THOMAS MANN:
THOMAS MANN: JOSÉ Y SUS HERMANOS III: José en Egipto
Me he dado cuenta de que el otro día por error hablé de la tetralogía “José y sus hermanos” de Thomas Mann como si de una trilogía se tratara. El caso es que fueron cuatro los títulos: Historias de Jacob, El joven José, José en Egipto y José el alimentador. En castellano aún no ha salido el cuarto tomo y eso me desorientó. (Ni siquiera me hizo razonar el hecho de que tengo la tetralogía entera en un solo volumen de la Penguin: una compra temeraria –aunque económicamente fue una ganga - pues enfrentarse a un texto como el de Mann traducido al inglés es, en mi caso, algo más que optimismo…).
“José y sus hermanos” es una obra en la que Thomas Mann estuvo escribiendo durante casi diecinueve años (entre 1924 y 1943, aunque entre medio escribió algunas otras cosas), para la que viajó dos veces a Egipto y recopiló abundantísima documentación “mitológico-oriental”. Cuando acabó su escritura Mann escribió: “He terminado antes yo con José que el mundo con el fascismo”.
Ahora que acabo esta tercera parte del “José y sus hermanos” leo la biografía de Thomas Mann que publicó Hermann Kurzke en 2000 en Alemania y salió traducida al castellano en 2003 (Galaxia Gutenberg), una obra de verdadero sabio en la materia (Kurzke es coeditor de las Obras Completas de Thomas Mann que publica S. Fischer Verlag). Por supuesto, lo primero que he hecho es leer el capítulo que dedica a los años de escritura de “José y sus hermanos”.
A mí también me ha interesado siempre la narración bíblica de la historia de José y su hermanos (Génesis 30-50), y creo comprender las razones de fondo que llevaron a Mann a escribir la versión particularísima (y al mismo tiempo fidelísima) que realizó y cómo lo que primero ideó como una breve “nouvelle” luego se le presentó como el monumental trabajo que resultó ser. Y, como su hermano Heinrich, pienso que se trata de su obra más poética y estilizada.
El empeño en escribir una obra como ésta es uno de los asuntos que más pueden interesarme de un escritor. Tiene que ver con el empeño de Flaubert con su "Salambó", pero, en cierto modo, se trata de un empeño contrario: ideológicamente, culturalmente, significa lo contrario al derroche de salvajismo, crueldad y fanatismo en el que se recreó Flaubert en su Cartago ideal. Las tierras del Jordán y del Nilo de Thomas Mann son tierras dulcemente civilizadas en las que los rituales cotidianos adquieren un sentido cosmológico al tiempo que íntimo. Flaubert huía del aburguesamiento aplatanante de la Francia de su época y Mann lo hacía de la Alemania turbulenta y amenazadora de la suya. Pero uno y otro buscaron un ámbito literario especialísimo en la recreación de un motivo "histórico" sobre el que erigir una obra personalísima.
Como seguro que aún tarda en publicarse la traducción castellana del cuarto tomo de esta tetralogía, he comprado también “Doktor Faustus”, la única otra “obra grande” de Thomas Mann que yo creía que me quedaba por leer. Tuve la suerte de leer de joven “Los Buddenbrook” (en una edición estupenda, con buen papel, letra grande y encuadernación de tela: la compré en una pequeña librería de ocasión que hubo por pocos años en la calle Arquitecto Yarza - no recuerdo exactamente si donde ahora está la pastelería Ascaso – y cometí la estupidez de prestarla a una amiga que nunca me la ha devuelto, aunque sigue siendo amiga, ¡casi cuarenta años después!). Después llegó “La Montaña Mágica” y más tarde “Confesiones del estafador Félix Krull”, que no llegué a terminar (estaba leyéndola precisamente cuando tuve que salir huyendo -1973 - en busca y captura” y desde entonces nunca he querido acercarme otra vez a esa novela; todo se andará).
Volver a leer a Thomas Mann trenta y tantos años después de haber leido cosas suyas por primera vez no sé si es propiamente volverle a leer, porque mis ojos no sé hasta qué punto se parecen a los ojos que lo leyeron entonces, pero es curioso: ayer tarde, sentado en la penumbra con el libro en las manos me sentí transportado a otras penumbras, me vi leyendo a Thomas Mann como cuando tenía diecisiete y veinte años, algo de mí mismo, esencia de mi identidad, permanecía perfectamente vivo y reconocible.
Volviendo a Thomas Mann y a su “José y sus hermanos”, he leído en Internet comentarios en los que algunos aseguran que no hay nadie que haya conseguido leer entera esa obra…Pues no sé por qué.
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