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FLORA Y FAUNA EN EL CLAUSTRO GÓTICO DE VERUELA

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                          LECTURAS DEL CLAUSTRO MEDIEVAL
                          DEL MONASTERIO DE VERUELA

                                                          Javier Delgado Echeverría

1. Un claustro monacal

Un conocido poema medieval, el Carmen de laude vita monasticae, definía un claustro monacal de la siguiente manera:

La estructura de la casa presenta una figura cuadrada y unos gloriosos atrios con cuatro pórticos. Los primeros, enmarcados por las tres casas que el cuidado del cuerpo exige; y el cuarto por la casa que del Señor. La primera casa guarda la bebida y la comida, con los que restaurarse en la segunda casa, aneja a la primera. La tercera cuida de los miembros fatigados por el trabajo del día. La cuarta hace resonar constantemente las alabanzas de Dios.

Así explicaban aquellos versos latinos la función de la cilla o almacén, el refectorio o comedor, el dormitorio y la iglesia. En otro orden de cosas, la vivencia monacal podría resumir el claustro como el cielo en la tierra. Es cuadrado porque el cuadrado es la figura geométrica primordial y alberga la rotunda redondez de la perfección del espíritu. Cuadrado, también, como el Libro que sostiene el Ángel, el Evangelio. El claustro, así, será también Libro, es decir, Mensaje de Dios entre los hombres, eternamente abierto al estudio, la meditación y la oración.

La cuadratura del círculo, eso es el claustro. Un espacio reservado estrictamente a la oración y la meditación, en cuyo centro está el mismísimo ombligo del mundo y el eje del universo: la fuente de la Sabiduría y de la Gracia en la que tiene lugar la conexión cósmica esencial.

La historia de la evolución de la arquitectura monacal desde los primeros monasterios que fundara San Pacomio en Egipto y Alejandría en el siglo IV es rica y compleja. Y en ella hay un momento de ruptura o cambio radical en la vida y arquitectura monástica a partir de la difusión de la regla de San Benito y el protagonismo reformador de San Bernardo. Para Carmen Añón[1] Esta nueva ordenación de la vida religiosa condicionaba un orden arquitectónico de paz y belleza. Si la función crea la forma, el ‘anima’ de esta función, traspasada en la búsqueda de una ascesis personal a través de un camino de perfección, imprimía a la piedra, material noble por excelencia, un carácter de sacralización en una austera renuncia a la ornamentación.  Los cistercienses, benedictinos y cartujos tenían siempre al menos cuatro jardines  dentro de su organización: la huerta, el jardín de plantas medicinales, el cementerio, donde los árboles eran símbolo de resurrección, y el jardín del claustro principal, que era un jardín puramente simbólico.

Ahí quería llegar: al simbolismo en el claustro monacal, pues mi percepción de cuanto hay en el claustro gótico del monasterio de Veruela y, en general en las obras del arte gótico, es  percepción de alusiones simbólicas de cuya y concreción quiero creer que he ofrecido elementos de juicio suficientes en mis publicaciones.[2] No se trata de una percepción “extrasensorial” ni dada semejante. No se trata de una capacidad individual de percibir, sino del estudio interdisciplinar de los elementos culturales de la época y de su rastro en las artes. Concretamente, del sentido de la presencia de la flora y la fauna en la pintura, escultura y arquitectura góticas.

2. El claustro gótico de veruela y sus parientes

Del jardín que hubiera en el claustro gótico de Veruela de los siglos XII al XVIII nada sabemos. Sí del que hubo en él, y en general las plantaciones en Veruela que hicieron los jesuitas a lo largo de los 98 años de su estancia en Veruela: de ello hay constancia incluso fotográfica y aún quedan testimonios personales vivos, especialmente el del hermano Pascual Ferrandez, factotum durante años de la vida vegetal en el monasterio[3]. También sabemos cómo ( y en algunos casos por qué) se restauró la flora del monasterio por los alumnos de la Escuela taller del Monasterio de Veruela, bajo la dirección del maestro jardinero Bernardo Lario, durante los años 1988 al 1996. D. Jesús Gil Pablo y D. Jesús Gil Tejero (“Zapata”), empleados de la Compañía de Jesús, primero, y de la Diputación de Zaragoza después, son sin duda dos testigos de capital importancia para lo que nos interesa y en general para la historia pequeña y en detalle de la vida entre las murallas de Veruela desde 1920 hasta nuestros días[4].

Volviendo al claustro gótico y al simbolismo, lo primero que interesa señalar es que la concepción de éste de Veruela está hermanada con la de los claustros góticos de los monasterios de Rueda y de Piedra, en la misma provincia de Zaragoza. El primero merecería un estudio a fondo, ahora que el monasterio ha sido felizmente restaurado por la Diputación de Zaragoza. Del segundo, cuya decoración ha sido apenas penosamente conservada, se debería realizar al menos un informe sobre lo que queda visible.

A estos claustros hermanos y a otros de la misma familia de monasterios fundados y construidos en un radio de 200 kilómetros por las mismas o cercanas  fechas (aunque el no lejano del monasterio de la Oliva, en Navarra, es un caso especial a valorar con tiento), supera con mucho el de Veruela en belleza e interés artístico y simbólico. Porque hay en él un verdadero programa iconológico, un plan intelectual cuya resolución es, sin exagerar, magnífica, tanto en lo formal como en lo conceptual y simbólico.

3. Los componentes del claustro

Algunas cifras

En primer lugar están las columnas y  pilares con sus capiteles: sesenta y cuatro columnas exentas, con sus respectivos capiteles, y veintitrés pilares fasciculados de sección romboidal, compuestos de nueve columnas cada uno, con sus capiteles. Ello suma doscientas setenta y una columnas y otros tantos capiteles. Se reparará en que la cifra total, 271 puede leerse: 2+7+1= 10, cifra muy especial en la numerología y en la cábala medieval. Las columnas exentas siguen una estricta disposición: tres entre cada dos pilares. Con dos excepciones. Entre los pilares 5 y 6 (ala Este) y entre los pilares 10 y 11 (ala Sur): en el primer caso las dos bíforas con las que cierra la arquería no se subdividen como sucede en el resto y además están coronadas por sólo un rosetón lobulado y no por tres como en los demás casos; en el segundo caso entre ellas está la entrada al Lavabo, indivisa. El número de columnas exentas, de no darse estas excepciones, hubiera sido sesenta y nueve. Se quedan en sesenta y cuatro (y también los rosetones). La cifra 64 también puede leerse 6+4= 10. De nuevo el número perfecto, el número “sagrado de la totalidad”.

En el encuentro de los arcos diagonales de las bóvedas de los tramos de las galerías hay rosetones, claves ornamentadas. Hacen un total de veintisiete, todas ellas de motivos vegetales excepto una: la número dieciocho (ala Oeste) de nuestro plano, adornada con un Agnus Dei. Pueden leerse la cifra: 2+7= 9 y 1+8=9: el rosetón del Agnus Dei alcanza un valor que iguala al de todos los demás unidos.

Las ménsulas de este claustro son treinta y una (3+1= 4, la cifra de la Unidad, acaso de la unidad en el mensaje inscrito en ellas), catorce esculpidas con figuras humanas o animales y diecisiete  con motivos vegetales. 1+4 con figuras humanas o animales = 5 y la suma de 1+7 con motivos vegetales = 8. Pues 5+8= 13, la cifra total de ménsulas escrita al revés.

A todos estos detalles puede dárseles más o menos valor. Lo importante es que están ahí, fueron diseñados y no parecen producto de la casualidad. Señalarlos no es darles inmediatamente un significado, ni mucho menos un significado “oculto”. Sencillamente nos tomamos la molestia de estudiar el claustro como debieron de hacer quienes dirigieron su construcción. ¿Tuvieron en cuenta, al hacerlo, elementos  numerológicos o cabalísticos? Tenían en cuenta tales elementos en muchos otros aspectos de su vida cotidiana, incluida su comprensión de la Biblia a través de sus comentaristas, como puede ver quien se asome a sus páginas comenzando por las de San Agustín, autoridad notoria.

Vegetales de piedra

El elemento predominantemente patente en este claustro es el elemento vegetal: capiteles, ménsulas y rosetones presentan figuras directamente inspiradas en plantas, concretamente de hasta veinticuatro especies vegetales. El plano adjunto ayudará a ubicarlas. Entre las hojas de algunas de esas plantas encontraremos otros elementos, animales o fantásticos. Para llegar a una visión de conjunto trataremos ordenadamente los siguientes aspectos.

 Naturalismo: La totalidad de las especies representadas en este claustro viven en la zona de Vera, Veruela y Moncayo y fueron esculpidas con una fidelidad absoluta, de modo que el detalle con que se presentan sus elementos diferenciadores hace suponer una intención francamente descriptiva. Se trata de un naturalismo que no cierra el paso a una valoración simbólica de su presencia. Por el contrario, este naturalismo y definición botánica proporciona una base especialmente firme para la interpretación iconológica: sabemos de qué plantas concretas estamos hablando y, por tanto, podemos estudiar sus usos concretos en la época (medicina popular, farmacopea, dichos y refranes, valoración, etc.) y también el legado simbólico que habían adquirido hasta entonces en la cultura judeo-cristiana, especialmente en las tradiciones vinculadas a la vivencia religiosa de los monjes de Occidente.

Por tanto nos fijamos en la tipología de estas plantas y vemos que pertenecen a especies herbáceas y a especies leñosas. 14 especies herbáceas: acanto, anémona, brionia, celidonia, diente de león, hepática, hierba de San Roberto, lúpulo, ranúnculos (4), trébol, ulmaria. 10 especies leñosas: arces (2), encina, granado, hiedra, higuera, laurel, majuelo, roble, vid.

También reparamos en que unas son plantas cultivadas y otras espontáneas. 13 cultivadas ya en el siglo XIV: acanto, arces, encina, granado, hiedra, higuera, laurel, lúpulo, majuelo, roble, trébol, vid.

Otra clasificación puede atender a su ubicación en la naturaleza. 5 especies son de monte alto: arces, anémona, hepática, ulmaria. Y otras 5 de monte bajo: encina, diente de león, lúpulo, majuelo, roble.

También puede observarse la utilidad de estas plantas. 4 especies son frutales: granado, higuera, olivo, vid; 3 alimenticias para el ganado: encina, roble, trébol. 12 son medicinales: anémona, brionia, celidonia, diente de león, granado, hepática, hiedra, higuera, laurel, majuelo, olivo, ulmaria. Y 5 son culinarias: diente de león, higuera, laurel, olivo, vid. Puede verse que las plantas herbáceas, cultivadas y medicinales son los grupos más numerosos. Con las alimenticias humanas o animales se nos define el universo vegetal del claustro: una representación bastante aproximada del huerto-jardín medieval.

Una representación en la que interesa sobremanera reparar en el detalle de la ubicación de estas plantas atendiendo al factor sol/sombra, como repararíamos en un huerto real. Dada la orientación del claustro, una línea imaginaria que trazáramos desde el pilar 6 al 15 (ver plano) dividiría el claustro en dos zonas perfectamente distinta: hacia el norte la insolación y hacia el sur la penumbra. La máxima insolación diaria, a lo largo del año comprende una zona que va del pilar 1 al 6 y del 15 al 23. Entre los pilares 6 al 15 es donde este claustro recibe la mínima insolación. Lo importante es darse cuenta de que en el cuadrante noreste de claustro, el más insolado, es donde encontramos representadas más veces la vid y los arces y donde únicamente vemos la encina, el granado, el roble, el majuelo y el lúpulo, todas ellas especies que aman la luz. Por el contrario, en en la zona de mínima insolación donde encontramos mayor número de hiedra y ranúnculos, plantas de umbría. Una ubicación de las plantas tan significativa por su adecuación a la realidad de la naturaleza no parece deberse al azar. Hasta el detalle de la ubicación de la higuera, junto a la fuente del Lavatorio, en el lugar más soleado del ala sur (donde muchos hortelanos la plantarían si se tratara de un huerto real.).

Un factor más del naturalismo imperante lo constituye la proximidad entre varias de las especies representadas. Las agregaciones de arce-vid y arce-hiedra, brionia-vid-arce, celidonia-hepática, encina-roble-arce, trébol-ranúnculos-acanto-hepática, son agregaciones presentes en la naturaleza.

Hay excepciones que pueden observarse tanto en la disposición en sol o sombra (laurel y olivo en la umbría no es una la ubicación más indicada) o en la agregación entre plantas (ulmaria-arce-lúpulo no es acertada, pues aquélla necesita suelo húmedo y éstos lo prefieren seco). Estas excepciones, dicho sea de paso, también se dan en la naturaleza.

4. Las plantas, sus poderes y sus nombres

En el arte puesto al servicio de la vivencia religiosa cada planta adquiere significado teológico y moral, del tipo del significado de las parábolas evangélicas y en general de las escenas y hechos que se narran en la Biblia. Conviene recordar que el Antiguo Testamento fue escrito primero en hebreo, traducido al griego (la famosa versión “Septuaginta”) para las comunidades judías de la diáspora y más adelante traducido al latín por diversas autoridades entre las que descolló San Jerónimo, padre de la versión cristiana de la Biblia que se llamaría “Vulgata”. Las plantas mencionadas en la Biblia son muchas, y reciben diversos nombres hebreos, griegos, cananeos y latinos. Estos nombres no siempre se correspondieron entre sí, de forma que una planta mencionada con un término hebreo pudo recibir dos o más versiones al pasar al griego y más tarde al latín. Versiones que no fueron en general “neutrales”, en el sentido de que en su elección influyeron aspectos de los conocimientos botánicos de los traductores y de su público pero también elementos de la cultura pagana y tradiciones populares vinculadas a ellas. Ahí está el quid de la cuestión iconología vegetal aplicada al arte gótico: sin el conocimiento de la realidad, el uso, el valor y las leyendas adheridas a las plantas a lo largo de los siglos no es posible comprender su aparición en el arte ni mucho menos su función en él. Baste, a modo de ejemplo – pero especialmente significativo – la pólémica que recogen las cartas entre San Agustín y San Jerónimo a raíz del conflicto que se originó en la iglesia de Oea, en el norte de África, por la lectura de un pasaje del profeta Jonás, en donde la versión de Jerónimo decía que Jonás se había sentado a la sombra de una hiedra (Hedera) mientras que la antigua versión decía que lo hizo bajo una planta de clabaza (Cucurbita). Fue tal el tumulto que se originó al escucharse lo de la hiedra que el obispo del lugar se vio obligado a corregir la lectura, volviendo a la versión antigua, para que los fieles no se marchasen de la iglesia indignados. (Cartas 71 y 82 de Agustín y 75 y 81 de Jerónimo, entre los años 404 y 405). Lo que había en el fondo de la cuestión era ni más ni menos que la sospecha de una alusión al orgiástico paganismo de Baco (con la hiedra) opuesto a la ortodoxia cristiana en su  visión de Jonás como predecesor de Cristo. En aquella época las referencias a la hiedra no podían escucharse sin reacción contra el paganismo.[5] La anécdota sirve para ejemplarizar el tipo de problemas con los que se vieron los traductores y los artistas de la Edad Media, traductores, a su vez, en imágenes, del mensaje de las Sagradas Escrituras.

Una cuestión añadida es la presencia real de estas plantas en la vegetación del lugar o sus alrededores. Ello tiene que ver con la forma de trabajo de los canteros: ¿tomaban  modelos del natural?, ¿utilizaban planchas o modelos? Sobre el particular de Veruela puede decirse que salvo la filipéndula, la hepática y el arce de Montpellier, las otras 21 se encuentran en los alrededores del monasterio, de tal forma que incluso en las calles de Vera de Moncayo pueden encontrarse ejemplares.[6] Las otras tres mencionadas se encuentran en el Moncayo.

En mi opinión, la localización natural de esas plantas en el mismo monasterio y en sus alrededores demostraría su conocimiento inmediato por parte de los diseñadores del claustro. Desde luego en el caso del uso culinario y medicinal la cuestión parece clara si se tiene en cuenta los textos de medicina de la época. Por eso la realidad añade potencia y valor a una lectura además simbólica de su presencia artística: porque parte de un conocimiento realmente difundido entre los miembros de la generación de quienes vivieron la construcción del claustro.

5 Animales y otros seres entre las plantas

En los capiteles del claustro de Veruela, entre las hojas, se tallaron diversos seres: animales, humanos y fantásticos. Así veremos basiliscos entre hojas de celidonia (ala Este, capitel 3,3) y recordaremos que si el basilisco daña la mirada la celidonia sana los ojos; pequeños pájaros se posan entre hojas de hiedra (ala Este, capitel 6,3) tal como lo harían en la realidad; pero además acaso aluden a la vitalidad del alma frente a la simbología funeraria de la hiedra. Entre hojas de ranúnculo se esconden víboras, acaso un aviso. Entre hojas de vid hay diversas figuras (ala norte, pilares 20 y 22) que en ambos casos parecen aludir a la historia de dos pecados, como explicamos pormenorizadamente en otro lugar. Allí podrá leerse el detalle del estudio sobre éstas y otras muchas figuras del claustro de muy interesantes características[7], cuyo tratamiento aquí alargaría excesivamente estas páginas que no quisieran sino ser un acicate a la curiosidad del lector y una llamada de atención sobre los aspectos fundamentales del asunto.

Sí quisiera dejar constancia de la interpretación global del claustro que en su día propuse[8], basada en la presencia de plantas y otros seres en sus capiteles. El resumen sería el siguiente: si se repara en la ubicación de las plantas de mayor carga simbólica en el cuadrado del claustro se advierte que se produce una secuencia continua de la contraposición de la idea de la muerte a la de la resurrección. Si nos atenemos solamente a la simbología de las plantas más profusamente representadas (acanto, arce, hepática, hiedra, ranúnculo, vid) el resultado aproximado daría una lectura de dualidades: vida/ muerte, bien/ mal, gracia/ pecado, a las que se añadirían dos elementos: Iglesia y Santísima Trinidad y dos protagonistas: Job y Jesucristo. Precisamente los que resuelven en la doctrina cristiana ese antagonismo de los opuestos, superándolo: sólo Jesucristo, prefigurado en Job,  es la vía de solución a los problemas planteados en el Antiguo Testamento, y esa reflexión habrá de hacerse en el seno de la Iglesia por él fundada. Así se cumple la voluntad de Dios (Uno y Trino).

Aún me atreví en El huerto de piedra a vincular la iconografía del claustro con el Cántico de Habacuc, breve pieza veterotestamentaria en la que tras pedir auxilio a Dios frente a los enemigos (1,2), tras la famosa Copla de los cinco ayes (2, 6b-20) (una potente denuncia de la iniquidad)  y tras la expresión de una espléndida Teofanía (3, 1-16), el profeta expresa, pese a los contratiempos, la firmeza de su confianza en su Dios (3, 17-19). Este Cántico de Habacuc se unió al conjunto de oraciones cuya temática común es la del justo perseguido, y concretamente su rezo se unió al Salterio, con los salmos de Laudes de los viernes de Tiempo Ordinario, o Feria Sexta ad Laudes II[9]. La higuera sin frutos (Lavatorio), la vid sin uvas  (ala Norte, pilares 18, 20 y 22) y el olivo sin aceitunas (ala Sur, capitel 7,2) de nuestro claustro podrían sugerir los versos: Aunque la higuera no echa yemas y las cepas no dan fruto, aunque el olivo se niega a su tarea (…) yo festejaré al Señor gozando con mi Dios salvador.

La temática del justo perseguido del Cántico de Habacuc, con sus ecos también en el Libro de Job, convendría a la lectura de este claustro en cuya construcción intervinieron el Papa Luna y otros miembros de la familia de los Luna en una época en la que tenía lugar el cisma de Occidente (Benedicto XIII pasaría entre 1394 y 1415 de ser elegido papa a ser considerado antipapa). En medio de aquellas penalidades los Luna pudieron volver sus ojos hacia el Libro de Job y también reafirmar, con Habacuc, su fe en el Dios del que lo esperan todo.

6. Job en Veruela

La demostración de que todo lo expuesto tiene una base concreta nos la da el estudio de las figuras talladas en las ménsulas del claustro. En ellas están presentes los personajes del entonces divulgadísimo y venerado Libro de Job: Dios, Satanás, Job y sus amigos Elifaz, Bildad, Sofar y Eliu, así como Leviatán y Behemot (véase su ubicación en el plano).

Las razones por las que las figuras de este claustro aludieran al Libro de Job las señalé y expliqué en mi libro Job en Veruela[10] y no creo necesario, aparte de remitir a su lectura, sino volver a señalar la curiosa forma en que se realizó dicha alusión, mediante figuras aparentemente inconexas y no mediante escenas que la tradición había convertido ya en “clásicas” de la iconografía bíblica. No me resisto a dejar constancia aquí del hecho de que en otras grandes obras de arte de la época realizadas en la provincia de Zaragoza, como es el caso de las más importantes sillerías góticas, se utilizó el mismo recurso estético. Pudiera ser que la personalidad de los maestros flamencos que trabajaron en aquella época en nuestra provincia tuviese algo que ver con esta preferencia estilística.

Coda final

Hace unos pocos años, Bernardo Lario, quien fuera maestro jardinero de la Escuela-Taller del Monasterio de Veruela (dependiente de la Diputación Provincial de Zaragoza) tuvo una ingeniosa idea: reproducir en los jardines del monasterio, concretamente en el rincón sureste, el claustro gótico: las plantas que en éste aparecen talladas en piedra aparecerían en el jardín al natural, vivas, como lo estarían en su día las que hicieron de modelos para los canteros que trabajaron sobre el diseño general.

Así se hizo, y hoy puede disfrutarse de este nuevo claustro al aire libre, con el trazado del original, en el que por ahora hay plantados arces, un olivo y un granado, como señal alusiva. Seguramente podría ampliarse un poco (sin agobiar el espacio) el número de especies plantadas en él, de forma que la copia quedase más manifiesta. Devolver a la vida a estas plantas que se han mantenido en piedra durante seis siglos tiene su encanto poético, pero además aporta un elemento didáctico a los visitantes mostrando la realidad vegetal que también observan petrificada, de forma que podrán comparar ellos mismos y asombrarse de la calidad artística de las tallas de motivo vegetal del claustro gótico de Veruela. Y acaso así aprendamos todos a dar a la naturaleza lo que es de la naturaleza y al arte lo que es del arte. En el arte gótico, ambos, naturaleza y arte, trataron de fundirse (sin confundirse) en la búsqueda de una Verdad más esencial.

                                                                                              



[1] Sobre el particular se han escrito desde antiguo  incontables páginas, de las que da cumplida cuenta el capítulo Le Moyen Âge de la segunda parte (Jardins de la tradition occidentale) del libro de Michel Baridon “Les jardins. Paysagistes, jardiniers, poètes”, Paris, Laffont, 1998.  Hay traducción española en en la ed. Abada Editores, Madrid, 2004, y 2006.

Son muy interesantes las cercanas de Carmen Añón Felíu, llenas de sabiduría en su lección , recogida en el artículo “El claustro: jardín místico-litúrgico”, del libro El lenguaje oculto del jardín: jardín y metáfora, Madrid, Editoriall Complutense, 1996, pp. 11-36. Colección Cursos de Verano de El Escorial. Éste, dirigido por la propia Carmen Añón.

[2] Sobre este claustro:  DELGADO, Javier: Job en Veruela (Esculturas del claustro gótico del monasterio de Veruela), Zaragoza, Ibercaja, 1996. Colección Boira, 36. DELGADO, Javier y LARIO, Bernardo: El huerto de piedra: flora esculpida en el claustro gótico del monasterio de Veruela, Huesca, La Val de Onsera,  con la colaboración de la Diputación de Zaragoza, 1998. Colección Sindéresis.

[3] Su testimonio, junto con el del sacerdote jesuita Juan Jesús Bastero Montserrat, lo recogí “El huerto …”, op. Cit., pp. 193-202

[4] Sus testimonios, en “El huerto…”, op. Cit., pp. 193-213. Pero aún tienen todos ellos mucho que contar. Sería interesante escucharles y grabar sus narraciones y explicaciones.

[5] Traté este asunto en mi estudio DELGADO, Javier: Jardín cerrado: Flora escondida en la Colegiata de Santa María de Borja, Borja, Centro de Estudios Borjanos (IFC), 2001.

[6] En su excelente estudio “The leaves of Southwell”, Nikolaus PEVSNER, London and New Cork, 1945, sobre la profusa decoración de motivo vegetal en los capiteles de la Southwell Chapter Hause, se plantea las mismas preguntas y llega a semejantes conclusiones, nunca cerradas.
Por si divierte saberlo, apunto aquí algunas localizaciones de plantas en el cercano pueblo de Vera de Moncayo. Acanto: en macetas de calle Nueva (en Julio, floridos). Arce campestre: zona de las pozas de cáñamo, recién plantados. Brionia: calles de los huertos, como calle Moral. Celidonia: calle Moral y calle Trasvilla. Diente de león: en calles, huertos y alrededores. Encina: en ermita de la Aparecida. Granado: en jardines de Veruela. Hiedra: en calles de los  huertos de Vera,: enroscadas a los árboles. Hierba de San Roberto: alrededores. Higuera: en jardines de Veruela yen calles de los  huertos de Vera, como calle Mora y calle Bola. Laurel: huertos (especial, calle Bola). Lúpulo: trasvilla en higuera y aligustre frente a pza. del Moral. Majuelo: Peña del Villar. (ej.: junto al Castaño de Indias). Olivo: alrededores. Ranúnculos: alrededores. Trébol: huertos y alrededores. Vid: huertos  y alrededores (ej: viñedo de  Los molinos). 

[7] DELGADO, Javier: Job en Veruela, Op. Cit., pp. 71-105.

[8] DELGADO, Javier y LARIO, Bernardo: El huerto de piedra… Op. Cit.

[9] HARPER, John: The formas and orders of Western liturgy from the tenth to the eighteenth century: a historical introduction and guide for students and mucicians, Oxford, Clarendon, 1995, p. 257.

[10] DELGADO, Javier: Job en Veruela…, Op. Cit.

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