo

4 cardo

5 majuelo

6 cardo

7 majuelo

8 cardo

9 majuelo

10 cardo

11 majuelo

12 cardo

13 col rizada

14 cardo

15 majuelo

16 cardo

17 majuelo

18 majuelo

19 majuelo

20 cardo

21 majuelo

22 majuelo

23 majuelo y dragón (sin cabeza)

24 cardo y dragón (sin cabeza)

25 vid

[Silla Presidencial]

26 col rizada

27 col rizada

28 majuelo

29 cardo

30 majuelo

31 col rizada

32 cardo

33 majuelo

34 cardo

35 col rizada

36 col rizada con hojas de majuelo en la base

37 col rizada

38 majuelo

39 cardo

40 col rizada

41 majuelo

42 cardo

43 majuelo

44 col rizada

45 majuelo

46 cardo

47 majuelo

48 cardo

49 cardo

50 cardo

Además de la evidencia, ya señalada más arriba, del concurso de diferentes manos en la talla de las crosas, subrayamos la existencia de media docena de modelos compositivos de las mismas (independientemente de sus motivos vegetales). Esto podrá advertirse claramente observando las fotografías.

Las crosas 25 y 36 son especiales: la primera porque es la única en la que el motivo vegetal es una hoja de vid; la segunda porque es la única en la que se tallaron dos tipos de vegetales: bajo hojas de cardo, hojas de majuelo.  Sobre la vid de la 25, señalar que es la crosa inmediata a la derecha de la silla presidencial (desde el punto de vista de la autoridad en ella sentada) y que no puede olvidarse su importante simbolismo eucarístico. Sobre la pareja cardo-majuelo de la crosa 36, señalar que cardo y majuelo hacen en general pareja simbólica: masculino/ femenino, dolor / gozo, Cristo / Virgen. Lo cual en esta sillería de una catedral dedicada a la Virgen de la Huerta cobra especial significación.

  1. La calidad de las tallas
 

Como se dijo anteriormente, la calidad de las tallas de esta sillería es francamente buena, sin llegar a la excelencia de las que pueden verse en las de La Seo de Zaragoza o en la Colegiata de Daroca. Afortunadamente se encuentran en un general buen estado, aunque todo el conjunto requiere un urgente tratamiento de limpieza y restauración. Su actual ubicación no es la óptima, aunque seguramente no haya otra mejor para ella en toda la catedral mientras la nave central no pueda acogerla de nuevo.

Apoyamanos

 Por lo que respecta a la calidad de su ejecución, el nivel medio es muy notable, si bien en algunas ocasiones se tallaron sin delicadeza. Hay muy bellas figuras, como las de los laudistas, y muchas cabezas humanas tienen nobleza y gracia. Pero la figura de San Pedro sorprende por su tosquedad.

Es curiosamente en las figuras de tipo vegetal en las que los artistas pusieron lo mejor de su arte, tallando diversas variantes de las hojas de las especies representadas, con movimientos y vueltas de gran estilo. El recurso del calado, mediante el cual en el interior de la figura se dejan vanos que comunican con la otra cara de la pieza, también eleva el interés de estas tallas, de muy difícil ejecución e impactante resultado estético. En más de media docena de apoyamanos y más del doble de crosas se utilizó el calado. Su resultado estético es magnífico, y lo sería más sin duda cuando la sillería estuviera convenientemente iluminada, o a determinadas horas del día. 

Sólo en contadas ocasiones disgustan algunas tallas de motivo vegetal: algunas de las hojas de majuelo no están a la altura del conjunto.

Cierta cantidad de apoyamanos (39) representan por ambas caras la misma figura: 17 presentan por ambas caras la misma figura vegetal, mayoritariamente hojas de cardo (8), pero también de acanto (6) y rosa(3). Además hay dos parejas de dragones  y tres parejas de cabezas masculinas. Estas repeticiones o yuxtaposiciones tienen lugar mayoritariamente en el ala derecha de la sillería, tanto en la fila primera como en la segunda, y sólo se dan dos veces en su ala izquierda, más variada en cuanto a los motivos de su decoración.

La mayor parte de las figuras talladas en los apoyamanos representan motivos vegetales (91 de 131). La rosa aparece tallada de acuerdo a tres modelos distintos , cuya diferencia radica en le forma del botón central. Cuarenta de estas tallas están dedicadas a otros temas: 27 son soles y lunas, 19 son cabezas y figuras humanas, 9 representan dragones y 3 centauros. En el apoyamanos nº 20 de la segunda fila sorprende un centauro que porta un escudo sin armas ni blasón: ¿se pensó en algún momento concretar el homenaje?

Las dos figuras de centauros con bolas en las manos y curiosos arreos y tocados bufonescos pertenecen seguramente al repertorio de la tradición profana, más o menos popular, en alusión a algún juego, chanza o motivo crítico y festivo, carnavalesco.

Las figuras de animales fantásticos tienen una simplicidad de rasgos, cercana a la imagen jocosa (el dragón con gorro de dormir del nº 43 de la segunda fila). La muy hermosa cabeza de león del nº 19 de la primera fila es la única figura de animal realmente existente representada en esta sillería. No pertenece al conjunto del Tetramorfos evangélico que sí vemos en la sillería de la cercana Colegiata de Borja.

Capiteles

Todas las figuras de los capiteles, menos tres, son de motivo vegetal (38 de acanto, 4 de cardo, 3 de majuelo y 1 de roble). De las tres restantes, una es una cabeza animal de cuyas fauces surgen hojas de acanto, otra es una cabeza humana de cuya boca surgen hojas de acanto y la tercera es el escudo del Deán, con sus tres conchas.

Crosas

Casi en su totalidad las crosas presentan únicamente figuras vegetales. Concretamente:

20 de majuelo

19 de cardo

 8 de col rizada

 1 de vid

Sólo en tres de ellas pueden verse además figuras de animales monstruosos, del tipo de los dragones ungulados, sin alas y con sobresalientes vértebras. Importa resaltar que la ejecución de las crosas evidencia un estilo general distinto entre las que ocupan el lateral izquierdo y las que ocupan el lateral derecho de la sillería. Al menos dos maestros dirigieron las labores, uno a cada lado.

La intervención de distintas manos tiene una evidencia especialmente importante en la ejecución de las tallas de la silla presidencial: las hojas de roble y las bellotas de cada uno de sus dos laterales están trabajadas de diferente forma, ambas muy esmeradas. Se diría que hubo un acuerdo en la participación de dos maestros que dejaran allí la impronta de su capacidad artística y técnica. Una distribución del espacio que se percibe dividido en dos zonas: ala izquierda y ala derecha, mediando la monumental silla presidencial.
4. ¿ Un coro “mudo”?

El plano adjunto permite situar exactamente la decoración en cada lugar de la sillería. Estudiándolo una y otra vez no hemos encontrado una pauta en la ordenación de los motivos vegetales ni animales. El hecho de que solamente una figura humana (de las 13  talladas) sea reconocible (San Pedro) da idea del grado de abstracción con que se planteó la decoración de esta sillería. Se trata de una iconografía “genérica”, alusiva a estereotipos (ángeles, frailes, laudistas, orantes,) o sencillamente reducida a la representación de cabezas humanas – mayoritariamente masculinas - de diversa condición (significada en sus distintos tocados, peinados, bigotes y barbas), pero sin definición concreta de oficio, rango, estado, etc. Ello da como resultado un grado notable de “mudez” iconológica: la sillería no parece contener un “mensaje” construido con sus figuras decorativas. O acaso el verdadero mensaje de esta sillería lo constituye precisamente ese grado de abstracción que serviría tan sólo para decorar un espacio litúrgico especial pero no para recoger, reflejar ni manifestar nada concreto en él. Si existe una clave para una interpretación iconológica más concreta y definida de esta sillería, un verdadero programa iconológico, hemos de reconocer que no hemos sido capaces de encontrarla. Ojalá que las identificaciones y ubicaciones que hemos realizado en este trabajo permitan a otros estudiosos descubrir algo más en el futuro.

Pese a lo dicho, proponemos algunos elementos de reflexión para un posible estudio posterior.

Las figuras vegetales:

En cuanto a las figuras vegetales, sí es significativa la presencia, especialmente realzada, de hojas y frutos de roble en la decoración de la silla presidencial. Su simbología eucarística y cristológica estaría muy bien utilizada precisamente para la silla del obispo. Y precisamente en la bovedilla de esta silla están talladas una gran rosa central y dos hojas acanto una a cada lado de ella. Insistencia en la simbología mariana y cristológica, con especial realce aquí (por la gran rosa) de la figura de la virgen. Es fácil remitirse a la imagen canónica de la Virgen ante el Crucificado, tan bellamente cantada en el muy famoso “Stabat Mater”.

Que en los apoyamanos de la silla presidencial se tallaran los escudos del obispo y del Deán y en el capitel inmediato (26) el del Deán que sufragó la obra (precisamente, sobre el apoyamanos que presenta por un lado la figura de San Pedro) emite un mensaje fácilmente interpretable: la alusión a la cabeza de la Iglesia y a la propia nobleza familiar del Deán que encargó la construcción de la sillería. Quizás revele una preeminencia local (o gremial) del Deán por sobre la autoridad del obispo.

El resto de las figuras vegetales, algunas de ellas, como ya se indicó, talladas con verdadero esmero (con esos calados que las hacen especialmente valiosas como objetos artísticos) responden a un repertorio francamente cristológico (vid, cardo, acanto, roble) y mariano (rosa y majuelo). No parece casual que la rosa de la silla primera del pie del  lateral izquierdo de la segunda fila (apoyamanos nº 1) se enfrente al acanto de la silla primera del pie lateral derecho de esa segunda fila (apoyamanos nº 48) y que la rosa de la primera silla del lateral izquierdo del pie de la primera fila (apoyamanos nº 1) se enfrente a la vid de la primera silla del lateral derecho del pie de esta primera fila (silla 31, apoyamanos 36): rosa + acanto y rosa + vid son dos parejas alusivas a la pareja Virgen + Jesucristo, en primer lugar aludiendo a la Pasión y en segundo lugar a la Eucaristía.

En esta sillería la presencia de figuras vegetales es, pues, absolutamente predominante. Podemos concluir que “la voz cantante” de la iconología de este coro la llevan las figuras vegetales y su mensaje mariano y cristológico.

Lunas y soles:

Quisiéramos permitirnos un comentario especial respecto a las cabezas de lunas y de soles presentes en este coro. Se trata de 9 soles y de 18 lunas distribuidas por toda la sillería, quizás siguiendo una pauta. Que las cifras sean ésas (el doble de lunas que de soles) no parece casual sino buscado.

Se nos ocurre que las lunas pudieran estar significando meses del año y que los soles signifiquen o bien semanas, o días (en general) o días concretos (festivos: por ejemplo, domingos). En tal caso, tomado en su conjunto, tendríamos un “calendario” de dieciocho meses y nueve días o de dieciocho meses y nueve semanas, es decir, de veinte meses y una semana.

Si nos atuviéramos a un orden de lectura que comenzara en lateral izquierdo del pie del coro, en su fila segunda, continuase por toda esta fila y al finalizar ésta en el lateral derecho continuase a partir del pie del lateral izquierdo de la fila primera, siguiendo así hasta finalizar en un apoyamanos de la silla 24 de esta primera fila (conformando una espiral), podría interpretarse el siguiente  “calendario”: dos meses y dos semanas (o dos domingos), dos meses y una semana (o un domingo), un mes y dos semanas (o dos domingos), cuatro meses y una semana (o un domingo), un mes y una semana (o un domingo), dos meses y una semana (o domingo), un mes y una semana (o domingo), cinco meses.

Es interesante también observar que la última cabeza de luna (según nuestra propuesta de “lectura”) comparte apoyamanos con una cabeza de dragón. Una simbología mariana tendría, sin duda, este elemento en cuenta. Y estamos hablando de la sillería de una Catedral dedicada a la Virgen, concretamente a la Virgen  de la Huerta.

¿Puede intuirse algo semejante a un “calendario litúrgico”? Esta sillería consta de 76 sillas, 75 si se descuenta la silla presidencial. El número total de salmos del Libro de los Salmos es de 150, exactamente el doble de la última cifra citada. ¿O habría que remitirse al rezo del rosario, a las letanías marianas u otras formas de oración más estrechamente vinculadas a la Virgen? Un estudio a fondo de las costumbres litúrgicas de la época[6] podría acabar desvelando, si es que realmente lo hay,  un mensaje que para nosotros hoy aún permanece mudo.

La Biblioteca de la Catedral de Tarazona es rica en manuscritos iluminados, algunos de los cuales pudieran ofrecer alguna pista sobre este asunto[7]. Concretamente, el manuscrito nº 132,  P. Lombardus: In Psalmos davídicos, en el que se dibujaron medias lunas. Una importante nota, la 69, de la Dra. Falcón explica elementos del sistema litúrgico ferial de la época (S. XIII). Leemos en esa nota: “La decoración combina el llamado “sistema litúrgico o ferial” que señala con una inicial o miniatura los salmos 1, 26, 38, 52, 68, 80, 97, 109, los primeros que se leen respectivamente el domingo, las seis “ferias de la semana”, el “sabbatum” y las “Vesperae”, con la decoración basada en la división del salterio en 3 partes de 50 salmos cada una, decorando los salmos I, L y C.” Sumadas esas jornadas dan la cifra total de nueve. Ya dijimos que en esta sillería encontramos 9 figuras del sol y 18 de la luna.

La estupenda colección de manuscritos iluminados de la mencionada Biblioteca de la Catedral de Tarazona constituye, creemos, una fuente de primera magnitud a la hora de recabar elementos de análisis útiles para la comprensión de esta sillería. El importante estudio de María Pilar Falcón Pérez sobre esta materia puede orientar la investigación al respecto, pues gracias a sus pormenorizadas descripciones sabemos que en los márgenes de docenas de esos libros se dibujaron figuras humanas, vegetales y animales y también figuras de soles y lunas, acaso similares a las que se tallaron en esta sillería. A tenor de sus descripciones, parece especialmente interesante la consulta de los siguientes manuscritos de esa Biblioteca: 2, 19, 67, 81, 86, 91, 92, 94, 95, 98, 101 (Papias: Vocabularium alphabeticale. F. 220 y 223 sobre el sistema celeste), 104, 114, 115, 119, 121, 125, 127, 132 (P. Lombardus: In Psalmos davídicos),133 y  135.

A modo de conclusión:

La pertenencia de la sillería de la catedral de Tarazona a una familia de sillerías de características semejantes parece fuera de duda. Su posición, dentro de ese conjunto liderado por la sillería de La Seo de Zaragoza estaría en un tercer rango, por debajo de las de la iglesia de San Pablo de Zaragoza, la de la colegiata de Daroca y la de San Pedro el Viejo de Huesca y por encima de las de Borja, Bolea y Casbas (dicho sea todo esto con ánimo meramente comparativo y orientativo, pues se trata de monumentos todos ellos importantes).

La factura de las figuras vegetales (en apoyamanos, capiteles y crosas) de la sillería de la catedral de Tarazona remite directamente al estilo de las de La Seo de Zaragoza, aunque su repertorio sea notablemente más reducido y mucho más modesta la expresión de sus capiteles, que en La Seo resulta francamente espectacular.

Sin embargo la relación iconográfica más específica la establece esta sillería con la de la Colegiata de Borja, y lo hace por medio de las figuras de  lunas que  también allí se tallaron, y de semejante traza. Sobre éstas de Borja ya dimos nuestra opinión en su momento[8], sugiriendo allí una posible alusión al Apocalipsis de San Juan.

La calidad artística de la ornamentación de esta silería de Tarazona merece resaltarse, sobre todo en la realización de las figuras vegetales, la mayoría  de ellas de gran calidad y en algunos casos ennoblecidas por el uso de la difícil técnica del calado. En esto incluso superan en calidad técnica a muchas de las de las demás sillerías emparentadas.

El repertorio iconográfico de esta sillería no facilita una interpretación iconológica convincente, entre otras razones por la escasez y la repetición de sus motivos. Las cabezas humanas no nos han entregado su secreto. Tampoco el gesto de los centauros con bolas en sus manos. Los bellos  laudistas hacen pensar en músicas más mundanas, en fiestas profanas, cortesanas, etc. La presencia y ubicación de las figuras de soles y lunas podría ser una pista atendible, en dirección al calendario Litúrgico. La consulta de los manuscritos iluminados de la Biblioteca de la Catedral de Tarazona podría proporcionar elementos de interpretación.

¿Hubo una actitud vital, intelectual y artística que vinculara entre sí a los diversos artistas de estas sillerías o a las autoridades eclesiásticas que las encargaron fabricar?

 El rastreo de esos nexos biográficos y bibliográficos no está hoy al alcance de quien suscribe. Sí la observación directa de la obra de arte. Desearíamos que la observación de los detalles ornamentales de esta sillería pudiera aprovecharse algún día en estudios superiores y más profundos, para mayor disfrute de quien estudie o visite estos monumentos.

Si hubo una clave concreta en el diseño de esta sillería, capaz de apoyar una interpretación iconológica global (que eleve la presencia del conjunto del adorno al rango de elemento conceptual o simbólico, más allá del genérico mensaje mariano y cristológico ya mencionado), quien firma estas páginas no ha sido por ahora capaz de encontrarla. Y queremos repetir aquí, una vez más, nuestro convencimiento de que el punto de partida acertado al respecto es siempre suponer que los artistas de la época, y sobre todo las personalidades que encargaban las obras, sabían lo que querían y por qué medios conseguirlo. Nuestra hipótesis al respecto será siempre que si no entendemos una obra es problema nuestro, achacable a nuestras deficiencias. Reconocemos que seguramente prime nuestra personal sordera sobre una hipotética mudez de este bello coro.  Todo menos sentenciar rápidamente que se trabajó en la construcción de una  sillería gótica sin diseño y sin sentido. Un día u otro alguien estará en condiciones de escuchar sus íntimas voces y de sacar ambos, diseño y sentido, a la luz.


 Addenda sobre el plano:

Se han utilizado abreviaturas o símbolos para significar las figuras:

A = acanto

C = cardo

Col = col rizada

M = majuelo

R = rosa

Ro = roble

     = figura humana masculina

     = figura humana femenina

     = ángel

 L  = laudista

Ct = centauro

Dg = Dragón

Le = León

   

   = Sol

   = Luna

   =Escudo

 



[1] DELGADO ECHEVERRÍA, Javier: Hortus conclusus, tierra prometida. La sillería gótica de La Seo de Zaragoza, en Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, LXXXII, Zaragoza, 2000, pp. 282-329.

[2] DELGADO ECHEVERRÍA, Javier: Jardín cerrado. Flora escondida en la Colegiata de Santa María de Borja, Centro de Estudios Borjanos, 2001, pp. 45-75.

[3] ROMANOS CÓLERA, Isabel: Sillerías corales del Alto Aragón en el siglo XVI. Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2005.

[4] TEIJEIRA PABLOS, María Dolores: Las sillerías de coro en la escultura tardogótica españols. El grupo leonés. León, Universidad de León, 1999. TEIJEIRA PABLOS, María Dolores: La influencia del  modelo gótico flamenco en León. La sillería de coro catedralicia, León, Universidad de León, 1993.

[5] DELGADO ECHEVERÍA, Javier: Hortus conclusus, tierra prometida(...), Op. Cit., pp. 47-48.

[6] HARPER, John: The Forms and Orders of Western Liturgy from the Thenth to the Eighteenth Century: A Historical Introduction and Guide for Students and Musicians, Oxford, Clarendon, 1995.

[7] FALCÓN PÉREZ, María Pilar: Estudio artístico de los manuscritos iluminados de la catedral de Tarazona (análisis y catalogación), Zaragoza, Gobierno de Aragón, 1995.

[8] DELGADO ECHEVERRÍA, Javier: Hortus conclusus... Op. cit., pp. 67-71.

FLORA Y FAUNA EN EL CLAUSTRO GÓTICO DE VERUELA

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                          LECTURAS DEL CLAUSTRO MEDIEVAL
                          DEL MONASTERIO DE VERUELA

                                                          Javier Delgado Echeverría

1. Un claustro monacal

Un conocido poema medieval, el Carmen de laude vita monasticae, definía un claustro monacal de la siguiente manera:

La estructura de la casa presenta una figura cuadrada y unos gloriosos atrios con cuatro pórticos. Los primeros, enmarcados por las tres casas que el cuidado del cuerpo exige; y el cuarto por la casa que del Señor. La primera casa guarda la bebida y la comida, con los que restaurarse en la segunda casa, aneja a la primera. La tercera cuida de los miembros fatigados por el trabajo del día. La cuarta hace resonar constantemente las alabanzas de Dios.

Así explicaban aquellos versos latinos la función de la cilla o almacén, el refectorio o comedor, el dormitorio y la iglesia. En otro orden de cosas, la vivencia monacal podría resumir el claustro como el cielo en la tierra. Es cuadrado porque el cuadrado es la figura geométrica primordial y alberga la rotunda redondez de la perfección del espíritu. Cuadrado, también, como el Libro que sostiene el Ángel, el Evangelio. El claustro, así, será también Libro, es decir, Mensaje de Dios entre los hombres, eternamente abierto al estudio, la meditación y la oración.

La cuadratura del círculo, eso es el claustro. Un espacio reservado estrictamente a la oración y la meditación, en cuyo centro está el mismísimo ombligo del mundo y el eje del universo: la fuente de la Sabiduría y de la Gracia en la que tiene lugar la conexión cósmica esencial.

La historia de la evolución de la arquitectura monacal desde los primeros monasterios que fundara San Pacomio en Egipto y Alejandría en el siglo IV es rica y compleja. Y en ella hay un momento de ruptura o cambio radical en la vida y arquitectura monástica a partir de la difusión de la regla de San Benito y el protagonismo reformador de San Bernardo. Para Carmen Añón[1] Esta nueva ordenación de la vida religiosa condicionaba un orden arquitectónico de paz y belleza. Si la función crea la forma, el ‘anima’ de esta función, traspasada en la búsqueda de una ascesis personal a través de un camino de perfección, imprimía a la piedra, material noble por excelencia, un carácter de sacralización en una austera renuncia a la ornamentación.  Los cistercienses, benedictinos y cartujos tenían siempre al menos cuatro jardines  dentro de su organización: la huerta, el jardín de plantas medicinales, el cementerio, donde los árboles eran símbolo de resurrección, y el jardín del claustro principal, que era un jardín puramente simbólico.

Ahí quería llegar: al simbolismo en el claustro monacal, pues mi percepción de cuanto hay en el claustro gótico del monasterio de Veruela y, en general en las obras del arte gótico, es  percepción de alusiones simbólicas de cuya y concreción quiero creer que he ofrecido elementos de juicio suficientes en mis publicaciones.[2] No se trata de una percepción “extrasensorial” ni dada semejante. No se trata de una capacidad individual de percibir, sino del estudio interdisciplinar de los elementos culturales de la época y de su rastro en las artes. Concretamente, del sentido de la presencia de la flora y la fauna en la pintura, escultura y arquitectura góticas.

2. El claustro gótico de veruela y sus parientes

Del jardín que hubiera en el claustro gótico de Veruela de los siglos XII al XVIII nada sabemos. Sí del que hubo en él, y en general las plantaciones en Veruela que hicieron los jesuitas a lo largo de los 98 años de su estancia en Veruela: de ello hay constancia incluso fotográfica y aún quedan testimonios personales vivos, especialmente el del hermano Pascual Ferrandez, factotum durante años de la vida vegetal en el monasterio[3]. También sabemos cómo ( y en algunos casos por qué) se restauró la flora del monasterio por los alumnos de la Escuela taller del Monasterio de Veruela, bajo la dirección del maestro jardinero Bernardo Lario, durante los años 1988 al 1996. D. Jesús Gil Pablo y D. Jesús Gil Tejero (“Zapata”), empleados de la Compañía de Jesús, primero, y de la Diputación de Zaragoza después, son sin duda dos testigos de capital importancia para lo que nos interesa y en general para la historia pequeña y en detalle de la vida entre las murallas de Veruela desde 1920 hasta nuestros días[4].

Volviendo al claustro gótico y al simbolismo, lo primero que interesa señalar es que la concepción de éste de Veruela está hermanada con la de los claustros góticos de los monasterios de Rueda y de Piedra, en la misma provincia de Zaragoza. El primero merecería un estudio a fondo, ahora que el monasterio ha sido felizmente restaurado por la Diputación de Zaragoza. Del segundo, cuya decoración ha sido apenas penosamente conservada, se debería realizar al menos un informe sobre lo que queda visible.

A estos claustros hermanos y a otros de la misma familia de monasterios fundados y construidos en un radio de 200 kilómetros por las mismas o cercanas  fechas (aunque el no lejano del monasterio de la Oliva, en Navarra, es un caso especial a valorar con tiento), supera con mucho el de Veruela en belleza e interés artístico y simbólico. Porque hay en él un verdadero programa iconológico, un plan intelectual cuya resolución es, sin exagerar, magnífica, tanto en lo formal como en lo conceptual y simbólico.

3. Los componentes del claustro

Algunas cifras

En primer lugar están las columnas y  pilares con sus capiteles: sesenta y cuatro columnas exentas, con sus respectivos capiteles, y veintitrés pilares fasciculados de sección romboidal, compuestos de nueve columnas cada uno, con sus capiteles. Ello suma doscientas setenta y una columnas y otros tantos capiteles. Se reparará en que la cifra total, 271 puede leerse: 2+7+1= 10, cifra muy especial en la numerología y en la cábala medieval. Las columnas exentas siguen una estricta disposición: tres entre cada dos pilares. Con dos excepciones. Entre los pilares 5 y 6 (ala Este) y entre los pilares 10 y 11 (ala Sur): en el primer caso las dos bíforas con las que cierra la arquería no se subdividen como sucede en el resto y además están coronadas por sólo un rosetón lobulado y no por tres como en los demás casos; en el segundo caso entre ellas está la entrada al Lavabo, indivisa. El número de columnas exentas, de no darse estas excepciones, hubiera sido sesenta y nueve. Se quedan en sesenta y cuatro (y también los rosetones). La cifra 64 también puede leerse 6+4= 10. De nuevo el número perfecto, el número “sagrado de la totalidad”.

En el encuentro de los arcos diagonales de las bóvedas de los tramos de las galerías hay rosetones, claves ornamentadas. Hacen un total de veintisiete, todas ellas de motivos vegetales excepto una: la número dieciocho (ala Oeste) de nuestro plano, adornada con un Agnus Dei. Pueden leerse la cifra: 2+7= 9 y 1+8=9: el rosetón del Agnus Dei alcanza un valor que iguala al de todos los demás unidos.

Las ménsulas de este claustro son treinta y una (3+1= 4, la cifra de la Unidad, acaso de la unidad en el mensaje inscrito en ellas), catorce esculpidas con figuras humanas o animales y diecisiete  con motivos vegetales. 1+4 con figuras humanas o animales = 5 y la suma de 1+7 con motivos vegetales = 8. Pues 5+8= 13, la cifra total de ménsulas escrita al revés.

A todos estos detalles puede dárseles más o menos valor. Lo importante es que están ahí, fueron diseñados y no parecen producto de la casualidad. Señalarlos no es darles inmediatamente un significado, ni mucho menos un significado “oculto”. Sencillamente nos tomamos la molestia de estudiar el claustro como debieron de hacer quienes dirigieron su construcción. ¿Tuvieron en cuenta, al hacerlo, elementos  numerológicos o cabalísticos? Tenían en cuenta tales elementos en muchos otros aspectos de su vida cotidiana, incluida su comprensión de la Biblia a través de sus comentaristas, como puede ver quien se asome a sus páginas comenzando por las de San Agustín, autoridad notoria.

Vegetales de piedra

El elemento predominantemente patente en este claustro es el elemento vegetal: capiteles, ménsulas y rosetones presentan figuras directamente inspiradas en plantas, concretamente de hasta veinticuatro especies vegetales. El plano adjunto ayudará a ubicarlas. Entre las hojas de algunas de esas plantas encontraremos otros elementos, animales o fantásticos. Para llegar a una visión de conjunto trataremos ordenadamente los siguientes aspectos.

 Naturalismo: La totalidad de las especies representadas en este claustro viven en la zona de Vera, Veruela y Moncayo y fueron esculpidas con una fidelidad absoluta, de modo que el detalle con que se presentan sus elementos diferenciadores hace suponer una intención francamente descriptiva. Se trata de un naturalismo que no cierra el paso a una valoración simbólica de su presencia. Por el contrario, este naturalismo y definición botánica proporciona una base especialmente firme para la interpretación iconológica: sabemos de qué plantas concretas estamos hablando y, por tanto, podemos estudiar sus usos concretos en la época (medicina popular, farmacopea, dichos y refranes, valoración, etc.) y también el legado simbólico que habían adquirido hasta entonces en la cultura judeo-cristiana, especialmente en las tradiciones vinculadas a la vivencia religiosa de los monjes de Occidente.

Por tanto nos fijamos en la tipología de estas plantas y vemos que pertenecen a especies herbáceas y a especies leñosas. 14 especies herbáceas: acanto, anémona, brionia, celidonia, diente de león, hepática, hierba de San Roberto, lúpulo, ranúnculos (4), trébol, ulmaria. 10 especies leñosas: arces (2), encina, granado, hiedra, higuera, laurel, majuelo, roble, vid.

También reparamos en que unas son plantas cultivadas y otras espontáneas. 13 cultivadas ya en el siglo XIV: acanto, arces, encina, granado, hiedra, higuera, laurel, lúpulo, majuelo, roble, trébol, vid.

Otra clasificación puede atender a su ubicación en la naturaleza. 5 especies son de monte alto: arces, anémona, hepática, ulmaria. Y otras 5 de monte bajo: encina, diente de león, lúpulo, majuelo, roble.

También puede observarse la utilidad de estas plantas. 4 especies son frutales: granado, higuera, olivo, vid; 3 alimenticias para el ganado: encina, roble, trébol. 12 son medicinales: anémona, brionia, celidonia, diente de león, granado, hepática, hiedra, higuera, laurel, majuelo, olivo, ulmaria. Y 5 son culinarias: diente de león, higuera, laurel, olivo, vid. Puede verse que las plantas herbáceas, cultivadas y medicinales son los grupos más numerosos. Con las alimenticias humanas o animales se nos define el universo vegetal del claustro: una representación bastante aproximada del huerto-jardín medieval.

Una representación en la que interesa sobremanera reparar en el detalle de la ubicación de estas plantas atendiendo al factor sol/sombra, como repararíamos en un huerto real. Dada la orientación del claustro, una línea imaginaria que trazáramos desde el pilar 6 al 15 (ver plano) dividiría el claustro en dos zonas perfectamente distinta: hacia el norte la insolación y hacia el sur la penumbra. La máxima insolación diaria, a lo largo del año comprende una zona que va del pilar 1 al 6 y del 15 al 23. Entre los pilares 6 al 15 es donde este claustro recibe la mínima insolación. Lo importante es darse cuenta de que en el cuadrante noreste de claustro, el más insolado, es donde encontramos representadas más veces la vid y los arces y donde únicamente vemos la encina, el granado, el roble, el majuelo y el lúpulo, todas ellas especies que aman la luz. Por el contrario, en en la zona de mínima insolación donde encontramos mayor número de hiedra y ranúnculos, plantas de umbría. Una ubicación de las plantas tan significativa por su adecuación a la realidad de la naturaleza no parece deberse al azar. Hasta el detalle de la ubicación de la higuera, junto a la fuente del Lavatorio, en el lugar más soleado del ala sur (donde muchos hortelanos la plantarían si se tratara de un huerto real.).

Un factor más del naturalismo imperante lo constituye la proximidad entre varias de las especies representadas. Las agregaciones de arce-vid y arce-hiedra, brionia-vid-arce, celidonia-hepática, encina-roble-arce, trébol-ranúnculos-acanto-hepática, son agregaciones presentes en la naturaleza.

Hay excepciones que pueden observarse tanto en la disposición en sol o sombra (laurel y olivo en la umbría no es una la ubicación más indicada) o en la agregación entre plantas (ulmaria-arce-lúpulo no es acertada, pues aquélla necesita suelo húmedo y éstos lo prefieren seco). Estas excepciones, dicho sea de paso, también se dan en la naturaleza.

4. Las plantas, sus poderes y sus nombres

En el arte puesto al servicio de la vivencia religiosa cada planta adquiere significado teológico y moral, del tipo del significado de las parábolas evangélicas y en general de las escenas y hechos que se narran en la Biblia. Conviene recordar que el Antiguo Testamento fue escrito primero en hebreo, traducido al griego (la famosa versión “Septuaginta”) para las comunidades judías de la diáspora y más adelante traducido al latín por diversas autoridades entre las que descolló San Jerónimo, padre de la versión cristiana de la Biblia que se llamaría “Vulgata”. Las plantas mencionadas en la Biblia son muchas, y reciben diversos nombres hebreos, griegos, cananeos y latinos. Estos nombres no siempre se correspondieron entre sí, de forma que una planta mencionada con un término hebreo pudo recibir dos o más versiones al pasar al griego y más tarde al latín. Versiones que no fueron en general “neutrales”, en el sentido de que en su elección influyeron aspectos de los conocimientos botánicos de los traductores y de su público pero también elementos de la cultura pagana y tradiciones populares vinculadas a ellas. Ahí está el quid de la cuestión iconología vegetal aplicada al arte gótico: sin el conocimiento de la realidad, el uso, el valor y las leyendas adheridas a las plantas a lo largo de los siglos no es posible comprender su aparición en el arte ni mucho menos su función en él. Baste, a modo de ejemplo – pero especialmente significativo – la pólémica que recogen las cartas entre San Agustín y San Jerónimo a raíz del conflicto que se originó en la iglesia de Oea, en el norte de África, por la lectura de un pasaje del profeta Jonás, en donde la versión de Jerónimo decía que Jonás se había sentado a la sombra de una hiedra (Hedera) mientras que la antigua versión decía que lo hizo bajo una planta de clabaza (Cucurbita). Fue tal el tumulto que se originó al escucharse lo de la hiedra que el obispo del lugar se vio obligado a corregir la lectura, volviendo a la versión antigua, para que los fieles no se marchasen de la iglesia indignados. (Cartas 71 y 82 de Agustín y 75 y 81 de Jerónimo, entre los años 404 y 405). Lo que había en el fondo de la cuestión era ni más ni menos que la sospecha de una alusión al orgiástico paganismo de Baco (con la hiedra) opuesto a la ortodoxia cristiana en su  visión de Jonás como predecesor de Cristo. En aquella época las referencias a la hiedra no podían escucharse sin reacción contra el paganismo.[5] La anécdota sirve para ejemplarizar el tipo de problemas con los que se vieron los traductores y los artistas de la Edad Media, traductores, a su vez, en imágenes, del mensaje de las Sagradas Escrituras.

Una cuestión añadida es la presencia real de estas plantas en la vegetación del lugar o sus alrededores. Ello tiene que ver con la forma de trabajo de los canteros: ¿tomaban  modelos del natural?, ¿utilizaban planchas o modelos? Sobre el particular de Veruela puede decirse que salvo la filipéndula, la hepática y el arce de Montpellier, las otras 21 se encuentran en los alrededores del monasterio, de tal forma que incluso en las calles de Vera de Moncayo pueden encontrarse ejemplares.[6] Las otras tres mencionadas se encuentran en el Moncayo.

En mi opinión, la localización natural de esas plantas en el mismo monasterio y en sus alrededores demostraría su conocimiento inmediato por parte de los diseñadores del claustro. Desde luego en el caso del uso culinario y medicinal la cuestión parece clara si se tiene en cuenta los textos de medicina de la época. Por eso la realidad añade potencia y valor a una lectura además simbólica de su presencia artística: porque parte de un conocimiento realmente difundido entre los miembros de la generación de quienes vivieron la construcción del claustro.

5 Animales y otros seres entre las plantas

En los capiteles del claustro de Veruela, entre las hojas, se tallaron diversos seres: animales, humanos y fantásticos. Así veremos basiliscos entre hojas de celidonia (ala Este, capitel 3,3) y recordaremos que si el basilisco daña la mirada la celidonia sana los ojos; pequeños pájaros se posan entre hojas de hiedra (ala Este, capitel 6,3) tal como lo harían en la realidad; pero además acaso aluden a la vitalidad del alma frente a la simbología funeraria de la hiedra. Entre hojas de ranúnculo se esconden víboras, acaso un aviso. Entre hojas de vid hay diversas figuras (ala norte, pilares 20 y 22) que en ambos casos parecen aludir a la historia de dos pecados, como explicamos pormenorizadamente en otro lugar. Allí podrá leerse el detalle del estudio sobre éstas y otras muchas figuras del claustro de muy interesantes características[7], cuyo tratamiento aquí alargaría excesivamente estas páginas que no quisieran sino ser un acicate a la curiosidad del lector y una llamada de atención sobre los aspectos fundamentales del asunto.

Sí quisiera dejar constancia de la interpretación global del claustro que en su día propuse[8], basada en la presencia de plantas y otros seres en sus capiteles. El resumen sería el siguiente: si se repara en la ubicación de las plantas de mayor carga simbólica en el cuadrado del claustro se advierte que se produce una secuencia continua de la contraposición de la idea de la muerte a la de la resurrección. Si nos atenemos solamente a la simbología de las plantas más profusamente representadas (acanto, arce, hepática, hiedra, ranúnculo, vid) el resultado aproximado daría una lectura de dualidades: vida/ muerte, bien/ mal, gracia/ pecado, a las que se añadirían dos elementos: Iglesia y Santísima Trinidad y dos protagonistas: Job y Jesucristo. Precisamente los que resuelven en la doctrina cristiana ese antagonismo de los opuestos, superándolo: sólo Jesucristo, prefigurado en Job,  es la vía de solución a los problemas planteados en el Antiguo Testamento, y esa reflexión habrá de hacerse en el seno de la Iglesia por él fundada. Así se cumple la voluntad de Dios (Uno y Trino).

Aún me atreví en El huerto de piedra a vincular la iconografía del claustro con el Cántico de Habacuc, breve pieza veterotestamentaria en la que tras pedir auxilio a Dios frente a los enemigos (1,2), tras la famosa Copla de los cinco ayes (2, 6b-20) (una potente denuncia de la iniquidad)  y tras la expresión de una espléndida Teofanía (3, 1-16), el profeta expresa, pese a los contratiempos, la firmeza de su confianza en su Dios (3, 17-19). Este Cántico de Habacuc se unió al conjunto de oraciones cuya temática común es la del justo perseguido, y concretamente su rezo se unió al Salterio, con los salmos de Laudes de los viernes de Tiempo Ordinario, o Feria Sexta ad Laudes II[9]. La higuera sin frutos (Lavatorio), la vid sin uvas  (ala Norte, pilares 18, 20 y 22) y el olivo sin aceitunas (ala Sur, capitel 7,2) de nuestro claustro podrían sugerir los versos: Aunque la higuera no echa yemas y las cepas no dan fruto, aunque el olivo se niega a su tarea (…) yo festejaré al Señor gozando con mi Dios salvador.

La temática del justo perseguido del Cántico de Habacuc, con sus ecos también en el Libro de Job, convendría a la lectura de este claustro en cuya construcción intervinieron el Papa Luna y otros miembros de la familia de los Luna en una época en la que tenía lugar el cisma de Occidente (Benedicto XIII pasaría entre 1394 y 1415 de ser elegido papa a ser considerado antipapa). En medio de aquellas penalidades los Luna pudieron volver sus ojos hacia el Libro de Job y también reafirmar, con Habacuc, su fe en el Dios del que lo esperan todo.

6. Job en Veruela

La demostración de que todo lo expuesto tiene una base concreta nos la da el estudio de las figuras talladas en las ménsulas del claustro. En ellas están presentes los personajes del entonces divulgadísimo y venerado Libro de Job: Dios, Satanás, Job y sus amigos Elifaz, Bildad, Sofar y Eliu, así como Leviatán y Behemot (véase su ubicación en el plano).

Las razones por las que las figuras de este claustro aludieran al Libro de Job las señalé y expliqué en mi libro Job en Veruela[10] y no creo necesario, aparte de remitir a su lectura, sino volver a señalar la curiosa forma en que se realizó dicha alusión, mediante figuras aparentemente inconexas y no mediante escenas que la tradición había convertido ya en “clásicas” de la iconografía bíblica. No me resisto a dejar constancia aquí del hecho de que en otras grandes obras de arte de la época realizadas en la provincia de Zaragoza, como es el caso de las más importantes sillerías góticas, se utilizó el mismo recurso estético. Pudiera ser que la personalidad de los maestros flamencos que trabajaron en aquella época en nuestra provincia tuviese algo que ver con esta preferencia estilística.

Coda final

Hace unos pocos años, Bernardo Lario, quien fuera maestro jardinero de la Escuela-Taller del Monasterio de Veruela (dependiente de la Diputación Provincial de Zaragoza) tuvo una ingeniosa idea: reproducir en los jardines del monasterio, concretamente en el rincón sureste, el claustro gótico: las plantas que en éste aparecen talladas en piedra aparecerían en el jardín al natural, vivas, como lo estarían en su día las que hicieron de modelos para los canteros que trabajaron sobre el diseño general.

Así se hizo, y hoy puede disfrutarse de este nuevo claustro al aire libre, con el trazado del original, en el que por ahora hay plantados arces, un olivo y un granado, como señal alusiva. Seguramente podría ampliarse un poco (sin agobiar el espacio) el número de especies plantadas en él, de forma que la copia quedase más manifiesta. Devolver a la vida a estas plantas que se han mantenido en piedra durante seis siglos tiene su encanto poético, pero además aporta un elemento didáctico a los visitantes mostrando la realidad vegetal que también observan petrificada, de forma que podrán comparar ellos mismos y asombrarse de la calidad artística de las tallas de motivo vegetal del claustro gótico de Veruela. Y acaso así aprendamos todos a dar a la naturaleza lo que es de la naturaleza y al arte lo que es del arte. En el arte gótico, ambos, naturaleza y arte, trataron de fundirse (sin confundirse) en la búsqueda de una Verdad más esencial.

                                                                                              



[1] Sobre el particular se han escrito desde antiguo  incontables páginas, de las que da cumplida cuenta el capítulo Le Moyen Âge de la segunda parte (Jardins de la tradition occidentale) del libro de Michel Baridon “Les jardins. Paysagistes, jardiniers, poètes”, Paris, Laffont, 1998.  Hay traducción española en en la ed. Abada Editores, Madrid, 2004, y 2006.

Son muy interesantes las cercanas de Carmen Añón Felíu, llenas de sabiduría en su lección , recogida en el artículo “El claustro: jardín místico-litúrgico”, del libro El lenguaje oculto del jardín: jardín y metáfora, Madrid, Editoriall Complutense, 1996, pp. 11-36. Colección Cursos de Verano de El Escorial. Éste, dirigido por la propia Carmen Añón.

[2] Sobre este claustro:  DELGADO, Javier: Job en Veruela (Esculturas del claustro gótico del monasterio de Veruela), Zaragoza, Ibercaja, 1996. Colección Boira, 36. DELGADO, Javier y LARIO, Bernardo: El huerto de piedra: flora esculpida en el claustro gótico del monasterio de Veruela, Huesca, La Val de Onsera,  con la colaboración de la Diputación de Zaragoza, 1998. Colección Sindéresis.

[3] Su testimonio, junto con el del sacerdote jesuita Juan Jesús Bastero Montserrat, lo recogí “El huerto …”, op. Cit., pp. 193-202

[4] Sus testimonios, en “El huerto…”, op. Cit., pp. 193-213. Pero aún tienen todos ellos mucho que contar. Sería interesante escucharles y grabar sus narraciones y explicaciones.

[5] Traté este asunto en mi estudio DELGADO, Javier: Jardín cerrado: Flora escondida en la Colegiata de Santa María de Borja, Borja, Centro de Estudios Borjanos (IFC), 2001.

[6] En su excelente estudio “The leaves of Southwell”, Nikolaus PEVSNER, London and New Cork, 1945, sobre la profusa decoración de motivo vegetal en los capiteles de la Southwell Chapter Hause, se plantea las mismas preguntas y llega a semejantes conclusiones, nunca cerradas.
Por si divierte saberlo, apunto aquí algunas localizaciones de plantas en el cercano pueblo de Vera de Moncayo. Acanto: en macetas de calle Nueva (en Julio, floridos). Arce campestre: zona de las pozas de cáñamo, recién plantados. Brionia: calles de los huertos, como calle Moral. Celidonia: calle Moral y calle Trasvilla. Diente de león: en calles, huertos y alrededores. Encina: en ermita de la Aparecida. Granado: en jardines de Veruela. Hiedra: en calles de los  huertos de Vera,: enroscadas a los árboles. Hierba de San Roberto: alrededores. Higuera: en jardines de Veruela yen calles de los  huertos de Vera, como calle Mora y calle Bola. Laurel: huertos (especial, calle Bola). Lúpulo: trasvilla en higuera y aligustre frente a pza. del Moral. Majuelo: Peña del Villar. (ej.: junto al Castaño de Indias). Olivo: alrededores. Ranúnculos: alrededores. Trébol: huertos y alrededores. Vid: huertos  y alrededores (ej: viñedo de  Los molinos). 

[7] DELGADO, Javier: Job en Veruela, Op. Cit., pp. 71-105.

[8] DELGADO, Javier y LARIO, Bernardo: El huerto de piedra… Op. Cit.

[9] HARPER, John: The formas and orders of Western liturgy from the tenth to the eighteenth century: a historical introduction and guide for students and mucicians, Oxford, Clarendon, 1995, p. 257.

[10] DELGADO, Javier: Job en Veruela…, Op. Cit.

MERCADO CENTRAL DE ZARAGOZA. ADORNO Y SENTIDO

ADORNO Y SENTIDO EN EL MERCADO CENTRAL

                                JAVIER DELGADO

La decoración del Mercado Central, inscrita en su propia estructura, habla y explica el sentido de un edificio singular. La constituyen cuatro tipos de elementos: los relacionados con el dios Mercurio, los que simbolizan el trabajo y las tareas que contribuyen a la alimentación humana, los que exhiben productos concretos que se venden en este mercado y, por último, el conjunto de los adornos de motivo vegetal.

 Mercurio, el trabajo, el mercado y sus productos

Mercurio está presente en el Mercado por medio de su caduceo y su casco alado, emblemas del dios que se muestran sobre las entradas laterales, en las cerchas curvas del arco de la nave central y en los capiteles corintios de las columnas altas de las fachadas norte y sur. Al trabajo, y más aún a la laboriosidad, aluden las dos colmenas acompañadas de tres abejas con cabeza humana que se tallaron sobre las entradas laterales.

Las tareas vinculadas al mercado alimentario están representadas de tres formas distintas en la fachada principal (sur). En primer lugar, mediante los “carteles” de piedra alusivos al comercio (mulo y roscadero), la horticultura (frutas, azada y regadera), la caza (ánade, arco y flecha) y la pesca (dos peces, remo y red). En segundo lugar mediante las figuras de las cresterías sobre las galerías laterales, en cada una de las cuales se esculpieron una cabeza central de carnero (la carne), dos conejos (la caza), dos frutos de alcachofas (la horticultura), dos peces (la pesca) y dos racimos de uva (la agricultura). En tercer lugar mediante emblemas esculpidos en los capiteles de las columnas altas de las fachadas norte y sur: la agricultura (hoz y tres espigas), la pesca (pez con tridente y anzuelo), la caza (ave alcanzada en vuelo por una flecha) y el comercio (balanza y  rama de laurel).

Los productos que se venden en el mercado están presentes en los cuarenta y dos  tarjetones esmaltados del interior. Iniciando un recorrido desde la fachada principal (sur) hacia la fachada trasera (norte) y volviendo desde ésta hasta la fachada principal se ven tarjetones con las siguientes imágenes:

En el lateral oeste: 1: Melocotones. 2: Gallina y polluelos. 3: Racimos de uva. 4: Peces. 5: Ánade en vuelo. 6: Zanahorias y nabos. 7: Gallina y huevos. 8: Panes y cesta de higos. 9: Alcachofas. 10: Langosta. 11: Cabra. 12: Pájaros 13: Ciruelas. 14. Codornices. 15: Jabalí. 16: Manzanas y melones. 17. Ternero. 18: Naranjas. 19: Olivas negras. 20: Coliflor. 21: Cordero.

En el lateral este: 22: Pavo. 23: Cerdo. 24: Corzo. 25: Aves negras. 26: Peras. 27: Gallo. 28: Toro. 29: Perdices. 30: Cordero. 31:  Melón abierto y melocotones. 32: Faisán. 33: Vaca. 34: Pato. 35: Angulas. 36: Membrillos. 37: Pájaros. 38: Conejos. 39: Carnero. 40: Dos palomas. 41: Cerezas. 42: Peces.

El propio Félix Navarro explicó la presencia de todas estas figuras en la decoración del Mercado Central en un importante artículo publicado en “Heraldo de Aragón” el 24 de junio de 1903, día de su inauguración. En este artículo el arquitecto expone claramente su concepción global del edificio y el sentido de los principales elementos de su ornamentación. En esencia, Navarro tiene una forma de concebir el edificio porque tiene una forma de concebir el trabajo humano (al que canta con su arte), el comercio (un fecundo trato) al que está destinado, las relaciones de los seres humanos entre sí (que han de ser de equidad), las de éstos con la materia (sobre la que reinan), con su propia intimidad espiritual (victoria sobre las rudezas, mezquindades y egoísmos) y con una inspiración superior (una norma bajada del cielo, una ley o razón).

El adorno de motivo vegetal

En cuanto al adorno de motivo vegetal, aparte de la presencia alegórica de las figuras nombradas, Navarro explicó la presencia del trigo y la vid junto al escudo de Zaragoza (los típicos alimentos) y de los canastillos rebosando frutas, acompañados de las ocho letras de la palabra Zaragoza, de los capiteles de las arcadas laterales de las fachadas norte y sur (porque los productos de una región forman su carácter o nombre). Pero no detalló sentido de la presencia de todas las plantas representadas, algunas reiteradamente, a lo largo y ancho del edificio.

Dieciséis son las plantas representadas en el Mercado Central. Por orden de frecuencias (se excluyen del cómputo las presentes en guirnaldas, cornucopias y fruteros): Girasol: 460. (En vigas de celosía: 84. En columnas de hierro semisótano: 144. En cerchas: 160. En cierres fachadas norte y sur: 20. En vallas fachadas norte y sur: 20. En puertas fachadas laterales: 16. En celosía galerías de arquillos: 16). Granada: 329 (En cierres fachadas norte y sur: 8. En columnas de hierro planta calle: 304. En capiteles columnas fachadas norte y sur:16. En cartel fachada principal:1). Olivo: 304. (En columnas de hierro planta calle). Berro de los prados (Cardamine pratensis): 240 (En cierres laterales). Neguilla (Agrostemma githago): 88. (En tarjetones: 84. En dinteles laterales: 4). Trigo: 82. (En cerchas: 80. Junto al escudo de Zaragoza: 2). Vid: 50. (En cerchas: 40. En cresterías: 8. Junto al escudo de Zaragoza: 2). Loto: 36. (En columnas de hierro semisótano). Manzana: 33. (En cestos capiteles: 32. En cartel fachada principal: 1). Membrillo: 17. (En cestos capiteles: 16. En cartel fachada principal: 1). Rosa: 16 (En celosía galerías de arquillos). Pera: 13. (En cestos capiteles: 12. En cartel fachada principal: 1). Alcachofas: 8 (En cresterías: 8). Piña: 2. (En hornacina colmena). Anea:1(En cartel fachada principal). Laurel: 1 (En escudo emblema Balanza).

El plano adjunto permite hacerse una idea de conjunto de la presencia de decoración vegetal del Mercado. Hay que resaltar que la representación de estas plantas es fundamentalmente realista, de forma que el visitante puede reconocer fácilmente las vides de las naves laterales, los trigos y los girasoles de la nave central, los olivos y las granadas de las bases y los capiteles de las columnas y, por supuesto, las frutas expuestas en los capiteles de las columnas de piedra de las entradas norte y sur. Con un poco de atención podrá reconocer también las frutas expuestas en los fruteros elevados sobre los pináculos. En cuanto al berro de los prados y la neguilla, su identificación es discutible, pero creemos que puede defenderse con relativa certeza (son flores presentes en el arte desde la Edad Media).

Un grupo de siete plantas predominan en la decoración del Mercado Central: el girasol, la granada, el olivo, la neguilla y el berro de  los prados, seguidas del trigo y la vid. Atendiendo no sólo a su cantidad sino también a su ubicación y a sus dimensiones, son el girasol, la vid y el trigo las que predominan en el interior del edificio (y el girasol la única que también está en el semisótano). El berro de los prados, por su parte, domina totalmente la decoración en hierro al exterior, como si de una cerca floral silvestre se tratase. Es importante advertir la absoluta ubicuidad del olivo y la granada, por más que por su tamaño no estén evidentes a primera vista. En cuanto al loto, su presencia en los capiteles de las columnas de hierro del semisótano (a los que da su forma) hace de ella también un motivo ornamental de primera magnitud. Seguramente, a parte de su belleza formal, su presencia tiene mucho que ver con el resurgir de motivos orientales en la literatura y el arte de la época, incluso con un cierto renacer del esoterismo.

La importancia primordial del trigo y la vid no resulta solamente de su patente ubicuidad y el gran tamaño de su representación en las cerchas, sino también por su presencia junto al escudo de la ciudad. También la presencia del trigo junto al caduceo de Mercurio en las cerchas del arco central le dota de una especial significación. Lo mismo puede decirse de la flor de girasol, la figura vegetal más representada en el Mercado.

La especial ubicación de la alcachofa, la manzana, el membrillo y la pera en los conjuntos emblemáticos de la fachada (capiteles, cresterías, y carteles), en los que están en representación de la horticultura, hace que su importancia crezca muy por encima de lo que les corresponde por su tamaño y por su frecuencia. La escasa presencia de la rosa (y su reducido tamaño y marginal ubicación en las celosías de las galerías de arquillos) responde precisamente a este planteamiento general: estamos en un ámbito dedicado a las plantas agrícolas, útiles y alimenticias, vinculadas a la agricultura y la horticultura, y no al mundo de la jardinería (al que sólo pertenecen en el Mercado, además de la rosa, el loto y el laurel).

Simbolismo vegetal

La evidente presencia de elementos vegetales en la ornamentación de muchos de los edificios diseñados por Félix Navarro habla por sí misma de la querencia de este arquitecto por ella. Ciñéndonos a su obra en Zaragoza, la mayoría de sus edificios muestran a las claras su gusto por una ornamentación vegetal perfectamente visible por el paseante. El adorno vegetal en las obras de Félix Navarro remite claramente a formas concretas de la vegetación y participa de un lenguaje iconográfico generalizado, gracias a lo cual los elementos concretos de ese adorno pueden ser identificados y, a partir de ahí, entendidos, interpretados. Esto es lo que vamos a intentar en este apartado sobre la posible connotación simbólica del adorno vegetal en el Mercado Central de Zaragoza.

La mayoría absoluta de las plantas representadas en el Mercado Central nos resultan absolutamente familiares y no requieren especial presentación. Han sido desde la más remota antigüedad objeto de atención, no sólo agrícola y culinaria sino cultural, incluso en el ámbito de la experiencia religiosa. Su notable calidad botánica les dotó enseguida de un gran protagonismo de nuestra civilización: enseguida participaron también en la elaboración – incluida su faceta mítica, literaria y artística - de una visión del mundo en la que lo material y lo espiritual se darían la mano. Todas adquirieron muy pronto una inextinguida capacidad de representación simbólica de preocupaciones, satisfacciones y aspiraciones del género humano. 

Las dos únicas plantas que presentarían una connotación simbólica negativa son, precisamente, las únicas plantas silvestres: el berro de los prados y la neguilla, relacionadas en el folclore centroeuropeo al peligro, el diablo y la locura.  Es posible que en el diseño decorativo del Mercado, pleno de plantas agrícolas,  útiles y alimenticias y en el que todo colabora en la exaltación de un proyecto civilizador y socializador, estas pequeñas plantas silvestres estén precisamente aportando una llamada de atención hacia la presencia de los peligros que siempre amenazan el positivo desarrollo de la civilización o hacia los elementos que, como excepción, siempre intentarán mantenerse ajenos a ella. Se trataría de un detalle de una notabilísima sutileza intelectual y artística.

Es importante reparar en la ubicación de los motivos vegetales distribuidos en el espacio entero del Mercado Central (véase plano). Emblemáticos en la fachada, el trigo y la vid se enseñorean (desde las cerchas) del espacio interior del mercado. Lo hacen unidos a las flores de girasol, que por su parte contribuían a embellecer e “iluminar” (desde los capiteles de las columnas de hierro) el espacio del semisótano. También participan del espacio interior otras plantas que se muestran en el exterior: el olivo, la granada (ambos en las columnas) y la neguilla (en el dintel de las entradas laterales y en la cenefa de los tarjetones).

Una observación más atenta evidenciará (véase croquis) cómo el paso de todas estas plantas al interior del edificio viene acompañada de una elevación en altura, en la que ha intervenido una consideración del espacio desde el punto de vista de la luz (de su origen natural, en primera instancia). Los campos de trigo y los viñedos que rodean los puestos de venta lo hacen desde una altura superior, manteniendo una categoría simbólica ya adquirida en la fachada, y al resto de las plantas esa elevación espacial también las elevará a una categoría superior como símbolos. Ocurrirá muy especialmente en el caso de las flores de girasol: presentes en el semisótano y en los cierres metálicos de las entradas, ascienden a las alturas de las cerchas curvas del arco central y allí se muestran repetidamente como símbolo de la transformación de la materia gracias a la luz solar. Espigas de trigo y flores de girasol junto al caduceo insisten en la idea de esa transformación de la materia en fuerza espiritual, precisamente gracias a la intervención de Mercurio (el Hermes de la alquimia).

Algo semejante sucede con los frutos del granado: al alcance de la mano de quienes acceden al interior por cualquiera de las puertas que permiten el acceso a la planta calle, pero también en los elevados e inaccesibles capiteles de las columnas. Atractivo fruto agridulce, conocido símbolo de la fecundidad, podrá transformarse en el interior, en la altura de los capiteles, en símbolo de la amistad y de la generosidad. Y sobre estas granadas, por cierto, las conchas con perlas se exhiben como símbolo de la purificación y el perfeccionamiento a partir de la materia más humilde.

El olivo es árbol simbólico de la prosperidad y de la paz desde los más remotos tiempos. Su no inclusión en la fachada, entre los típicos alimentos de los que habla Navarro puede compensarse sobradamente con esta ubicuidad, especialmente si tenemos en cuenta un antiguo proverbio árabe: El aceite es el pilar de la casa. Lo encontramos representado en las basas de todas las columnas de la planta calle.

Los frutos de los capiteles corintios de las columnas de las entradas sur y norte, los que se muestran en los cuernos de la abundancia y en los fruteros expresan esencialmente la misma idea de copiosidad, fecundidad, abundancia, prosperidad y felicidad, elevando las frutas cada vez a superiores alturas del Mercado, como exhibiendo una ofrenda frutal a plena luz del sol.

Sólo a una planta de las representadas en el Mercado se la ha excluido de esa norma general de elevación espacial como vía de transformación a un ámbito simbólico superior: el loto, que da forma a los capiteles de las columnas del semisótano. Salida de la oscuridad, se abre a plena luz, símbolo de la plenitud espiritual. Junto al agua y en la penumbra, una flor de agua que busca la luz, que significa ella misma la conquista de la luz interior en un contexto religioso de muerte y resurrección. En las “tripas” del Mercado Central, una de las flores más espirituales del planeta. Verdaderamente, a esos lotos no les hacía falta nada más.

¿Y gracias a qué mecanismo todas estas plantas experimentan una transformación que los convierte, más allá de su inmediata capacidad alegórica de la prosperidad material y de la paz, en elementos de una simbología celebradora de la superación intelectual y moral? Es por obra del caduceo que reina entre todos ellos en este edificio consagrado a Mercurio. Es la acción de esa norma bajada del cielo, como lo expresa Félix Navarro, la que propicia una general transformación de la materia gracias a la cual sobrevive materialmente el género humano en materia espiritual gracias a la cual supera la inferioridad de lo que no se eleva del suelo. La presencia en el Mercado Central del dios Mercurio sería la clave del sentido de toda su ornamentación vegetal.

El dios Mercurio (el Hermes griego) desempeña en la mitología occidental la función de heraldo celestial. Comunicador  entre el mundo terrenal y el olímpico, protector de los caminos, de los viajeros, del comercio, del lenguaje, de la elocuencia y en general de la comunicación, Mercurio también actúa como guía y conductor de  las almas al Más Allá. De la paz fue también emblema, desde la Antigüedad, su famoso caduceo, empleado para abatir ante él enfrentamientos y discordias (como recuerda en su artículo Félix Navarro). Mercurio es un dios protector de las artes y las letras, de las artesanías y de los oficios productivos, conocedor de las características del género humano, al que señala y ayuda a encontrar el camino hacia la luz, especialmente interesado en su superación intelectual y moral.

El adorno de motivo vegetal refuerza el carácter positivo y optimista del diseño  del Mercado Central en el que la presencia de Mercurio transforma el edificio en un ámbito social civilizador en el que pueden realizarse los humanos deseos de bienestar, comunicación y superación cultural. Las plantas que lo adornan contribuyen a proclamar este mensaje.

 

FACHADAS CON ADORNOS VEGETALES. FÉLIX NAVARRO. ZARAGOZA

FACHADAS CON ADORNOS VEGETALES. FÉLIX NAVARRO. ZARAGOZA

LOS JARDINES MUDOS DE FÉLIX NAVARRO
 Un paseo por la flora de sus fachadas

                JAVIER DELGADO


El estupendo libro de Jesús Martínez Verón: Arquitectura aragonesa 1885-1920  aporta, entre otras muchas buenas cosas, un catálogo de las obras de los arquitectos en él estudiados. Aprovechando la lista de obras construidas en Zaragoza por Félix Navarro hemos querido acercarnos a esos edificios a observar la decoración de sus fachadas: un paseo en el que los ojos pudieran disfrutar de las figuras que adornan sus paredes y la madera o la rejería de puertas, aleros, balcones y miradores. Nos interesaban especialmente las figuras inspiradas en el mundo vegetal, a la búsqueda de un síntoma o rastro del diálogo entre la arquitectura urbana y la naturaleza en ese umbral de la modernidad al que Martínez Verón alude al tratar la estética constructiva de aquellas fechas a caballo entre los siglos XIX y XX.

Las viviendas que él da como aún existentes (de los 197 proyectos que realizó entre 1885 y 1911) son:

1885: San Miguel 37, San Lorenzo 38
1886: San Miguel 18, Rincón 8
1888: Boggiero 85
1889: Casta Álvarez 102
1890: Bilbao 7
1891: Rincón 6, César Augusto 48, San Miguel 48
1896: Ballestar 3
1897: Manifestación 25, Predicadores 15, Predicadores 72
1899: Armas 42
1900: San Agustín 5
1901: Albareda 7, Pza. Santo Domingo 10
1902: San Blas 104, San Blas 91, Cádiz 3, Manifestación 20
1903: Castrillo 2, Sagasta 6, Mártires 10, Armas 93, Armas 80,
         Sagasta 17
1904: Boggiero 41, Las Armas 47, Predicadores 67
1905: Agustín 31, Cap. Portolés 12, San Miguel 25, San Pablo 91, Torre 17,
          Boggiero 108, Manuela Sancho 18, César Augusto, 52, Pza. San Carlos
          2, San Pablo 90, Casta Álvarez 102, Mariano Gracia 19
1906: San Pablo 91
1907: Cádiz 8,
1908: Don Juan I de Aragón 1
1909: Casta Álvarez 87, Predicadores 78, Estudios 12-14
1910: Casta Álvarez 19, Olmo 3, Jusepe Martínez 12
1911: San Pablo 104

En total, 54 viviendas. Ponemos en cursiva las que han desaparecido recientemente (4), subrayadas las que no presentan adorno (11) y en negrita las especialmente adornadas (7). Por supuesto, nos referimos al estado en el que podemos ver hoy día y sin entrar en consideraciones sobre los cambios que deterioros o restauraciones hayan podido introducir en ellas.

La mayoría de las fachadas de viviendas especialmente adornadas (que aún existen) fueron construidas en un breve lapso de tiempo: entre los años 1902 a 1905. Un lapso sólo un poco más amplio abarca la época en la que Félix Navarro realizó sus más importantes construcciones en Zaragoza: 1901, Palacio de Larrinaga; 1903, Mercado Central, y Clínica Lozano; 1907: Escuela de Artes y Oficios. Estos edificios no los incluimos en este paseo por fachadas porque presentan unas características arquitectónicas claramente distintas, pero constatamos inmediatamente que si en ellos y en los panteones que Navarro construyó en el Cementerio de Torrero el adorno de motivo vegetal tiene un claro cometido simbólico cuyo mensaje resulta reconocible e interpretable (vinculado a la medicina, al comercio, al mar, al amor y a la muerte) estas fachadas de viviendas permanecen mudas ante nuestros ojos con su regalo de belleza impenetrable.

No es que las flores y las hojas (y unos pocos frutos) presentes en estas fachadas no hayan adquirido un valor simbólico a lo largo de la historia, sino que su presencia en ellas no parece tener una intencionalidad de ese tipo más allá de las referencias generales de una u otra planta en el imaginario colectivo (la rosa y el amor, el lirio y la pasión, la margarita y la sencillez, el tulipán y la exótica belleza, el girasol y la energía de la luz solar, etc.).  Es prácticamente imposible que se decidiera su presencia sin percibir esa rápida asimilación de ideas. Pero es aventurado adjudicarle un sentido preciso a la presencia del imponente cardo de Casta Álvarez 87, las hojas de vid de Predicadores 72 o las de higuera de San Carlos 2, los girasoles de Predicadores 15, los tréboles del mirador de San Miguel 25 o de la puerta de Plaza de Santo Domingo 10, los tulipanes de Sagasta 17, las perfectas rosas que acompañan a las cabezas femeninas de Sagasta 17, las guirnaldas fruto-florales que acompañan a las de San Miguel 48 o a la dualidad rosas/lirios con las que se embellecen las de San Miguel 25.

Esta presencia floral, por otra parte, ha de ser en muchas ocasiones deducida, completada con nuestros propios ojos, pues las formas de muchas de las figuras sólo tiene cierto parentesco con las de las plantas a las que creemos pueden representar, como las rosas de San Pablo 91 y Olmo 3, los lirios tallados en la puerta de Sagasta 17, esos tulipanes que creemos ver en los balcones principales de Cádiz 3, las rosas del precioso mirador de manifestación 20. En otros casos parecen representarse plantas raramente conocidas o deseadas. Ciertamente, son tan infinitas las formas que la naturaleza produce que casi cualquier forma podría remitir a una planta presente en uno u otro confín del planeta, pero es preciso poner un tope sensato a las posibilidades de su copia artesanal en un lugar concreto y en una época concreta.

En muchas ocasiones los ojos del paseante sólo podrán reconocer un número determinado de pétalos en lo que parece el cáliz de una flor, como las cuadripétalas de San Pablo 90 o las siluetas de lo que semejan hojas de hiedra de San Miguel 25. Y sin embargo, ¡qué rotundamente limones son los limones del portal de Sagasta 17 y qué naturales rosas las rosas de su fachada! Tampoco la relación entre las formas de flores y hojas emparejadas en el adorno pueden adjudicarse claramente y a la vez a una misma especie botánica: en los balcones principales de esa misma casa vemos juntas flores como rosas silvestres y hojas impropias de esa planta. En algún caso el alejamiento entre las formas del adorno y las reales de la vegetación hace de él, más que adorno de inspiración vegetal, un mundo propio de formas inventadas como las imposibles flores de los balcones superiores de Cádiz 3, las siluetas vegetalizadas de los balcones principales de San Carlos 2 o la interesantísima forja de la puerta de Manifestación 20 en la que el artista-artesano ha huido del repertorio floral conocido y nos ofrece otro de su personal creación. La forja de la puerta de Jusepe Martínez 12 ofrece, sin embargo, un conjunto de rosas perfecta y preciosamente realizado.

Hay flores de cuatro pétalos (todas las de San Pablo 90, las de las cenefas inferiores de los balcones de Sagasta 17); de cinco (en casi todas: las más notables en forja las de manifestación 20, las más notables en bajorrelieve en Cádiz 3, las más notables en relieve en San Miguel 25); de seis (las más rotundas las esculpidas sobre la puerta Sagasta 17, las más discretas las de la cenefa inferior de los balcones de San Miguel 18); de seis inscritos en ocho (en la puerta de San Miguel 18); de ocho (hilera floral de los balcones de San Miguel 18, flor central tallada en el cristal del dintel de la puerta de Albareda 7, que emerge de un precioso jarrón, acompañada de lirios y tulipanes); las hay de ocho pétalos inscritos en otros ocho (en el dintel de forja de Manifestación 20, acompañadas, por cierto, de unas bellas hojas lanceoladas) y hasta de dieciocho pétalos (en relieves de la fachada Predicadores 67). Las hay, incluso, redondas, sencillamente circulares (en cenefa inferior de los balcones de Predicadores 72). Entre las sencillas pero verosímiles rosas de la galería de Cádiz 8 y las igualmente sencillas pero inverosímiles flores trilobuladas de Santo Domingo 10 hay toda una constelación de flores y formas florales que recrean la vista y promueven nuestra calmada observación.

Y si hablamos de hojas, también encontraremos una diversidad semejante a la que cunde en la naturaleza y, como en ella, coexistiendo a escasa distancia, como sucede, por ejemplo, en San Miguel 25: geométricas hojas de hiedra de las cenefas inferiores de los balcones, estilizadas hojas de castaño de Indias escondidas bajo la galería y carnosas hojas de acanto en los relieves de sus fachadas (y éstas conviven con grandes rosas de cinco pétalos). En su puerta encontraremos también hojas y figuras de difícil identificación, lo cual ocurrirá en muchos otros lugares de todos estos edificios. Un caso interesante es el de las hojas de hierro de la puerta de Predicadores 15: con hojas y tallos se consiguen figuras que semejan mariposas; lo que, por cierto, vuelve a ocurrir en lo alto del mirador de esta casa.

Cuando las formas de un adorno de motivo vegetal no identifican claramente la planta de la que se hubiese tomado modelo, lo más cómodo y fácil (y seguramente lo más sensato) es dar por bueno que no se quiso copiar las de ningún vegetal concreto. Siempre nos quedará, empero, la pregunta sobre el por qué de la elección de esa forma para su realización. ¿Se trata de la influencia no inmediata de ciertas formas vegetales, de la hegemonía formal de algunas formas naturales, basada en una especial capacidad constructiva?

 La flora de estas fachadas constituye un mundo visual de referencia vegetal pero transformado por las manos del artesano. En relieve, bajo relieve, esgrafiadas, talladas o forjadas, estas formas vegetales responden a búsquedas artísticas apegadas al taller artesano que debe suministrar cientos de elementos concretos para la construcción. Algunos de esos elementos habrán sido diseñados por un artista, habrán sido concebidos como parte de un conjunto coherente y tendrán un exacto destino en un edificio singular, pero otros muchos no . Y el papel del arquitecto en el diseño o la elección de estos adornos sigue sin estar claramente documentada, salvo para construcciones importantes muy concretas, por más que esté demostrada una especial vinculación entre arquitectos y talleres artesanos de hierro, vidrio y madera en la época en la que trabajó Félix Navarro (del que, con todo, no conocemos ningún dibujo dedicado al adorno de estas fachadas que comentamos).

Pero ahí están, ante nuestros ojos de paseantes, las formas vegetales que adornan sus fachadas. Nos detenemos ante ellas con curiosidad y en su observación encontramos placer. En primer lugar, porque nos permiten comprender mejor el diseño global de las fachadas: estos adornos están señalando o subrayando una decisión sobre la estructura del edificio y sobre el rango de sus componentes, de modo que la jerarquía de elementos aparezca claramente valorada al exterior: el adorno en piedra o estuco en las paredes del piso principal, por ejemplo, es más copioso y complejo, de mayor tamaño y más bellamente ejecutado que el del resto de los pisos del inmueble: así lo vemos en Sagasta 17, Cádiz 3 y San Miguel 25. La mayor o menor obra de forja en la rejería de los balcones establece también el rango de las viviendas a las que pertenecen, incluso el mayor o menor tamaño de un mismo motivo repetido en todos lo anuncia, como sucede con los tréboles de Juan I de Aragón 1.

Las trazas de galerías o miradores, sea en el centro de la fachada o en el chaflán, realzan la función de unas estancias especialmente valoradas por su amplitud y luminosidad, y también entre esas estancias según los pisos, ya sean de piedra y con comedido adorno de grandes palmetas de forja como las de San Miguel 48 (1891) o la de Cádiz 8 (1907), de hierro y de exuberantes formas como la de Manifestación 20 (1902), de hierro y escasamente adornada como la de San Miguel 25 (1905). La sola presencia de un único mirador en de Predicadores 15 (1897), con su modesta pero impactante flora de forja, singulariza y ennoblece la estancia principal del edificio de cuatro pisos.

También nos dicen algo estas figuras sobre el momento en el que se estaban construyendo estos edificios, aquella época en la que la influencia francesa en la jardinería española era abrumadora y en la que al poco de abrirse al público bellísimos espacios ajardinados hasta entonces de uso privado y aristocrático se creaban los grandes jardines y parques públicos de nuestras ciudades (aunque Zaragoza tuviera que esperar a 1927), época en la que cundía la moda (a raíz de la Exposición Internacional de Paris de 1878) de la mosaicultura, ese tipo de jardinería en el que se cuidan pequeños espacios con ridículas plantaciones, esas corbeilles de círculos y elipses, “bordados” y arabescos con boj u otras plantas recortadas que amparan empalagosas tartas vegetales. Aquélla época, en fin, de tranquilos retiros balnearios y masivas movilizaciones obreras en la que Barcelona lanzaba el modernismo desde su Exposición Internacional de 1888 y en la que Gaudí construía la maravilla del Park Güell donde, por cierto, creaba más de setenta y cinco variaciones artísticas de una flor de cinco pétalos. 

Pues estos balcones de las fachadas de Félix Navarro no son ajenos a lo que vieron los ojos de sus coetáneos, a sus costumbres y a sus gustos en una Zaragoza todavía semi rural en la que sólo en jardines privados como el de Juan Bruil podían contemplar algunos privilegiados la maravilla de la flora exótica. Esa Zaragoza aún tan cerrada en sí misma a la que volvía un Félix Navarro de sus continuos viajes por Europa y América. Estricto coetáneo de Édouard André (1840-1911) y cosmopolita como él, acaso encontraría formulados en su famoso e influyente tratado L’Art des jardins. Traité pour la composition de parcs et jardins los principios de composición y combinaciones simétricas para jardines que pueden observarse en el diseño de sus mejores balcones, los de Cádiz 3 y Sagasta 17. Si para André era preciso ser a la vez pintor, poeta, arquitecto y jardinero, algo semejante parecía pensar Félix Navarro sobre su profesión.

En los balcones principales de Cádiz 3 es donde encontramos una de las más exquisitas pruebas del interés del arquitecto por la obra de forja en las fachadas de sus edificios y en los que, excepcionalmente, se muestran figuras del mundo animal: las oscuras siluetas de las golondrinas de esos balcones conservan la imagen de una ciudad en la que en algún momento se intentó dignificar y poetizar el espacio público desde la iniciativa privada. Es también esta fachada en la que el adorno de motivo vegetal nos parece mejor realizado (las rosas esgrafiadas, especialmente las de los búcaros del segundo piso; las margaritas de los relieves laterales, con sus grandes hojas; las rosas en relieve del dintel de la puerta, con su curiosa disposición), un conjunto de adornos sabiamente distribuidos en un diseño general para el que hubo de emplearse tanta matemática como sensibilidad. Cádiz 3 y Sagasta 17 son dos fachadas ante las que merece la pena detenerse a disfrutar de la belleza del conjunto y de la sorpresa de algunos detalles (como los vistosos grupos de capullos de tulipán en forja y esas discretas aneas esgrafiadas en esta última).

Los miradores de hierro de Manifestación 20, San Miguel 25 y Predicadores 15 son también un motivo para un paseo. Ya comentamos más arriba sus distintos niveles de adorno. Nos atraerá muy especialmente la exuberante decoración vegetal del más llamativo de ellos, el de Manifestación 20, con esa traza ondulada de los tallos y la artificiosa naturalidad del diseño de flores y hojas de su rosaleda. ¿Pues qué son esas redondas formas de sobresalientes largos estambres que la coronan a cada piso como una cenefa de flores imposibles? Si son capullos de rosa no es ésa su forma y si son flores de arándano o de brezo no es ésa su natural su ubicación, pero es una licencia diríamos poética la que se tomó quien diseñó esta delicada maravilla.

Observando el adorno de estas fachadas se nos ocurre si se tuvo en cuenta la luz, la evolución de la iluminación solar a lo largo de la jornada, en el diseño de una ornamentación realizada para ser exhibida a plena luz. Lo cierto es que al paseante curioso le apetecerá volverlas a mirar y remirar a distintas horas del día. Si así lo hace, disfrutará de los distintos efectos que, según la luz que las ilumine, producen en el detalle de estas formas artísticas las líneas, los volúmenes y las sombras.

 

 

ESTUDIOS SOBRE FLORA Y FAUNA EN EL ARTE ARAGONÉS

FLORA Y FAUNA EN EL ARTE ARAGONÉS
 PRESENCIA Y SIMBOLOGÍA

 Relación de los estudios estudios publicados por Javier Delgado en diversos medios (sin contar los que constituyen un libro)

 

Estudios sobre arte gótico:

. “Flora y fauna en el retablo de  la Seo”: del libro El retablo mayor de San Salvador de Zaragoza de la autora Maria Carmen Lacarra. Zaragoza, Librería General, 2000.  pp. 171-219.

.  “Hortus conclusus, tierra prometida. La sillería gótica de la Seo de Zaragoza”. De Zaragoza, Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, nº LXXXII-2000, pp. 111-155.

. “Retablo de Nicolás Zahortiga”  (S. XV), del libro “Jardín cerrado. Flora escondida en la Colegiata de Santa María de Borja” Borja, Centro de Estudios Borjanos (IFC), 2000, pp. 23 – 44.
. Sillería del coro (S. XV), del libro “Jardín cerrado. Flora escondida en la Colegiata de Santa María de Borja”. Zaragoza, Centro de Estudios Borjanos (IFC), 2000,  pp. 45 – 80.
. “La Puerta de la Bendición de la iglesia de San Miguel Arcángel de Tarazona. Aproximación a su estudio”. Zaragoza,  Turiaso, 2001-2002, junto a estudio de Jesús Criado Mainar,  pp.181-200. [debería publicarse completo].

. “Iconografía marginal de la Portada del Perdón de Santa María de los corporales de Daroca”, de la publicación no venal de la Diputación de Zaragoza, junto con estudios de María Carmen Lacarra, Encarna Ripollés y Mercedes Núñez Motilva. Zaragoza, Imprenta  Provincial de Zaragoza, 2003, pp. 31 -65. [ Podría publicarse completo (73 p.)]

. “Un coro enmudecido. La decoración de la sillería de la catedral de Tarazona”. Zaragoza,  Turiaso, 2003-2004, junto al estudio de Mª Teresa Ainaga Andrés y Jesús Criado Mainar, pp. 37 -62. [Podría publicarse completo (pp. 13 – 63)].

. “La fronda ordenada. Iconografía marginal en el retablo de Damián Forment para la iglesia de San Pablo”, junto con estudio de Carmen Morte. Zaragoza, Caja de la Inmaculada, (en prensas).

 Estudios sobre arte de los siglos XIX-XX

. “Botánica funeraria: los panteones de Félix Navarro en el cementerio de Torrero”, del catálogo de la exposición  “Félix Navarro 1849-1911. La dualidad audaz”. Zaragoza, Delegación de Zaragoza del Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón, 2003, pp. 191 – 194.

. “Los jardines mudos de Félix Navarro: un paseo por la flora de sus fachadas”, del catálogo de la exposición  “Félix Navarro 1849-1911. La dualidad audaz”. Zaragoza, Delegación de Zaragoza del Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón, 2003, pp. 195 – 200.

. “Mercado Central y templo de Mercurio”, del catálogo de la exposición “Mercado Central. 100 años”, La Lonja, 8 julio – 31 agosto, 2003. Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza, la Caja de la Inmaculada y La Asociación de Detallistas del Mercado Central, 2003, pp. 113 – 134.

. “Un jardín en el centro. La decoración vegetal de la fachada del Mercantil”, del libro “Una joya en el centro: un símbolo de la modernidad”, de Manuel García Guatas. Zaragoza, Cajalón, 2004, pp. 37 – 44.

. “Jardines mudos. Motivos botánicos en el Modernismo zaragozano”. Zaragoza, “La magia de viajar por Aragón”, nº 4, octubre 2005, pp. 18 – 25.

ADORNO Y SENTIDO EN EL MERCADO CENTRAL DE ZARAGOZA

ADORNO Y SENTIDO EN EL MERCADO CENTRAL

                                JAVIER DELGADO

La decoración del Mercado Central, inscrita en su propia estructura, habla y explica el sentido de un edificio singular. La constituyen cuatro tipos de elementos: los relacionados con el dios Mercurio, los que simbolizan el trabajo y las tareas que contribuyen a la alimentación humana, los que exhiben productos concretos que se venden en este mercado y, por último, el conjunto de los adornos de motivo vegetal.

 Mercurio, el trabajo, el mercado y sus productos

Mercurio está presente en el Mercado por medio de su caduceo y su casco alado, emblemas del dios que se muestran sobre las entradas laterales, en las cerchas curvas del arco de la nave central y en los capiteles corintios de las columnas altas de las fachadas norte y sur. Al trabajo, y más aún a la laboriosidad, aluden las dos colmenas acompañadas de tres abejas con cabeza humana que se tallaron sobre las entradas laterales.

Las tareas vinculadas al mercado alimentario están representadas de tres formas distintas en la fachada principal (sur). En primer lugar, mediante los “carteles” de piedra alusivos al comercio (mulo y roscadero), la horticultura (frutas, azada y regadera), la caza (ánade, arco y flecha) y la pesca (dos peces, remo y red). En segundo lugar mediante las figuras de las cresterías sobre las galerías laterales, en cada una de las cuales se esculpieron una cabeza central de carnero (la carne), dos conejos (la caza), dos frutos de alcachofas (la horticultura), dos peces (la pesca) y dos racimos de uva (la agricultura). En tercer lugar mediante emblemas esculpidos en los capiteles de las columnas altas de las fachadas norte y sur: la agricultura (hoz y tres espigas), la pesca (pez con tridente y anzuelo), la caza (ave alcanzada en vuelo por una flecha) y el comercio (balanza y  rama de laurel).

Los productos que se venden en el mercado están presentes en los cuarenta y dos  tarjetones esmaltados del interior. Iniciando un recorrido desde la fachada principal (sur) hacia la fachada trasera (norte) y volviendo desde ésta hasta la fachada principal se ven tarjetones con las siguientes imágenes:

En el lateral oeste: 1: Melocotones. 2: Gallina y polluelos. 3: Racimos de uva. 4: Peces. 5: Ánade en vuelo. 6: Zanahorias y nabos. 7: Gallina y huevos. 8: Panes y cesta de higos. 9: Alcachofas. 10: Langosta. 11: Cabra. 12: Pájaros 13: Ciruelas. 14. Codornices. 15: Jabalí. 16: Manzanas y melones. 17. Ternero. 18: Naranjas. 19: Olivas negras. 20: Coliflor. 21: Cordero.

En el lateral este: 22: Pavo. 23: Cerdo. 24: Corzo. 25: Aves negras. 26: Peras. 27: Gallo. 28: Toro. 29: Perdices. 30: Cordero. 31:  Melón abierto y melocotones. 32: Faisán. 33: Vaca. 34: Pato. 35: Angulas. 36: Membrillos. 37: Pájaros. 38: Conejos. 39: Carnero. 40: Dos palomas. 41: Cerezas. 42: Peces.

El propio Félix Navarro explicó la presencia de todas estas figuras en la decoración del Mercado Central en un importante artículo publicado en “Heraldo de Aragón” el 24 de junio de 1903, día de su inauguración. En este artículo el arquitecto expone claramente su concepción global del edificio y el sentido de los principales elementos de su ornamentación. En esencia, Navarro tiene una forma de concebir el edificio porque tiene una forma de concebir el trabajo humano (al que canta con su arte), el comercio (un fecundo trato) al que está destinado, las relaciones de los seres humanos entre sí (que han de ser de equidad), las de éstos con la materia (sobre la que reinan), con su propia intimidad espiritual (victoria sobre las rudezas, mezquindades y egoísmos) y con una inspiración superior (una norma bajada del cielo, una ley o razón).

El adorno de motivo vegetal

En cuanto al adorno de motivo vegetal, aparte de la presencia alegórica de las figuras nombradas, Navarro explicó la presencia del trigo y la vid junto al escudo de Zaragoza (los típicos alimentos) y de los canastillos rebosando frutas, acompañados de las ocho letras de la palabra Zaragoza, de los capiteles de las arcadas laterales de las fachadas norte y sur (porque los productos de una región forman su carácter o nombre). Pero no detalló sentido de la presencia de todas las plantas representadas, algunas reiteradamente, a lo largo y ancho del edificio.

Dieciséis son las plantas representadas en el Mercado Central. Por orden de frecuencias (se excluyen del cómputo las presentes en guirnaldas, cornucopias y fruteros): Girasol: 460. (En vigas de celosía: 84. En columnas de hierro semisótano: 144. En cerchas: 160. En cierres fachadas norte y sur: 20. En vallas fachadas norte y sur: 20. En puertas fachadas laterales: 16. En celosía galerías de arquillos: 16). Granada: 329 (En cierres fachadas norte y sur: 8. En columnas de hierro planta calle: 304. En capiteles columnas fachadas norte y sur:16. En cartel fachada principal:1). Olivo: 304. (En columnas de hierro planta calle). Berro de los prados (Cardamine pratensis): 240 (En cierres laterales). Neguilla (Agrostemma githago): 88. (En tarjetones: 84. En dinteles laterales: 4). Trigo: 82. (En cerchas: 80. Junto al escudo de Zaragoza: 2). Vid: 50. (En cerchas: 40. En cresterías: 8. Junto al escudo de Zaragoza: 2). Loto: 36. (En columnas de hierro semisótano). Manzana: 33. (En cestos capiteles: 32. En cartel fachada principal: 1). Membrillo: 17. (En cestos capiteles: 16. En cartel fachada principal: 1). Rosa: 16 (En celosía galerías de arquillos). Pera: 13. (En cestos capiteles: 12. En cartel fachada principal: 1). Alcachofas: 8 (En cresterías: 8). Piña: 2. (En hornacina colmena). Anea:1(En cartel fachada principal). Laurel: 1 (En escudo emblema Balanza).

El plano adjunto permite hacerse una idea de conjunto de la presencia de decoración vegetal del Mercado. Hay que resaltar que la representación de estas plantas es fundamentalmente realista, de forma que el visitante puede reconocer fácilmente las vides de las naves laterales, los trigos y los girasoles de la nave central, los olivos y las granadas de las bases y los capiteles de las columnas y, por supuesto, las frutas expuestas en los capiteles de las columnas de piedra de las entradas norte y sur. Con un poco de atención podrá reconocer también las frutas expuestas en los fruteros elevados sobre los pináculos. En cuanto al berro de los prados y la neguilla, su identificación es discutible, pero creemos que puede defenderse con relativa certeza (son flores presentes en el arte desde la Edad Media).

Un grupo de siete plantas predominan en la decoración del Mercado Central: el girasol, la granada, el olivo, la neguilla y el berro de  los prados, seguidas del trigo y la vid. Atendiendo no sólo a su cantidad sino también a su ubicación y a sus dimensiones, son el girasol, la vid y el trigo las que predominan en el interior del edificio (y el girasol la única que también está en el semisótano). El berro de los prados, por su parte, domina totalmente la decoración en hierro al exterior, como si de una cerca floral silvestre se tratase. Es importante advertir la absoluta ubicuidad del olivo y la granada, por más que por su tamaño no estén evidentes a primera vista. En cuanto al loto, su presencia en los capiteles de las columnas de hierro del semisótano (a los que da su forma) hace de ella también un motivo ornamental de primera magnitud. Seguramente, a parte de su belleza formal, su presencia tiene mucho que ver con el resurgir de motivos orientales en la literatura y el arte de la época, incluso con un cierto renacer del esoterismo.

La importancia primordial del trigo y la vid no resulta solamente de su patente ubicuidad y el gran tamaño de su representación en las cerchas, sino también por su presencia junto al escudo de la ciudad. También la presencia del trigo junto al caduceo de Mercurio en las cerchas del arco central le dota de una especial significación. Lo mismo puede decirse de la flor de girasol, la figura vegetal más representada en el Mercado.

La especial ubicación de la alcachofa, la manzana, el membrillo y la pera en los conjuntos emblemáticos de la fachada (capiteles, cresterías, y carteles), en los que están en representación de la horticultura, hace que su importancia crezca muy por encima de lo que les corresponde por su tamaño y por su frecuencia. La escasa presencia de la rosa (y su reducido tamaño y marginal ubicación en las celosías de las galerías de arquillos) responde precisamente a este planteamiento general: estamos en un ámbito dedicado a las plantas agrícolas, útiles y alimenticias, vinculadas a la agricultura y la horticultura, y no al mundo de la jardinería (al que sólo pertenecen en el Mercado, además de la rosa, el loto y el laurel).

Simbolismo vegetal

La evidente presencia de elementos vegetales en la ornamentación de muchos de los edificios diseñados por Félix Navarro habla por sí misma de la querencia de este arquitecto por ella. Ciñéndonos a su obra en Zaragoza, la mayoría de sus edificios muestran a las claras su gusto por una ornamentación vegetal perfectamente visible por el paseante. El adorno vegetal en las obras de Félix Navarro remite claramente a formas concretas de la vegetación y participa de un lenguaje iconográfico generalizado, gracias a lo cual los elementos concretos de ese adorno pueden ser identificados y, a partir de ahí, entendidos, interpretados. Esto es lo que vamos a intentar en este apartado sobre la posible connotación simbólica del adorno vegetal en el Mercado Central de Zaragoza.

La mayoría absoluta de las plantas representadas en el Mercado Central nos resultan absolutamente familiares y no requieren especial presentación. Han sido desde la más remota antigüedad objeto de atención, no sólo agrícola y culinaria sino cultural, incluso en el ámbito de la experiencia religiosa. Su notable calidad botánica les dotó enseguida de un gran protagonismo de nuestra civilización: enseguida participaron también en la elaboración – incluida su faceta mítica, literaria y artística - de una visión del mundo en la que lo material y lo espiritual se darían la mano. Todas adquirieron muy pronto una inextinguida capacidad de representación simbólica de preocupaciones, satisfacciones y aspiraciones del género humano. 

Las dos únicas plantas que presentarían una connotación simbólica negativa son, precisamente, las únicas plantas silvestres: el berro de los prados y la neguilla, relacionadas en el folclore centroeuropeo al peligro, el diablo y la locura.  Es posible que en el diseño decorativo del Mercado, pleno de plantas agrícolas,  útiles y alimenticias y en el que todo colabora en la exaltación de un proyecto civilizador y socializador, estas pequeñas plantas silvestres estén precisamente aportando una llamada de atención hacia la presencia de los peligros que siempre amenazan el positivo desarrollo de la civilización o hacia los elementos que, como excepción, siempre intentarán mantenerse ajenos a ella. Se trataría de un detalle de una notabilísima sutileza intelectual y artística.

Es importante reparar en la ubicación de los motivos vegetales distribuidos en el espacio entero del Mercado Central (véase plano). Emblemáticos en la fachada, el trigo y la vid se enseñorean (desde las cerchas) del espacio interior del mercado. Lo hacen unidos a las flores de girasol, que por su parte contribuían a embellecer e “iluminar” (desde los capiteles de las columnas de hierro) el espacio del semisótano. También participan del espacio interior otras plantas que se muestran en el exterior: el olivo, la granada (ambos en las columnas) y la neguilla (en el dintel de las entradas laterales y en la cenefa de los tarjetones).

Una observación más atenta evidenciará (véase croquis) cómo el paso de todas estas plantas al interior del edificio viene acompañada de una elevación en altura, en la que ha intervenido una consideración del espacio desde el punto de vista de la luz (de su origen natural, en primera instancia). Los campos de trigo y los viñedos que rodean los puestos de venta lo hacen desde una altura superior, manteniendo una categoría simbólica ya adquirida en la fachada, y al resto de las plantas esa elevación espacial también las elevará a una categoría superior como símbolos. Ocurrirá muy especialmente en el caso de las flores de girasol: presentes en el semisótano y en los cierres metálicos de las entradas, ascienden a las alturas de las cerchas curvas del arco central y allí se muestran repetidamente como símbolo de la transformación de la materia gracias a la luz solar. Espigas de trigo y flores de girasol junto al caduceo insisten en la idea de esa transformación de la materia en fuerza espiritual, precisamente gracias a la intervención de Mercurio (el Hermes de la alquimia).

Algo semejante sucede con los frutos del granado: al alcance de la mano de quienes acceden al interior por cualquiera de las puertas que permiten el acceso a la planta calle, pero también en los elevados e inaccesibles capiteles de las columnas. Atractivo fruto agridulce, conocido símbolo de la fecundidad, podrá transformarse en el interior, en la altura de los capiteles, en símbolo de la amistad y de la generosidad. Y sobre estas granadas, por cierto, las conchas con perlas se exhiben como símbolo de la purificación y el perfeccionamiento a partir de la materia más humilde.

El olivo es árbol simbólico de la prosperidad y de la paz desde los más remotos tiempos. Su no inclusión en la fachada, entre los típicos alimentos de los que habla Navarro puede compensarse sobradamente con esta ubicuidad, especialmente si tenemos en cuenta un antiguo proverbio árabe: El aceite es el pilar de la casa. Lo encontramos representado en las basas de todas las columnas de la planta calle.

Los frutos de los capiteles corintios de las columnas de las entradas sur y norte, los que se muestran en los cuernos de la abundancia y en los fruteros expresan esencialmente la misma idea de copiosidad, fecundidad, abundancia, prosperidad y felicidad, elevando las frutas cada vez a superiores alturas del Mercado, como exhibiendo una ofrenda frutal a plena luz del sol.

Sólo a una planta de las representadas en el Mercado se la ha excluido de esa norma general de elevación espacial como vía de transformación a un ámbito simbólico superior: el loto, que da forma a los capiteles de las columnas del semisótano. Salida de la oscuridad, se abre a plena luz, símbolo de la plenitud espiritual. Junto al agua y en la penumbra, una flor de agua que busca la luz, que significa ella misma la conquista de la luz interior en un contexto religioso de muerte y resurrección. En las “tripas” del Mercado Central, una de las flores más espirituales del planeta. Verdaderamente, a esos lotos no les hacía falta nada más.

¿Y gracias a qué mecanismo todas estas plantas experimentan una transformación que los convierte, más allá de su inmediata capacidad alegórica de la prosperidad material y de la paz, en elementos de una simbología celebradora de la superación intelectual y moral? Es por obra del caduceo que reina entre todos ellos en este edificio consagrado a Mercurio. Es la acción de esa norma bajada del cielo, como lo expresa Félix Navarro, la que propicia una general transformación de la materia gracias a la cual sobrevive materialmente el género humano en materia espiritual gracias a la cual supera la inferioridad de lo que no se eleva del suelo. La presencia en el Mercado Central del dios Mercurio sería la clave del sentido de toda su ornamentación vegetal.

El dios Mercurio (el Hermes griego) desempeña en la mitología occidental la función de heraldo celestial. Comunicador  entre el mundo terrenal y el olímpico, protector de los caminos, de los viajeros, del comercio, del lenguaje, de la elocuencia y en general de la comunicación, Mercurio también actúa como guía y conductor de  las almas al Más Allá. De la paz fue también emblema, desde la Antigüedad, su famoso caduceo, empleado para abatir ante él enfrentamientos y discordias (como recuerda en su artículo Félix Navarro). Mercurio es un dios protector de las artes y las letras, de las artesanías y de los oficios productivos, conocedor de las características del género humano, al que señala y ayuda a encontrar el camino hacia la luz, especialmente interesado en su superación intelectual y moral.

El adorno de motivo vegetal refuerza el carácter positivo y optimista del diseño  del Mercado Central en el que la presencia de Mercurio transforma el edificio en un ámbito social civilizador en el que pueden realizarse los humanos deseos de bienestar, comunicación y superación cultural. Las plantas que lo adornan contribuyen a proclamar este mensaje.