PAISAJE DESDE LA TORRE DEL PILAR
He vuelto a subir a la torre del Pilar en su ascensor. Es una excursión que me gusta mucho y hoy la vista era estupenda. Siempre merece la pena subir allí para echar la vista a los lejos por sobre los tejados de la ciudad. Se veían las arenas de Ranillas en plena transformación y más cosas nuevas que siempre te vienen a la vista. Pero lo que más me gusta mirar desde esta torre es la torre de San Pablo. No voy a ponerle palabras a esa visión porque me la quiero guardar para mí. Estoy seguro, por lo demás, que cada cual disfrutará de manera distinta de su presencia y no quiero…no debo… ¡Ah! ¡Cuando surgen estas dudas al escritor es doloroso y difícil seguir escribiendo sobre algo! ¡Precisamente nuestra aportación son esas palabras nuestras sobre tal o tal cosa, palabras que les dan vida de una forma especial! Pero a veces, por ejemplo ahora, después de mirar la torre de San Pablo durante mucho rato desde la torre del Pilar, me parece preferible callar como he callado envuelto en el viento de aquel cucurucho de cristal mientras miraba y la miraba. Sólo sé que las luces, cambiantes por minutos, la indefinición de las dimensiones del espacio a la vista, la sobria soledad de la belleza vertical de su diseño, el mismo invisible arremolinado viento en lo alto y los reflejos del Ebro allí abajo… Pero ya vuelvo a poner palabras a la visión de la torre de San Pablo. Y no quiero. Deseo por ahora guardarme para mí los folios invisibles del escrito en el que quedaría documentada mi estancia y mi vivencia, la búsqueda, el encuentro, el equilibrio, el silencio, la dinámica inscrita en un paisaje urbano del que me siento parte sin sentirme nunca encerrado en él, dominado por él. Así la Torre de San Pablo esta mañana entre tejados, viento, luces y sonidos. Deberían dejar subir al ascensor también por las noches: la vista iluminada de Zaragoza desde un poco de altura daría una noción de la belleza urbana muy atractiva. Pero ya saben ustedes lo que es Zaragoza para todo lo que es disfrute de la ciudad. Se habla mucho del turismo y todo eso y de los visitantes y tal que te cual, pero no se aprovechan ocasiones, torres, vistas, excursiones a otras caras de la ciudad que no son las caras de la baturrería desfasada de vino picado y vinagre muy fuerte y la risa muy fuerte y el humor picado. Desde la torre del Pilar se han detenido los ojos a mirar las nuevas marcas de los sueños en la piel arrugada de la ciudad. De pronto han voceado los altavoces el Bendita y alabada sea la hora y todo ha vuelto a la costumbre del olor a mercado, alcantarillas, aguas jabonosas, frituras y fritangas, el mediodía de siempre abrazado tercamente a su pilar.
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tausiet -