EL PROF. HANS TILEN PROVOCA LA HILARIDAD CON UNA COMPARACIÓN. LA HILARIDAD PASARÁ EN LA PARTE SIGUIENTE DE SU CHARLA POR UN PROCESO DE REVISIÓN: UNA NUEVA IDEA PARECE HABERSE COLADO ANTE LOS OJOS DE LOS PRESENTES
Durante la cena, que fue opípara como todas las que suelen celebrar la ocasión o excusa de la presencia de un invitado en Zaragoza y en la que corrió generosamente el vino aragonés más estimado, sucedieron multitud de anécdotas jocosas y aún enredos que darían para un tomo entero de memorias locales. El respetable acatuaba ya como no tan respetable metido en harina de cenar, beber, reir, cotillear y cenar. Por cierto que se habló mucho de Belloch, inasistente a la charla y a la cena y se pasó lista a todos los cargos públicos municipales, provinciales y regionales. Sólo con ello hubo ya sustancia para tres o cuatro calderadas de nutritiva risa que algunos de los presentes supieron aderezar magníficamente on su verbo fácil al tiempo que incisivo.
Nos acercamos a la mesa de la presidencia para palpar (en sentido figurado) el sentir de los allí reunidos y al parecer llegamos en el preciso momento en el que en ella acababa de surgir un asunto de discusión curioso y divertido como pudiera serlo el más curioso y deviertido de todos los que surgían y brillaban en cualquier rincón de la gran sala. Era el caso de que nuestro invitado, el Profesor Hans Tilen, en su limitada pero ágil lengua española (que no empleaba para comer sino para largar a su gusto durante todo el rato que dedicaba la ruda lengua alemana para las labores de la alimentación personal) había lanzado como quien alegremente lanza un trozo de pan al aire, la siguiente pregunta: ¿Qué les parece a ustedes más natural: un burro o un tractor?
Ni qe decir tiene que los intentos de sofocar la risa no alcanzaban su objetivo, así que las carcajadas retumbaban en aquel lugar de la sala como truenos precursores de una fuerte tormenta. Sin embargo, el profesor Tilen no se mostraba molesto por el recibimiento de su pregunta, sino muy al contrarió, él mismo reía a carcajada limpia, a mandíbula batiente y sus risas destacaban (sea por el acento, sea por el timbre, sea por el ritmo) por sobre todas la demás.
De esta pregunta les hablaremos en el siguiente tramo de esta crónica, cuando hayamos repuesto nosotros mismos fuerzas con las viandas y los magníficos platos que han ido presentando los encargados del local en un gesto de generosidad más allá de cualquier adjetivo y de cualquier presupuesto.
¡Hasta pronto!
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