LA TRAGEDIA DE NIKOLÁI IVÁNOVICH BUJARIN: "LO QUE NO PUEDO OLVIDAR" DE ANNA LARINA, SU VIUDA
LA MEMORIA DE BUJARIN
Acabo de leer el libro autobiográfico de Anna Lárina: “Lo que no puedo olvidar” (Galaxia Gutemberg, 2006), en el que la viuda del gran intelectual y dirigente comunista Nikolái Ivánovich Bujarin narra los tres últimos años de vida de “El hijo dorado de la revolución” y “el favorito legítimo del partido”, en palabras de Lenin. Efectivamente, el joven Bujarin sería el más sinceramente venerado por el pueblo ruso, después del propio Lenin, de todos los fundadores soviéticos, hasta que en febrero de 1937 fuese detenido para ser “juzgado” y ejecutado en marzo de 1938, acusado de estar comprometido en una conjura “troskista-derechista” para acabar con la vida de Stalin y reestablecer el capitalismo en Rusia, en la que sería el Tercer Juicio de Moscú, último juicio-espectáculo de prominentes bolcheviques y punto culminante de la Gran Purga.
Anna Lárina, enamorada de Bujarin desde la infancia (a los diez años ya le enviaba poemas de amor) se casaría con él en 1934 (a sus veinte años, cuando él ya tenía cuarenta y cinco), pese a las prevenciones de un hombre que ya se sabía “en desgracia” (había sido apartado de los organismo de poder en 1929) y que temia convertirse en el “leproso” político más contagioso de la rusia de Stalin. Precisamente pocos meses antes de su arresto, Bujarin y Anna Larina tuvieron un hijo, Yuri, que como su madre, su abuelo y sus tías, sufriría las terribles consecuencias de aquellos sangrientos procesos.
La vida de Anna Larina, hasta entonces felizmente instalada entre la generación de “revolucionarios profesionales” que crearon la Unión Soviética (de quienes ofrece retratos de primera mano, muy interesantes), sería un calvario de veinte años de sufrimiento en el Gulag. Su hijo, alejado a la fuerza de ella, pasaría todos esos años en horfanatos e instituciones públicas, sin saber quiénes eran sus padres, hasta que con su reencuentro recibió las explicaciones de una madre que había guardado en la memoria hasta los más mínimos detalles de la vida de su padre y de ella misma.
Esos míminos detalles son los que componen la narración de este libro, de este tristísimo libro. Cuando se publicó en España no me sentí en condiciones de leerlo. Ahora mismo me doy cuenta de que he realizado una lectura realmente dolorosa para la que no estaba todo lo preparado que creía estarlo. Los efectos de la lectura de las memorias de Anna Lárina son profundos, afectan órganos vitales de cualquier ser humano, especialmente de quienes hemos vivido y vivimos con la esperanza puesta en grandes transformaciones sociales y hemos bebido animadamente de la historia de la revolución de Octubre.
Había leído, en su día, la seria biografía de Bujarín que publicó Stephen Cohen, “Bujarin y la revolución bolchevique: Una biografía politica, 1888-1938” (Madrid, Siglo XXI, 1976) y también el tomo de estudios sobre Bujarin que publicó Grijalbo por esas mismas fechas, resultado de un Congreso internacional sobre su figura, alentado desde la dirección del PCI. Había leído también algunos textos suyos y sobre sus puntos de vista en Economía Política. Y, por supuesto, había leído la estremecedora Carta “A la futura generación de dirigentes del Partido” que hizo memorizar a Anna Larina días antes de su arresto para que algún día pudiera transmitirla…como así fue ¡veinte años después! (Pero hasta 1986 no obtuvo respuesta, de parte de Mijaíl Gorcachov; ni Krushev ni Breznev acusaron recibo).
La detallada narración de las desgracias de Anna Larina tras el arresto de Bujarin, prisionera humillada, interrogada y torturada, perseguida continua y sádicamente por ser la viuda de “un traidor”, están realmente a la altura de las terribles circunstancias de los últimos años de vida de su marido.
Aún no he leído aún la novela póstuma de Bujarin, escrita durante su encarcelamiento, "Cómo Empezó Todo". (Madrid, Pre-Textos, 2007). Sé que se trata de los siete primeros capítulos una narración autobiográfica, que dan cuenta de sus andanzas juveniles hasta el año 1905 y que intentó transmitir en ella lo mejor de sus primera experiencia revolucionaria. Seguramente necesitó escribirla para recordarse a sí mismo quién era mientras sus jueces tejían una maraña de falsedades sobre su persona, maraña ignominiosa que él mismo (como tantos otros harían) pareció reconocer públicamente para intentar evitar daños a su familia.
Es importante saber que los últimos esfuerzos de Bujarin estuvieron centrados en esa novela, en un puñado de curiosos cultísimos y herméticos poemas y en un texto filosófico (”Arabescos filosóficos”: “una obra muy madura en comparacion con mis escritos anteriores y, a diferencia de ellos, dialéctica desde el principio hasta el fin” – Lenin le había reprochado no entender la dialéctica) y en el estudio de la entonces en ascenso ideología fascista.
Verano de 2008 en Zaragoza. Julio César, Cicerón, Séneca y la Roma de los primeros césares por un lado, y estas otras lecturas “bolcheviques”. En algún punto de mi cerebro confluyen estas líneas de búsqueda y se generan un tipo de preocupaciones, una especial obsesión o necesidad de reflexionar y comprender.
Pero me voy a dar un respiro: esta noche comenzaré el tercer tomo de la trilogía de “José y sus hermanos” (Barcelona. Emecé, 2008), una novela del último Tomas Mann (ya exiliado de la Alemania nazi) basada en la historia de José del “Génesis” del Antiguo Testamento. Sus anteriores dos tomos me resultaron muy interesantes.
0 comentarios