HISTORIA, TEORÍAS Y NOVELAS. A PROPÓSITO DE LA LECTURA DE "DOKTOR FAUSTUS" DE THOMAS MANN
HISTORIA, TEORÍAS Y NOVELAS
Precisamente ahora, leyendo “Doktor Faustus” de Thomas Mann, en la que tanta importancia tiene la exposición de ideas sobre la música, me parece (una vez más) una equivocación de fondo plantearse como tarea literaria lo que debe ser objeto del ensayo y del texto de divulgación, con las cualidades que les son propias (nada fáciles de alcanzar en ninguno de los dos casos; no sólo es difícil escribir novelas).
Según nos explica su biografo Hermann Kurzke (“Thomas Mann. La vida como obra de arte”. Una biografía. Galaxia Gutemberg, 2003, p. 546), “Thomas Mann no tenía ni idea de cómo tenían que ser unaas composiciones musicales postwagneriana concebidas de este modo, tanto en términos generales como más concretos. Para eso, encontró al asesor adecuado: Theodor W. Adorno. Él no sólo conocía el problema de Thomas Mann, sino que también tenía algunas ideas sobre cómo podría resolverse, y también conocía la principal respuesta musical del siglo XX a este problema, a saber: el procedimiento compositivo de Arnold Schöngerg”. A tal punto llegó su tarea de asesoramiento científico que “fue Adorno quien imaginó las composiciones tardías de Leverkühn [el protagonista de la novela de Mann]…”. Así que “Por lo que respecta a la parte musical, prácticamente hay que considerar a Adorno un coautor. “
La falta de tacto de Mann hizo que poco después de la publicación de su novela (1947) Adorno ya estuviera bastante enfadado con el novelista, pues “Adorno habría merecido una nota adicional que pusiera a buen recaudo su propiedad intelectual…” (Kurzke, op. Cit., p. 547).
Por su parte, el propio Arnold Schöngerg se sintió muy razonablemente molesto con la novela de Thomas Mann, hasta tal punto que publicó un panfleto en el que inventaba que un hombre del tercer milenio “informaba de cómo ha tenido ocasión de leer en la “Encyclopaedia Americana” de 1988 que Thomas Mann era el verdadero inventor de la técnica dodecafónica”. Kurzke, op. Cit., p. 550).
Para que Adorno y Schönberg cogieran tales sendos cabreos con el “genial novelista” hubo de haber bastante equivocación por parte de éste en el tratamiento de los materiales que uno y otro le habían proporcionado, directa e indirectamente. Mann sacrificó “en aras del arte” algo más que la buena relación personal con dos serios músicos contemporéneos.
Sacrificó, en mi opinión, la escritura misma de su novela, que pretendió que fuese a la vez narración y divulgación científica, con el resultado de que no funciona como novela ni alcanza el rigor que una buena obra de divulgación ha de tener. Transformado en teórico musical, Thomas Mann acaba convirtiéndose en un regular novelista.
El resultado me parece una novela cargada cada dos por tres de disquisiciones “teóricas” nunca bien hilvanadas y de análisis musicales nada estrictos, extraídas de textos que estaban muy bien hilvanados y acompañados de muy estrictos análisis musicales en los estudios de Theodor W. Adorno y en las obras de Arnold Schönberg y que, sin embargo, en la novela de Mann, no dejan de ser una sucesión un bastante arbitraria de pseudoteorizaciones más o menos grandilocuentes y “misteriosas”.
Cuando Mann escribió “Los Buddenbrook”, esa excelentísima novela, no se propuso una propuesta equivocada como la que desarrollaría en su “Doktor Faustus” (y también en su muy siempre alabada pesadísima “La Montaña mágica”).
En cualquier caso, l@s lector@s de “Doktor Faustus” harán muy mal en creer que por leer esas páginas han aprendido realmente algo sobre la dodecafonía, las teorías de Theodor W. Adorno y la música de Arnold Schönberg. Es muy probable que Thomas Mann no pretendiera realmente hacer creer a sus lector@s que les estaba entregando algo más que una narración que le servía para proponer una reflexión interesantísma sobre los problemas esenciales de la vida de l@s artistas (especialmente de l@s artistas centroeurope@s) del siglo XX. Pero por lo visto much@s de sus lector@s sí creyeron recibir algo más.
Hoy se publican cada semana novelas (mucho peores como novelas que las de Thomas Mann) cuy@s autor@s sí dicen pretender entregar a sus lector@s verdaderos textos de “historia bien contada” e incluso declaran creer que ell@s sí que saben contar y explicar la historia como l@s historiadore@s no han sabido ni sabrían hacerlo.
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