LA GRAN VALLA ENTRE ESTADOS UNNIDOS Y MÉXICO, UNA INFAMIA CONTRA LA HUMANIDAD
La ignominia hecha valla. Las evidencias del imperialismo.
La Gran Valla norteamericana contra México es un hecho: millones de dólares para evitar la libre circulación de la ciudadanía de un país al otro. Una valla contra el derecho humano a buscar mejores condiciones de vida. ¡En el país que crearon los buscadores de nueva vida! Pero es que además de levantar la valla, el Gobierno de Bush reforzará la vigilancia en las zonas fronterizas de California, Arizona, Nuevo México y Texas La valla contra los inmigrantes costará 2.000 millones de dólares y será reforzada con infrarrojos y aviones. Además del muro, se establecerá una barrera «virtual» en la que se utilizarían aviones, helicópteros, lanchas motorizadas, perros adiestrados, barreras, luces de alta potencia, equipos infrarrojos y de comunicación, así como uniformes blindados.
Y los agentes de la Patrulla Fronteriza tendrán más autoridad para detener e inmovilizar vehículos que se dan a la fuga, porque hasta ahora sólo pueden colocar barricadas con púas. La vigilancia se reforzará en las zonas fronterizas de California, Arizona, Nuevo México y Texas. Millonadas de dólares para mantener fuera de los EEUU a esos miles de ciudadan@s mexican@s que cada día intentan entrar en el “país de las oportunidades”. Una vergüenza para todo el mundo y también una evidencia terrible de la división de parcelas en la vida del planeta. La sede del Imperio no admite una integración individual y voluntaria: obliga por otros medios a integrarse sometiéndose a las cláusulas económicas que los grandes poderes norteamericanos imponen a países y continentes enteros. El Gran Detentador del Poder del sistema imperialista ofrece la libertad de someterse a sus dictados como y cuando le interesa: ese sistema que alardea de su defensa del individuo evidencia con estas medidas, una vez más, su trato “en masa” de la mano de obra esparcida por el mundo. Una “masa” a la que trata simultáneamente como personas concretas (en la publicidad y en la difusión del consumo) pero como meras ruedas del engranaje de los procesos productivos. Las grandes empresas, los grandes monopolios norteamericanos le ofrecen sus mercancías a cada individuo mexicano pero no le ofrecen al individuo mexicano la posibilidad individual de acercarse libremente a las salas de máquinas de la producción. Prefiere hacer de México (y en general de cualquier país) una extensión de sus tentáculos productivos y comerciales, supeditada a las directrices propias, antes que tratar en términos de igualdad con el país y aceptar la libre circulación de las personas en la fase de la demanda y la oferta de empleo. Esa fase ha de quedar bajo férreo control de las autoridades políticas-policiales-militares que aseguran al gran capital que su forma de expandirse no problematizará su forma de organizar la producción.
Produce un efecto brutal en cualquier conciencia humana libre la experiencia de la construcción de una evidencia tal de los intríngulis del sistema económico imperialista. Duelen en la mismísima carne esos bastos materiales de construcción y esos instrumentos de vigilancia y armas de última generación. ¡Como una lija del cuatro en nuestros párpados! ¡Como un puñetazo en la boca del estómago!
Pero los dirigentes del mundo callarán, tragarán, comprenderán, ¡y hasta pondrán sus barbas a remojar!
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