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javierdelgado

IMPERIOS. ARTÍCULO 40 DE "JARDÍNES CERCANOS " EN "ARTES Y LETRAS" DEL HERALDO DE ARAGÓN. SEGUIDAMENTE IRÁN CINCO MÁS, PORQUE ME HABÍA OLVIDADO DE PONERLOS EN EL BLOG, TAN IMBÉCIL ME MANTENGO

IMPERIOS. ARTÍCULO  40 DE "JARDÍNES CERCANOS " EN "ARTES Y LETRAS" DEL HERALDO DE ARAGÓN. SEGUIDAMENTE IRÁN CINCO MÁS, PORQUE ME HABÍA OLVIDADO DE PONERLOS EN EL BLOG, TAN IMBÉCIL ME MANTENGO

IMPERIOS (publicado en Heraldo de Aragón, "Artes y Letras" del jueves 2 de noviembre de 2006)

 He leído casi a la par dos libros muy diferentes sobre dos mundos absolutamente distintos. Uno es el del genial y mundialmente famoso polaco R. Kapuscinski, “El Imperio” (Barcelona, Anagrama, 2004). El otro el de un no tan conocido (pero autor de libros de viajes convertidos en best-séllers) norteamericano Robert D. Kaplan, “Viaje al futuro del imperio. La Transformación de Norteamérica en el siglo XXI” (Barcelona, Biblioteca Grandes Viajeros, 2000). El mundo interior del corazón del imperio soviético y el mundo interior del corazón del imperio capitalista sólo tienen a primera vista en común su conciencia de serlo; pero esa conciencia dota a ambos mundos de una interioridad de una semejanza sorprendente. No se trata de una semejanza superficial, sino de una ola de fondo que ambos autores son capaces de escuchar bajo el tráfago cotidiano de las multitudes de ambos mundos. Ola de fondo que podría describirse como la desintegración de cada uno de los dos imperios en un mosaico de comunidades de identidad propia. De forma más evidente y traumática en el caso de la antigua Unión Soviética, pero no por ello menos contradictoria y peligrosamente imparable en el caso de los Estados Unidos de América. Y también es de notar que esas multitudes, cuando se miran con lupa, muestran los rasgos del poder, el servilismo, la ignorancia, el elitismo, la tradición, la marginalidad, etc., en personajes y ambientes que sin poder intercambiarse sí pueden compararse perfectamente sin temor a estar comparando huevos con castañas. La capacidad inquisitiva de ambos Kapuscinski y de Kaplan es la herramienta admirable de investigación en los detalles más enjundiosos.  Como suele decirse en los comentarios de los finales de las partidas de Ajedrez, el resto es técnica; en este caso, técnica narrativa de primer orden. Esperada en el caso del célebre polaco, descubierta en el caso del (para mí) desconocido norteamericano.

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