CASTILLA DEL PINO
CASTILLA DEL PINO
Artículo publicado en "Artes & Letras" de Heraldo de Aragón el jueves 21 de mayo de 2009.
El reciente fallecimiento del psiquiatra Carlos Castilla del Pino me ha recordado algunas cosas que no sé si quería olvidar o si tenía realmente olvidadas, cosas de las de dentro de uno mismo porque son esas cosas las que hacen que la vida de otro ser humano te resulte importante y hasta te defina: en contra o a favor; en este caso, a favor o en contra de Carlos Castilla del Pino, una definición para mí tan importante, por ejemplo, como la definición respecto al filósofo Manuel Sacristán (a favor), al político Santiago Carrillo (en contra), al escritor Manuel Vázquez Montalván (a favor) o al radiofónico Federico Jiménez Losantos (en contra). Posiblemente no haya que definirse tan tajantemente sobre nadie, pero mi formación sentimental fue la que fue y no puedo ni quiero remediarlo: constantemente necesito saber si tal o cual persona me resulta contraria o afín, aceptable o rechazable (para nada, sólo para saberlo; pero intuyo que se trata de un saber muy especial: la vida de uno mismo puede depender, literalmente, de un juicio de esos). Con Castilla del Pino me definí (a favor) enseguida, en cuanto leí aquellos luminosos ‘La incomunicación’, ‘Un Estudio sobre la depresión’ y ‘Psicoanálisis y marxismo’ a principios de los setenta, principios para mí de tantas lecturas y vivencias. Luego me olvidé de él y de su libros, hasta que publicó esos dos volúmenes de memorias ‘Pretérito imperfecto’ y ‘Casa del Olivo’, que me impresionaron muchísimo. Tanto, que me hicieron dudar sobre mi primer juicio. Leerle sobre su vida me dolió y me hizo ver con otros ojos la figura de quien hasta entonces me había resultado tan positivo. Esta tarde prefiero abrir su ‘Teoría de los sentimientos’ (Tusquets, 2000), libro en el que he aprendido mucho y con el que les invito a honrar su memoria.
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