ICONOGRAFÍA DE LA PUERTA DE LA BENDICIÓN. IGLESIA DE SAN MIGUEL. TARAZONA
CONSUELO Y RESIGNACIÓN
Iconografía de la Puerta de la Bendición
En la Puerta de la Bendición, pese a su aparente sencillez, se encuentran talladas muy diversas figuras: vegetales, animales, humanas y fantásticas. Desgraciadamente, su estado de conservación no es bueno y la mayoría de ellas apenas pueden distinguirse. Sólo con esfuerzo podemos percibir sus formas y reconocer su identidad. No obstante, intentaremos dar una idea, siquiera aproximada, de estas figuras.
Descripción iconográfica.
1.1: Capiteles: lateral izquierdo (para el observador).
En los seis capiteles que flanquean la puerta hay esculpidas formas vegetales sin especial identificación botánica. Se trata de lo que Jalabert denominó flore generalisée (flora indeterminada),[1] tallas con la forma o el trazo general de las hojas naturales, que daría lugar a los crochets, adornos más o menos alusivos a la forma de diversas hojas realmente existentes en la naturaleza.
Este tipo de adorno apareció y se difundió en el primer arte gótico de la segunda mitad del siglo XII, por lo que su presencia en esta puerta puede calificarse de arqueológica. En las fechas de su realización era más común la realización de una representación naturalista, más o menos estilizada, de la flora. Esta involución artística nace en las última época del arte gótico y acompaña los avances del arte renacentista, en el que se profundizará el alejamiento de los modelos naturales y se generalizará la geometrización.
A caballo entre dos épocas, las formas de origen vegetal que vemos en esta puerta sugieren más que reproducen y si por algo destacan no es por su fidelidad a ningún modelo de la naturaleza sino por su magnífica cualidad ornamental: bultos y vanos, distribuidos de acuerdo a una simetría sencilla pero eficaz. Esto se ha conseguido en estos capiteles con figuras de tipo crochet y con hojas de cinco lóbulos radiales, en ambos casos meramente ornamentales, sin ninguna vinculación directa con la realidad vegetal. Con todo, en el lado izquierdo, el tercer capitel, inmediato al vano de la puerta presenta unas formas que sí podemos identificar con cierta seguridad: se trata flores cuya disposición formal recuerda mucho las corolas de las flores de la correhuela mayor (Convolvulus sepium), trepadora muy frecuente en nuestros campos y bosques cuyas grandes flores blancas o rosadas destacan entre el verdor.
Precisamente en este capitel se esculpieron siete pájaros (tres parejas y uno desparejado), cuya presencia entre estas flores remite a una escena frecuente en la realidad. Son pájaros (éstos, desgraciadamente descabezados) que bien podrían estar representando a ese tipo de pájaro pequeño que en esta zona llaman “pegüeteros”: ruiseñores, jilgueros, etc., que se esconden a menudo en los matorrales y entre tallos y hojas de las enredaderas y trepadoras. Se trata, por tanto, del único capitel adornado con un motivo claramente naturalista. Volveremos más adelante a fijar la atención en este capitel.
Sobre los capiteles de este lateral izquierdo, en el friso, entre esas hojas de cinco lóbulos que hemos mencionado, puede verse, de izquierda a derecha, el rastro de lo que queda de dos figuras muy afectadas por la erosión. Sobre el segundo capitel, una figura humana de la que tan sólo vemos más o menos claramente los brazos, extendidos hacia ambos lados del busto; sobre el tercer capitel, sobre las figuras de los pájaros, asoma una figura humana, de la que se distingue la cabeza (que por la forma de su peinado parece ser de un varón) y el brazo izquierdo en cuya mano parece llevar una piedra de regular tamaño.
1.2 Capiteles: lateral derecho.
En el primer capitel del lado derecho, inmediato al vano de la puerta, hay talladas figuras, en este caso humanas. De forma que éste y el del lado izquierdo inmediato al vano de la puerta resultan los más decorados, realzando así la decoración de la entrada con cierta simetría ornamental.
Se trata de la única escena esculpida en esta portada. En ella puede verse, a la izquierda, una venerable figura masculina sentada, los pliegues de cuya túnica se tallaron con especial esmero; en el centro, dos figuras masculinas, rústicamente vestidas, en actitud de avanzar sosteniendo entre ambos el cuerpo de lo que podría ser un animal del tamaño de una oveja; finalmente, a la derecha, una figura femenina erguida en pie, cuya túnica también se talló con detalle. La elegancia de las figuras laterales contrasta con la rusticidad de las centrales. A estas cuatro figuras les faltan sus cabezas, y a la mujer también su brazo derecho. El varón sentado levanta un brazo hacia las figuras centrales. La mujer recoge con su mano izquierda su propia vestimenta.
En el friso de este lateral derecho hay muchas más figuras que en el del lado izquierdo. Hasta ocho, creemos distinguir. Las describimos de izquierda a derecha.
Lo que a primera vista es una cabeza humana coronada, observada con atención revela ser una redonda figura de tres caras formada por yuxtaposición de cuatro ojos y tres narices.
Una cabeza humana masculina, muy deteriorada.
4, 5 y 6. Tres águilas posadas, erguidas, con las alas desplegadas.
Una figura muy deteriorada por la erosión, en cuyo rastro creemos distinguir la forma de un dragón o basilisco.
Una figura tan deteriorada que no permite su identificación.
1.3 Arquivolta:
En la arquivolta superior de la portada se tallaron catorce figuras, simétricamente ordenadas respecto al vértice, siete a cada lado. Cada una de ellas apoya en una pequeña peana que hace funciones de doselete sobre la figura situada debajo. Su realización, en lo que puede observarse, es esmerada, tanto en lo que respecta a sus rasgos faciales, sus manos, etc., como a lo relativo a sus vestiduras, tratadas con detalle.
El estado actual de deterioro de algunas de estas figuras dificulta su completa identificación, pero creemos poder identificar a la mayoría, atendiendo a algunos rasgos evidentes en algunas, o a los instrumentos que portan, etc. Serían así, de izquierda a derecha (del observador):
(Inidentificable)
Santo monje
Santa Catalina
Santa mártir portando palma
Santa María Magdalena
San Francisco de Asís
(Inidentificable)
(Inidentificable)
San Pablo
Santo diácono
San Bartolomé
Santa Tecla
Santo obispo
(Inidentificable)
Propuesta de interpretación iconológica.
La clave interpretativa de esta portada está en el capitel primero del lateral derecho, en el que se talló la escena compuesta con las cuatro figuras descritas más arriba. Se trataría de la representación de una escena bíblica, concretamente de la escena que se narra en los versículos 13 a 22 del Libro de Job, que transcribimos a continuación.
Un día que los hijos e hijas de Job comían y bebían en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a casa de Job y le dijo:
Estaban los bueyes arando y las burras pastando a su lado cuando cayeron sobre ellos unos sabeos, apuñalaron a los mozos y se llevaron el ganado. Sólo yo pude escapar para contártelo.
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:
Ha caído un rayo del cielo que ha quemado y consumido tus ovejas y pastores. Sólo yo pude escapar para contártelo.
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:
Una banda de caldeos, dividiéndose en tres grupos, se echó sobre los camellos y se los llevó y apuñaló a los mozos. Sólo yo pude escapar para contártelo.
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:
Estaban tus hijos y tus hijas comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor, cuando un huracán cruzó el desierto y embistió por los cuatro costados la casa, que se derrumbó y los mató. Sólo yo pude escapar para contártelo.
Entonces Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó por tierra y dijo:
Desnudo salí del vientre de mi madre
y desnudo volveré a él.
El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó:
¡bendito sea el nombre del Señor!
A pesar de todo, Job no pecó ni acusó a Dios de desatino.
En este capitel se estaría narrando la recepción por Job de las tremendas noticias de las calamidades, de forma semejante a como lo vemos representado en algunos grabados: aquí, Job, sentado recibe junto con su mujer la noticia de dos mensajeros, que muestran un animal muerto como prueba de los desastres. La presencia de la mujer de Job en esta escena no es frecuente, pero sí obligada en la representación de la que se narra a continuación (Job, 2, 1-10): herido Job con llagas malignas, desde la planta del pie a la coronilla por Satán, que pretende así que el varón maldiga a Dios, su mujer le increpa:
¿Todavía persistes en tu honradez? Maldice a Dios y muérete.
A lo que Job responde:
Hablas como una necia. Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?
Refuerza esta interpretación la presencia aquí de otras figuras, muy especialmente la triple cabeza, que además nos parece que relaciona esta portada con el claustro gótico del cercano monasterio de Veruela en el cuyas esculturas también se alude al Libro de Job[1]. Como allí, los tres amigos de Job están representados por tres cabezas unidas y, como allí, Dios observa el relato que desarrolla el libro (aquí, desgraciadamente, su cabeza, en el friso sobre este capitel de la escena –figura 3- está destrozada). Incluso el capitel del lado izquierdo en el que se esculpieron flores y pájaros mantiene una evidente relación con uno de los capiteles del claustro de Veruela, en el que se tallaron cuatro parejas de pájaros entre hojas de hiedra[1].
Las relaciones señaladas más arriba permiten sugerir una relación más allá de lo formal entre el claustro gótico de Veruela y esta Puerta de la bendición: quienes concibieron ésta pudieron haberse inspirado en aquél, acabado de realizar unos cincuenta años antes, incorporando algunos de sus rasgos distintivos y, sobre todo, asumiendo una propuesta iconológica vinculada a las enseñanzas del Libro de Job.
Si la presencia de las dos figuras asomadas sobre el capitel de los pájaros es, como parece, una presencia humana que entraña peligro para las avecillas (como suele suceder, máxime si uno de ellos lleva en la mano una piedra), podemos deducir un mensaje moral, sobre los peligros que acechan al alma humana (representada muy comúnmente en figura de ave). Mensaje que se concretaría con más fuerza en relación con lo representado en el capital de la escena del libro de Job: así como Job afrontó la tentación de la desesperación ante las desgracias, así pueden y deben afrontarse otras tentaciones, especialmente las relacionadas con las tragedias de la vida.
Así pues, se nos está insistiendo en la misma idea, con diferentes recursos, desde ambos lados de esta puerta: acudiendo al repertorio bíblico y recurriendo a la observación de la naturaleza, como haría el mismo Jesucristo con sus alusiones al Antiguo Testamento y con sus parábolas, dirigiéndose a distintos receptores de su Palabra.
Liturgia, doctrina y memoria popular
La Puerta de la Bendición de la parroquia de San Miguel estuvo vinculada, desde sus orígenes, a actos litúrgicos relacionados con la muerte: los cortejos fúnebres de todos los vecinos de Tarazona, a su paso hacia el cementerio, se detenían en la calle de la Bendición, frente a esta Puerta, para que el sacerdote bendijera los restos mortales del difunto[1].
Este uso litúrgico evidencia la antigua conexión establecida entre el Libro de Job y los ritos funerarios en la Iglesia católica desde la más remota Edad Media hasta nuestros días: en el Oficio de Difuntos puede leerse una selección de textos del Libro de Job cuya meditación iría encaminada a promover y procurar la aceptación de las desgracias, en especial la muerte de los seres queridos, como aquel varón aceptó la muerte de todos sus hijos, la destrucción completa de sus bienes, la enfermedad lacerante de su cuerpo e incluso la sospecha (en sus amigos) sobre su propia integridad moral[1].
Relación entre la exégesis bíblica y la liturgia establecida muy pronto y sellada para siempre desde que el Papa San Gregorio Magno dedicara a la meditación sobre el Libro de Job la que sería su obra escrita más extensa (treinta y cinco libros) e importante, de decisiva influencia en el mundo cristiano medieval: las Moralia in Job, publicadas entre los años 579 y 585, difundidas inmediatamente, leídas (más que la propia Biblia), copiadas y citadas en todo el mundo cristiano, especialmente en los monasterios. La inmensa influencia de esta obra tendría en su época efectos comparables a los que tuvieron las obras de San Pablo en la configuración del primer cristianismo, constituyéndose en guía intelectual y moral de la cristiandad[1].
No sería Gregorio Magno, por otra parte, el primero ni el último comentarista del Libro de Job, pero sí quien marcó toda una línea de lectura y estableció las bases de una aproximación psicológica y moralista a la reflexión sobre los textos sagrados: Job, figura alegórica de Jesucristo y de su Iglesia, daría ocasión a Gregorio Magno para mostrar a su auditorio cómo la fe debe manifestarse en las obras.
Entre los muchos comentaristas del Libro de Job estuvo otro Papa, el aragonés Benedicto XIII, el Papa Luna (1394-1417), tan especialmente vinculado a nuestras tierras durante toda su vida y muy notablemente en todo lo relativo a la promoción del arte y enaltecimiento de los templos de Aragón[1]. Don Pedro Martínez de Luna escribiría, ya en medio de sus tribulaciones, sus Consolaciones de la vida humana, entroncado con la temática del libro de Job, que cita copiosamente. En otro se intentó hacer ver la vinculación de Benedicto XIII y de la familia de los Luna con el monasterio de Veruela[1].
Es interesante reparar en que la antigua canción Oración por las ánimas, recordada por Avelina Huerta, hoy casi centenaria rezadora del Barrio de San Miguel de Tarazona, contiene, en su cuarteta final, una mención del Papa Gregorio Magno:
Viva el Papa San Gregorio
Y la Virgen del Carmelo,
Que las lleve a descansar
(y) a la eternidad del cielo.
Esta mención, en una canción sobre los lamentos de las ánimas, podría estar dando cuenta de una tradicional vinculación –conocida antaño por la feligresía- entre la reflexión sobre la muerte y la figura de Job, establecida precisamente por medio del mayor comentarista cristiano del Libro de Job, San Gregorio Magno. La memoria popular nos estaría dando una pista atendible sobre los orígenes de una relación, hace tiempo olvidada, entre la liturgia de difuntos, el Libro de Job y las figuras esculpidas en los capiteles de la Puerta de la bendición de la iglesia de San Miguel [1].
Puerta de la Bendición: acaso nombre dado a esta puerta en alusión tanto a las bendiciones que exclamó el santo Job ante sus desgracias como a las bendiciones de los difuntos que tradicionalmente tenía lugar en esa puerta de la iglesia de San Miguel al paso de los cortejos fúnebres a su paso frente a ella por la calle llamada, por las mismas razones, calle de la bendición. La iconografía de la Puerta y el uso litúrgico del lugar tenían, así, una evidente relación conceptual y una misma identidad moral.
1] JALABERT, D.: La flore sculptée des monuments du Moyen Âge en France, Paris, 1965, pp.96-99.
[1] DELGADO, Javier: Job en Veruela (Esculturas del claustro gótico del monasterio de veruela), Zaragoza, 1996.
[1] DELGADO, Javier: Job..., pp. 75-76.
[1] HUERTA MENSAT, Avelina, comunicación oral en entrevista del 23 de agosto de 2002.
[1] HARPER, John: The forms and orders of Western Liturgy from the Tenth to the Eigteenth Century, Clarendon, 1995. Para nuestros días, puede consultarse el ritual propio de los oficios de difuntos.
[1] Una excelente edición de la obra de Gregorio Magno en la edición bilingüe
GRÉGOIRE LE GRAND: Morales sur Job, introduction et notes de Robert GILLET, traduction de André GAUDEMARIS, Paris, Les Éditions du Cerf, 1975-1989.
[1]LACARRA DUCAY, María Carmen: “Benedicto XIII y el arte”, en BENEDICTO XIII, el papa Luna: Muestra de documentación histórica aragonesa en conmemoración del Sexto Centenario de la elección papal de Don Pedro Martínez de Luna (Aviñón, 28 septiembre 1394), Zaragoza, 1994, pp. 101-124.
[1] DELGADO, Javier: Job ..., pp. 61-64.
[1] BAJÉN, Luis Miguel y GROS, Mario: La tradición oral del Moncayo, Zaragoza, Prames, 1999, p. 87.
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teofilo medrano -