DEPRESIÓN, PASTILLAS...Y ALGUNAS COSAS MÁS
He tomado más dosis de Prozac y de Rexer desde el pasado domingo y creo percibir que mi organismo responde, al menos no estoy peor. Pero creo que no todo han sido las pastillas.
Ha influido también la posibilidad de expresarme. Lo recalco porque muchas personas que sufren depresión se callan, y se ponen peor. Puede que exagere, pero después de pensar sobre el suicidio de Vicente Cazcarra durante estos últimos diez años estoy convencido de que uno de los factores que le llevó a su final fue su silencio, su dificultad para expresar sus problemas ante los demás. (Esto no es una crítica a la actitud silenciosa de Vicente, ni un juicio sobre sus decisiones, ni siquiera sobre su última soberana decisión. Sólo quiero decir que me parece que a él - como a much@s - le hubiera venido muy bien expresarse incluso en las fases más graves de su depresión).
También ha influido el recibir muestras de afecto y apoyo emitidas con naturalidad, sin morbo.
También ha influido el retirarme inmediatamente de cualquier responsabilidad adquirida, cortar contactos con el exterior, no forzarme a verme con nadie, plantearme un período "especial" de vacaciones intelectuales (leer, ver, estudiar, escuchar materiales no inmediatamente agobiantes).
También ha influido el apoyo contidiando de mi mujer y de mi hija, ya acostumbradas a estos cambios repentinos de ánimo y que hacen como si nada mientras me atienden con tantísimo cariño, dejándome funcionar a mi ritmo pero sin dejarme de nunca de lado.
Así que no han sido sólo las pastillas. Pero estoy seguro de que sin esa aportación añadida de química tampoco todo lo demás hubiera podido comenzar a hacer su efecto positivo.
En esas estoy: en la química, la expresión, la reclusión. Y agradecido a quienes me aguantan, aceptan mis altibajos y están ahí, están ahí, siguen estando viv@s y activos, manteniendo el tipo, mostrando siempre la dignidad de quienes avanzan cada día el paso, el medio paso, los tres pasos que son capaces de dar. Saber que ahí fuera siguen haciendo su vida millones de seres humanos (y no humanos) es para mí un principio de realidad, de higinene mental. A veces, durante estos últimos años, lo olvidé: me cegó mi dolor. Si me vuelve a ocurrir, perdonen la debilidad.
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María -