LECTURA Y DEBATE
Publicado en Heraldo de Aragón , "Artes & Letras" del jueves 7 de junio de 2007
LECTURA Y DEBATE
Entre las muchas curiosidades del libro (algunas ya las señalaba la semana pasada) quizá la más llamativa sea su capacidad de aparecer ante nosotros como interlocutor directo del lector cuando no es sino medio, soporte o plataforma de la comunicación entre su lector y su autor. De modo que mientras leemos en sus páginas parece que son sus palabras las que reclaman directamente nuestra atención y nuestro juicio, pero no son sino la inteligencia y el gusto del autor los que nos están interpelando a través de lo escrito e impreso. Lo cual, si es importante tenerlo en cuenta cuando leemos libros sobre cualquier asunto, incluidos los libros llamados “prácticos”, desde luego los estudios científicos y también los llamados “libros de texto” que han de estudiar, precisamente, los estudiantes, no lo es menos cuando leemos un libro de narrativa, poesía o teatro. Una llamada de atención sobre las perniciosas consecuencias intelectuales del “fetichismo de la mercancía”, aplicada a los libros, ayudaría mucho a los lectores a mantener sus cabezas atentas y alertas cuando se aplican a la lectura. Debería, pues, enseñarse a leer como quien debate. Hay pocas cosas más penosas que someter nuestra lectura a los dictados de quien escribió y pocas más liberadoras que afrontar lo escrito como una concreta plasmación de inteligencia y belleza que otro ser humano nos ofrece a nuestra capacidad de disfrute y a nuestra capacidad crítica. Por eso aprender a leer es sobre todo aprender a descubrir autores en quienes nuestra inteligencia lectora encuentra y reconoce sabiduría sobre algo y calidad de expresión. La historia de la lectura no es sino la historia del debate entablado mediante los libros entre inteligencias humanas con capacidad y deseo de buscar, como expresan en sus libros con toda naturalidad los maestros ajedrecistas, “la verdad”.
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