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javierdelgado

GIJÓN: SE PUBLICA UNA HISTORIA DE SUS PARQUES Y JARDINES

GIJÓN: SE PUBLICA UNA HISTORIA DE SUS PARQUES Y JARDINES
PARQUE. Imagen de la avenida de El Molinón y de los terrenos de la margen derecha del Piles sin urbanizar hacia el año 1970. / E. C.
GIJÓN
Dos siglos de historia verde
Una publicación municipal recoge la evolución de los parques y jardines de Gijón desde finales del siglo XVIII
01.05.08 -
Hace casi doscientos años, en 1812, Ramón López trazaba sobre plano los paseos de las Damas, de los Reyes y de las Viudas. Todos confluían en el paseo de la Estrella, la actual plaza del Humedal. Se trataba de arboledas concebidas como zonas de esparcimiento en el extrarradio, respondiendo a la idea de Jovellanos de embellecer las entradas en la ciudad y, a la vez, promover un crecimiento ordenado de la población. Se llegó, incluso, a programar una 'tapia' que abrazase Gijón por la parte oriental, hasta la capilla de Begoña, que se complementaría con una plantación de pinos que llegaría desde el arenal de San Lorenzo hasta las caserías de Ceares. Fueron proyectos, alguno de ellos realizado de forma parcial, que marcarían el devenir de la ciudad en el futuro. Se trataba, en suma, de la visión de unos adelantados a su tiempo que empezaron a comprobar la importancia de las zonas verdes, de los jardines, de las zonas arboladas, para la calidad de la vida urbana.

Muchas cosas pasaron desde aquellos viejos proyectos. La guerra carlista de mediados del siglo XIX, con las obras para la defensa de la ciudad que se levantaron por entonces, acabaron con gran parte de los plantíos. Se salvaron apenas el cerro de Santa Catalina, el Campo Valdés, la alameda de Begoña y el campo del Infante. A partir de 1877, al revertir los terrenos que ocupaban las murallas al municipio, nacieron espacios tan significativos en la reciente historia de Gijón como las plazas de Capua, de San Miguel, los Campinos, el parque de Begoña o la actual plaza de Europa, entre otros. La ciudad vivió un constante cambio y las zonas verdes crecieron paralelas al desarrollo urbano. En los años cuarenta del siglo pasado se puso en marcha el parque de Isabel la Católica y, poco tiempo después, en la larga lista de parques urbanos, se fueron haciendo cotidianos nombres como La Serena, El Cerillero, el Náutico y Juan Alvargonzález, entre otros muchos. Definitivamente, con la llegada de la democracia, Gijón, sus parques, sus zonas verdes, daban un giro radical.

Toda esta historia, desde sus orígenes con las ideas de Jovellanos hasta el moderno diseño de las actuales sendas verdes o el arco medioambiental, se recoge en el libro titulado 'Natural de Gijón. Parques, jardines y espacios verdes municipales', obra de Francisco Javier Granda Álvarez, con fotografías de Benedicto Santos García, que edita el Ayuntamiento de Gijón y que será presentado de forma oficial el próximo domingo. En su estructura, la publicación repasa de forma pormenorizada y sobre todo, la realidad de las zonas verdes de la ciudad, distribuidas por zonas y barrios, con un pormenorizado análisis de todos y cada uno de los parques, desde su extensión hasta el año de fundación, presupuestos y áreas de influencia. También tienen su espacio los denominados parques periurbanos, caso del cabo de San Lorenzo o de la Campa de Torres, el Monte Deva o la larga lista de carbayeras que jalonan la zona rural de la ciudad. Ni un detalle gráfico ni documental se pierde de los ojos de la nueva publicación.

El desvío del tranvía

Si se habla de la historia de la jardinería en Gijón es obligado hacer referencia a Pedro Múgica Oategui, un ciudadano francés titulado en jardinería en Versalles que, en 1894, siendo jardinero municipal de la ciudad de Vitoria, abrió un establecimiento de horticultura (Jardinería Pedro Múgica), en Gijón. En 1903 se presentó a la plaza de jardinero municipal en la ciudad y, entre 1906 y 1911, se le adjudicó la conservación de los jardines públicos. Hay quien lo considera como uno de los creadores y diseñadores de los jardines y zonas verdes gijonesas. Eran tiempos en los que los vecinos de la plaza de San Miguel lograron que el Ayuntamiento prohibiera la circulación de carros, coches y animales por el paseo central. Hasta el tranvía de Somió tuvo que desviarse. Lo que no lograron, ya en 1928, fue que se talasen todos los árboles porque, según decían, generaban muchos mosquitos. El jardinero municipal Diego Jiménez logró evitar el masivo talado.

Las anécdotas y citas históricas se suceden en la publicación. Se recuerda, por ejemplo, cómo el Ayuntamiento acordó plantar en el nuevo paseo de Begoña entre 150 y 200 árboles y, sobre todo, protegerlos para evitar que los animales los arruinaran, o cómo, en los años sesenta del pasado siglo, la reforma de los jardines de Juan Alvargonzález conllevó la desaparición no sólo de abundante arbolado histórico, sino también del estanque de cerámica talaverana, que fue destruido. Son algunos detalles del desarrollo histórico de las zonas verdes de la ciudad, que vieron, en la mayor parte de los casos, como el progreso y el hormigón fueron acabando con buena parte de su idiosincrasia. Para ejemplo, el Humedal y su florido arbolado, que feneció el favor del asfalto ya bien entrada la postguerra.

En todo caso, la publicación también hace una amplia referencia a la actualidad de las zonas verdes y los jardines en Gijón, con especial relevancia a las sendas peatonales como la que une el municipio con La Ñora, el nuevo parque fluvial hasta La Camocha o la de Peñafrancia, utilizadas a diario por decenas de paseantes y deportistas, y a los numerosos parques creados en todos los barrios de la ciudad, en los que se ha cuidado al máximo el diseño y el equipamiento, pensado para el esparcimiento de las personas mayores y para el juego de los más pequeños. La lista sería casi interminable, desde el parque de Teodoro Cuesta hasta el de La Perchera, desde el parque Atalía hasta el del Castañéu, desde la Fábrica de Gas hasta los jardines de la Reina.

Las zonas verdes abrazan la ciudad, como en su día soñó y diseñó Jovellanos. Conservar estos espacios y mantenerlos en perfecto estado es responsabilidad de todos.

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