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javierdelgado

MODESTIA APARTE. CUENTO CON MALA LECHE. MUY ILUSTRATIVO PARA QUIENES BUSCAN ENTENDER LOS EVENTOS QUE ACAECEN EN LA RUE PÚBLICA; O SEA, LO QUE PASA EN LA CALLE.

MODESTIA APARTE. CUENTO CON MALA LECHE. MUY ILUSTRATIVO PARA QUIENES BUSCAN ENTENDER LOS EVENTOS QUE ACAECEN EN LA RUE PÚBLICA; O SEA, LO QUE PASA EN LA CALLE.                                                                                                                                                                       La idea era buena, pero era suya, lo cual la hacía un poco menos buena. De eso era consciente, pero también de que el resto de la bondad de su idea podía sobrevivir independientemente de su paternidad. Gracias a ello, la idea, aunque un poco menos buena que si no hubiera sido suya, brillaría fácilmente en el firmamento de las buenas ideas. Así que decidió echarla a rodar hasta que otras manos la tomaran a su cuidado. Sólo después de eso aparecería él. Sin que nadie se diera cuenta de la jugada. De eso dependía la buena salud de la idea, su buen desarrollo y en definitiva que alcanzara el fin para el que había sido pensada.   -          Tú no te des nunca a entender, le había recomendado siempre su amantísima madre, y él procuraba, efectivamente no dejarse ni rastrear; muchísimo menos cuando se le ocurría una idea. Y aquella era sin duda una buenísima idea. No podía ponerla en peligro asomando la oreja.  Hizo tres llamadas telefónicas, de modo que al final de la última el primero recibiera la llamada del último, interesadísimo en contarle una idea que parecía buena. De tal modo que ya era una idea que andaba, como quien dice, sola. Y no hay mejor idea que la que anda sola. Se le pone un collar y ya está: ya tiene amo. De eso se trata precisamente: de que haya alguien tan fatuo que se dedique a ponerles collar a las ideas que se le suelten cerca de su mollera.  El plan, por tanto, iniciaba su andadura. Si todo iba bien no tardarían en llamarle a él para encargarle la realización de aquello, o de parte de aquello, que él mismo ideó en el más inviolable de los secretos.  Cuando lo hicieran se tomaría su tiempo para responder, no era cosa de precipitarse.  La ciudad continuaba su vida sin contratiempos. Y de vez en cuando aparecían aquí o allá signos de novedad que alegraban a muchos e indignaban a unos pocos, que es de lo que se trataba: sin generar esa dialéctica no hay manera de que un proyecto siga adelante.  Su santa madre ya le había advertido hacía años:  -          Si todo el mundo está contra un asunto, malo; pero si no hay nadie que se ponga en contra, malo también.  ¿Cómo había aprendido esas cosas su madre? No era lectora de Baltasar Gracián y ni siquiera hojeaba la prensa local.  -          En el mercado y al pie del ahorcado se escucha opinar a quienes van y a quienes ya han llegado, repetía su madre con pícara mirada.  Cuando se inauguraba tal o cual cosa, el último en enterarse, casualmente, resultaba él mismo. A última hora le llamaría un propio para pedirle de parte de fulano que preparase unas palabras sobre el evento. Él, que tenía un pensamiento independiente y además todo el mundo coincidía en que era lo que se dice “un pico de oro”. Un poco renuente y con enfado por las prisas, acababa por aceptar el urgente encargo, siempre por ser quien era quien se lo hacía llegar.  Al día siguiente la prensa local resaltaba sus palabras más incluso que las de las propias autoridades de la ciudad. No en vano se trataba de un ciudadano libre de toda sospecha, uno de esos hombres de los que una ciudad podía sentirse orgullosa y gracias a los cuales la vida política – solía decirse -  no caía del todo en los consabidos terrenos de las componendas.  ¡Qué contenta estaría su madre si aún pudiera verlo!  De todas maneras, su madre, cuando le alababan al hijo, siempre solía responder con un dicho de su tierra:  -          ¿Quién alaba la limpieza de la hija? ¡La guarra de su madre!  Así que todo el mundo en la ciudad sabía de qué raza le venía a ese galgo la independencia de criterio y la firmeza de carácter.

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