SIGUE LA POLÉMICA SOBRE TALA DE ÁRBOLES Y REPLANTACIONES EN SANTO DOMINGO (REPÚBLICA DOMINICANA)
(De http://www.elnacional.com)
POR.JULIO CURY
Roberto Salcedo está en la picota. Ambientalistas y grupos comunitarios han objetado el programa municipal de sustitución de árboles en calles y parques. Es innegable que la arborización urbana desempeña un rol importantísimo en la calidad de vida del munícipe, pues independientemente del efecto paisajístico que mejora las condiciones de recreo y descanso y ofrece atractivo al entorno, la forestación purifica el aire, reduce los decibeles que generan los vehículos de motor, amortigua la temperatura a través de la sombra que proporciona, disminuye los danos que produce la lluvia al precipitarse sobre la tierra, y ofrece abrigo y alimento a las aves.
Sin embargo, no todos los árboles se corresponden con las características botánicas que demanda una comunidad. Determinadas especies no armonizan con las exigencias urbanas y, en cambio, trastornan los servicios públicos, siendo los más comunes la obstrucción de rejillas de drenaje pluvial por la caída excesiva de hojas y la interferencia en el cableado telefónico y eléctrico. Por otra parte, la prominencia de las raíces de plantas de tallos muy gruesos, suele destruir tuberías de agua, crear fisuras en viviendas y hasta levantar las aceras, lo que pone en riesgo la vida del peatón al obligarlo a utilizar calles y avenidas para su desplazamiento. De ahí que la arborización atraiga cada vez más la atención municipal, pues de su planeamiento inapropiado se derivan innumerables dificultades. No soy ambientalista ni nada parecido, pero a juzgar por las podas periódicas de que eran objeto algunos de los árboles reemplazados, era evidente que afectaban las líneas de transmisión energética y telefónica, mientras que otros de follaje abundante obstaculizaban la iluminación vial y la visibilidad de semáforos. Desde este punto de vista, Roberto tiene razón para justificar el desmonte de árboles secos, enfermos, inclinados, de copas muy irregulares y con problemas de alto riesgo para conductores, peatones y la propia infraestructura de la ciudad.
Ahora bien, a pesar de su atractivo estético, las palmas no igualan las bondades a escala urbana de otras especies arbóreas. Si bien es verdad que armonizan mejor con las redes de alta y media tensión, y que sus ramas no desprenden hojas suficientes para atorar desagües pluviales, no es menos cierto que su escaso follaje no les permite filtrar la radiación solar ni absorber contaminantes sólidos y gaseosos, incluidas las emisiones de dióxido de carbono que emiten los automóviles, causa de no pocos trastornos de salud.
Al no ser capaces de oxigenar el ambiente, es claro que su papel frente a la aridez del clima es pasivo. Y al no optimizar las oscilaciones térmicas ni el ruido ambiental que reduce nuestro sentido del humor, exponiéndonos a perder creatividad y cordura, es más que probable que el proyecto de renovación del arbolado urbano que ejecuta el Ayuntamiento del Distrito Nacional, no logre mejorar la calidad de vida del munícipe. Y es desde ese otro punto de vista que Roberto no tiene razón.
Ignoro si los árboles talados eran especies nativas valiosas y en buen estado fitosanitario, en cuyo caso tal vez merecía la pena salvarlas y trasladarlas. Dejando de lado el debate sobre la utilidad de las palmas en cuanto a los aspectos climáticos y de contaminación ambiental, lo que si sé es que Roberto es un abanderado de la promoción de la naturaleza. Por tanto, pienso que tal vez debió proceder gradualmente, apoyado de la dinámica participación de comunidades organizadas, con consultas previas y diseños participativos que le permitieran cuajar sin reproches ni sobresaltos su propósito de vestir nuestra ciudad de verde.
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