CRISIS ECONÓMICA: AUTOCRÍTICA SOCIAL ( III ). LAS FAMILIAS
CRISIS ECONÓMICA: AUTOCRÍTICA SOCIAL ( III ). LAS FAMILIAS
Hablé ayer de la juventud, l@s jóvenes, generalizando. Siempre resultan problemáticas las generalizaciones (porque siempre hay excepciones, casos particulares, etc.), pero hay que esforzarse por encontrar rasgos característicos de una gran mayoría de la población sobre la que se habla. Pienso que no iban muy desencaminadas mis observaciones al respecto. Igualmente, y sólo con ese bienentendido (o malentendido, como prefieran), paso a tratar algunos rasgos de las familias contemporáneas en lo que tiene que ver con la crisis económica.
En el sseno de la familia se efectúa (generalmente) la formación primaria pero profunda de las personas, una formación que tiene tanto o más que ver con las conductas ejemplarizantes que con los discursos intelectuales. Y son esas conductas, en lo relativo al ahorro y al consumo, a la imagen pública y a la economía privada, las que marcan la formación de l@s pequeñ@s y no tan pequeñ@s de la casa.
En los últimos cincuenta años se ha difundido en medio mundo la “forma de vida americana” en cuanto a la organización de las economías familiares, pasando en nuestro país claramente de ser la familia una “unidad de ahorro” a ser una “unidad de consumo”. Esta “revolución” de los hábitos cotidianos ha tenido penosos efectos en la identidad de l@s trabajador@s, convocados al gran festín consumista de los grandes almacenes, los créditos, los pagos a plazos, las hipotecas, etc., que han llevado a miles de familias trabajador@s a vivir sobre la base de una economía falseada: un consumo superior a cuatro veces la renta real familiar.
Mantener tal “tren de vida” (pisos, coches, segunda residencia, electrodomésticos, ordenadores, conexiones a Internet, telefonía móvil y fija, viajes, regalos, celebraciones…) ha sido posible sólo mientras los grifos del crédito han estado abiertos. Cuando se han cerrado, miles de cenicient@s han oido sonar las campanadas de la vuelta a la realidad, del final del sueño. El problema es ahora enfrentarse a los compromisos reales a los que la fantasía nos ha podido llevar.
Por otra parte, la escolarización obligatoria y las facilidades de acceso a la enseñanza superior y universitaria, una conquista social importantísima (todo lo que se diga al respecto será siempre poco), ha tenido también un efecto perjudicial en la consideración de l@s hij@s: se ha producido una infantilización generalizada de grandes masas de jóvenes, cuya vivencia cotidiana de la irresponsabilidad ha llegado a extremos peligrosos…incluso, y sobre todo, para ell@s mism@s. Pero son los miembros adultos de las familias quienes llevados de un afán superprotector y, también hay que decirlo, de una dejadez intolerable, han fomentado y fomentan esa infantilización.
La unidad familiar de consumo, con su carga de “fantasía social”, ha generado adultos irresponsables al cuidado (es un decir) de niñ@s y jóvenes aún más irresponsables todavía. En España, en los últimos años, la gran conquista de los derechos civiles ha eclipsado, con su reluciente novedad, las cargas de compromiso que tod@ ciudadan@ debe asumir si quiere formarse como ser humano. Todo el mundo tenemos derecho a… Pero nadie quiere responsabilizarse de nada.
En mi opinión, la conducta irresponsable (en lo económico, pues de eso hablamos aquí) de l@s jóvenes es mucho más disculpable que la de l@s adult@s de sus familias. Son l@s adultos que ahora tienen entre treinta y sesenta años quienes han estado y están maleducando a la juventud en el seno de las familias. Y cuando la crisis económica ha comenzado a dar sus zarpazos la mayoría de las familias se han descubierto a sí mismas como falsas fortalezas económicas, débiles casamatas que apenas pueden dar cobijo a nadie.
(Continuará)
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