EL CICERÓN DE UTCHENKO
EL CICERÓN DE UTCHENKO
Acabé “Cicerón y su tiempo” de S.L. Utchenko (Akal, 1987), un libro del que lo único malo que puedo decir es que está lleno de erratas y de errores sintácticos graves y que las referencias internas están todas sin trasladar a la paginación de la edición española. También me cuesta pensar que en el original de Utchenko no hubiera un apartado bibliográfico en el que se recogieran debidamente las obras citadas a lo largo del texto (con indicación de edición, etc.). En general, todo lo que se llama “aparato” en esta edición está plagado de errores y fealdades y hubiera sido deseable una tarea rigurosa.
No diré el pecador: en la portada pone muy claro “Tradución de José Fernández Sánchez”, pero prefiero sospechar que ese nombre y apellidos son inventados y no responden realmente a nadie. Tampoco indica de qué lengua se tradujo (tampoco hay referencia a la primera edición de la obra, ni a ninguna otra). Fuera quien fuere quien pergeñó esta edición (en una colección muy conocida: Akal/Universitaria) no lo hizo bien y es lamentable.
Aclarado esto, lo que puede comprenderse del texto de Utchenko es francamente interesante, no sólo por lo que explica de la vida y obra de Cicerón sino también (incluso mucho más aún) por lo que explica sobre la sociedad en la que Cicerón desarrolló su actividad (o actividades: defensa legal, intervención política y escritura).
La intención de Utchenko es huir de las manidas etiquetas adjudicadas generalmente a los protagonistas de la Roma de Cicerón para intentar dar las claves de su personalidad y de su aportación personal, claves basadas en el estudio de las contradicciones concretas de la lucha de clases en aquel período de la historia de Roma. En ese aspecto es en el que más se diferencia de otros estudiosos, sin duda más conocidos y reconocidos en la vida académica “occidental”.
Y no es un aspecto cualquiera: el conflicto entre los “populares” y los “optimates”, el sentido de la palabra Partido (pars) en la época, las relaciones tradicionales como el patronato y la clientela, el parentesco, las relaciones con los libertos, la institución de la amistad (amicitia), con su significado tan peculiar y específico entre los romanos, etc., toda la red de las relaciones sociales y políticas romanas, adquiere bastante más claridad en esta monografía de Utchenko que en otras sobre el mismo asunto, aunque ahora parece estar de moda escribir que la “escuela soviética” de historiografía clásica era un desastre. También se ha superado ya hace tiempo la “escuela soviética” de Ajedrez: no por ello fue una mala escuela en su momento y el Ajedrez posterior se ha basado en los innegables logros de sus más geniales prácticos, teóricos y divulgadores.
No hay que ser marxista para interesarse por una visión como la que Utchenko ofrece sobre una personalidad tan importante en nuestra historia cultural como es Cicerón. Y no hay que estar de acuerdo con todas las conclusiones de Utchenko sobre la historia de Roma por ser marxista. Para un lector español del siglo XXI, la lectura atenta de obras como este “Cicerón y su tiempo” de Utchenko es un buen ejercicio intelectual.
Aparte de eso, no deja de ser divertido leer entre líneas – teniendo en mente la realidad “soviética” y las necesidades de la propia historiografía académica “soviética” en la explicación de su propia historia - un estudio de las actitudes políticas de Cicerón, y de los demás protagonistas de su época. Merece la pena atender las reflexiones de Utchenko dedicadas a cuestiones como el papel del “intelectual” en la política, el papel del ejército como vertebrador del Estado, el papel de las distintas instituciones políticas en épocas de crisis, el papel del individuo en la historia…
Ahora creo que voy a leer el tomo II de la “Historia de Roma” (“De la revolución al imperio”) de Mommsen, en la edición de Aguilar de 1957, que lleva un estupendo prólogo de treinta páginas (“La ‘Historia de Roma’ De Mommsen”) de un lúcido joven Juan José Carreras. Hace no mucho lo compré (sólo este tomo II) ¡por dos euros, dos!, y la referencias de Utchenko a Mommsen (sobre todo a su visión “teleológica” de César) me han abierto el apetito.
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