AGOBIO VERANIEGO: EL PITIDO Y EL CALOR
Hoy el agobio del calor ha conseguido tumbarme.
Apenas he podido escribir cuatro líneas y leer otras cuatro.
El resto ha sido un gran decaimiento.
Dicen las previsiones que vienen varios días seguidos de calor.
Hace muchos años que por estas fechas no estaba en Zaragoza.
Mozart, Brahms.
Y ese pitido constante, agudísimo, a ratos enloquecedor.
Ya no tengo silencio.
Recuerdo cómo era.
Lo echo en falta, lo echo mucho en falta.
Ahora, incluso para defenderme del asedio del pitido, he de tener algun sonido externo que me libre de la obsesión.
Incluso el ruido del tráfico me resulta tranquilizador.
Escucho a Mozart y a Brahms al otro lado de un pitido perpetuo que no puedo hacer callar.
Escucho a las personas, a los animales, a los personajes de las películas y a los presentadores de los telediarios a través
de la cortína luminosa del pitido.
En mi imaginación, el pitido son dos agujas de hacer media hincadas en mis oídos hasta bien adentro, brillantes, que unen
sus agudísimas puntas en el centro de mi cerebro.
Su brillo acerado forma esa cortina luminosa que se interpone entre mi cerebro y el sonido del exterior.
Estoy hasta las narices del pitido.
Y del calor.
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