MUÑOZ SECA, EL HUMOR, LA IZQUIERDA
MUÑOZ SECA, EL HUMOR, LA IZQUIERDA…
Muñoz Seca eran de lectura muy difundida, y celebrada, entre mis abuelos maternos, sus familiares próximos y mis tíos. Desde niño he reído con las risas familiares a propósito de tal o cual escena o pasaje de obras suyas. "La venganza de Don Mendo" se la sabían prácticamente de memoria y recitaban a menudo ripios hilarantes. El niño de entonces sólo comprendía tres cosas: que aquello era un jardín de la risa, al que te invitaban; que las palabras, según como se dispusieran, podían hacer reír muchísimo; que reírse con aquellas obras era de gente inteligente. Esos atisbos, (por)que me incluían, me hacían feliz. Ingenio y genialidad quedaron hermanados como atributos del humor.
Confieso que la, al parecer, estrechísima relación de mis familia materna con esas obras (y también, por ejemplo, con las novelas pseudohistóricas de Navarro Villoslada y las del dramaticón ingeniero de caminos Echegaray) me supuso notable recelo hacia ellas más allá de la primera adolescencia. Con la segunda (entre los 15 y los 17) vino mi rechazo y ruptura con aquel tibio, aparentemente candoroso y severamente opresor mundo de derechas en el que todo -todo - se me hizo, creo que con razón, penosa y escandalosamente sospechoso. Lo ¿curioso? (ahora creo que fue lo justo) es que la huella de aquellas risas tuvo siempre en mí una supervivencia más allá de aquellos lazos directamente familiares y vivió en mí como algo genéricamente ("lo cómico") positivo y vivificante. Quedó la sospecha (también justa) anti-derechista, pero pervivió la consideración artística de la obra seriamente construida en aras del humor.
Pienso que hay humor de derechas y humor de izquierdas y, también, que hay humor que, una vez lanzado, supera las claves espacio-temporales de la lucha de clases (si hemos de atenernos a esas claves a la hora de considerar de derechas o de izquierdas a un autor - que hemos); supera, en el sentido de adquirir una nueva dimensión, por llamarla de alguna forma, "ejemplar". No parafrasearé a Marx sobre las obras de los clásicos, pero pienso que por ahí van los tiros: hay obras que merecen nuestra admiración con cierta independencia de las condiciones sociales en las que nacieron e incluso las intenciones (de clase, por ejemplo) con las que fueron realizadas. O precisamente por haber nacido en esas condiciones y desde/con esas intenciones. No (no sólo, desde luego) en el sentido de quedar como "testimonios", sino en el sentido de permitirnos conocer algo más de la naturaleza humana de lo que podemos conocer si sólo nos atenemos a las consideraciones políticas o ("en última instancia") de clase.
Pienso también que, al menos por lo que conozco, la actitud de la gente de izquierdas (española, especialmente) ha sido, en general, muy recelosa hacia el humor (en teatro, novela, etc.). Acaso los "monólogos humorísticos" (especialmente los de la tele) hayan cambiado algo, últimamente, esa actitud (pero no estoy seguro). Este recelo generalizado y ese, creo, gusto por la solemnidad y la "profundidad" (como si ésta no pudiera expresarse en clave de humor), esa consideración de lo humorístico como un rasgo esencial del "arte menor" me parece una equivocación muy notable, sobre todo en personas cuya ideología (y práctica) debería enseñarles a poner todo patas arriba (incluidas las grandes verdades de la izquierda y, sobre todo, los grandes poderes de la izquierda...), a no dejar títere (ni menos, títere de izquierdas) con cabeza. ¿O no estamos para ponerlo todo en cuestión, pero todo-todo? ¿O tenemos también "sagrarios" intocables? Sobre este asunto no me voya extender ahora, pero tal vez sí en otra ocasión.
Que Muñoz Seca escribiera obras de teatro irritantemente cómicas contra la República, el socialismo, el comunismo, el divorcio, etc. me parece consecuente con sus intereses y sus ideales personales. Bastante lo pagó (y esto también me importa a la hora de valorar a MS... y a sus asesinos - por más de izquierdas que éstos fueran- y a sus muchos ninguneadores críticos "de izquierdas" desde hace más de medio siglo acá). Pero hay algo más: incluso la valoración de los mejores ejemplos de la expresión humorística de esa ideología me resulta necesariamente positiva, tanto desde el punto de vista artístico como desde el punto de vista de la historia de la batalla de las ideas. Sobre este punto tampoco me quiero extender aquí ahora, pero por ahí va mi cabeza.
(Cambiando todo lo que hay que cambiar, pienso lo mismo, en esencia, sobre las obras, por ejemplo, de un Céline de quien ahora los fariseos franceses pretenden "despegarse" cuando llega el momento de los homenajes "patrios". Me parece un asunto preocupante, este del juicio al autor por sus ideas socio-políticas (por más aberrantes que me puedan parecer): acabaríamos tachando a todos los autores que en el mundo han sido...y además cada día tacharíamos a más, incluidos los que ayer nos parecieron más defendibles o, incluso a quienes considerábamos, hasta anteayer mismo, "de los nuestros").
Para mí, que desde los 15 años me considero muy concretamente identificable como "de izquierdas", conseguir escribir una - aunque sólo fuera una - obra de buen humor ha sido siempre, desde que deseé escribir algo, una meta preferible a escribir obras apesadumbradas. En realidad, ese deseo como escritor nació diría que al mismo tiempo que nació mi conciencia social y política. Pero así como me pareció (equivocadamente o no) a mi alcance dedicarme al activismo del hombre de izquierdas, la escritura en clave de humor me siguió pareciendo una conquista que no estaba a mi alcance. Algo en mi naturaleza me invalidaba para acceder a ella. He procurado vivir con humor (más o menos clandestinamente), pero no me he atrevido nunca a publicar textos "humorísticos" (salvo, en muy pocos momentos, en la esfera del blog, que para algo me tenía que servir). Por ahora creo que sólo he dado rienda suelta a mi humor negro y a cierta vena irónica (ambas formas de humor que sí reconozco en mi identidad como escritor).
Ahora intento retomar esa senda en la que me sentí siempre, desesperanzadoramente, un mero atento (y agradecido) paseante incapaz de aportar algo con mi pluma. Deseo escribir con humor, con humor de risa-risa. Si consigo, al cabo, escribir una obra humorística espero que pueda juzgársela como una obra "de izquierdas". Y si no es así, por lo menos que se pase un buen rato de risa leyéndola. Nada me resultaría más deseable y reconfortante.
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cano -