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javierdelgado

CONTAR ÁRBOLES, COMPRENDER LA CIUDAD

CONTAR ÁRBOLES, COMPRENDER LA CIUDAD

 Árboles como fichas. Como un tablero la ciudad.

Acotar una zona. Contar árboles. Ordenar  las cifras, los datos: por especies, por calles. Sacar algunas conclusiones. Inventariar, historiar, analizar.  Escuchar las voces del pasado en los rastros vegetales, las opciones en el diseño final, las contradicciones urbanas en los fracasos y en los éxitos del arbolado. Todo eso (y más) me gusta, me interesa, me entusiasma. Encontrar en los árboles los síntomas urbanos, las propuestas, las búsquedas y las iniciativas. Y también los silencios, la falta de interés, la violencia, los  mensajes de la lucha de clases, de la evolución de su lucha en la ciudad.

Se trata de una tarea lenta, trabajosa, llena de pequeñas trampas. No todo lo inventariado es lo que parece. No todo lo que aparece está inventariado. Me refiero a la vida, la vida de la ciudad; es decir, de sus habitantes. Los de ahora y los de hace años, siglos.

Las cicatrices de lal ciudad conciernen al arbolado. Bajo sus troncos, en el subsuelo, los árboles esconden secretos importantes sobre la ciudad. En las ramas de los árboles está escrita la historia de sus calles, de sus comunicaciones. También en la copa de los árboles anidan la modas, las falsas soluciones a problemas falsos. Sus troncos registran el paso de la ciudadanía tanto como el paso del tiempo: en el interior son círculos, en el exterior son marcas, alfabetos, comunicados.

Inventariar, ordenar datos, enlazar noticias. Preguntar a los árboles sobre su presente para que hablen de su pasado. Mirar un árbol. Ver la ciudad.

Escuchar los vacíos, las ausencias. Suponer, restituir, reordenar. Explicar los cambios y las modificaciones. Comprender un urbanismo entre árboles y el sentido de los árboles entre los edificios, sobre las aceras, en los parques de la ciudad. Escuchar las voces silenciadas, los actos que no llegaron, las intenciones, los arrepentimientos.

Con cuidado, al detalle. Leemos lo que no está escrito. Aplicamos instrumentos que a veces dañan la verdad. La historia de los árboles urbanos es un cúmulo de historias y hay que ir deslindando, despojando, exponiendo. No somos arqueólogos ni cirujanos, tampoco exactamente historiadores: preguntamos al árbol y esperamos signos desde la propia manifestación de su entidad. ¿Dendrografía? Sí, pero algo más, porque los árboles viven mientras cambian los signos arbóreos y los signos humanos. Lectores. Preguntadores.

Los árboles hablan por los humanos: dicen lo que los humanos no son capaces de expresar de otra forma que por medio de su relación con los árboles. Altavoces en medio de la ciudad. Lo que se habla en casa trepa ramas arriba, se exhibe entre las hojas, desaparece con la siguiente conversación.

Todo eso me interesa, me gusta, me entusiasma.

También me gustan muchas otras tareas.

Pero ahora son los árboles, su síntoma y señal.

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