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javierdelgado

CONFESIONES DE UN ESCRITOR EN CRISIS.

CONFESIONES DE UN ESCRITOR EN CRISIS.

 Escribir, escribo con la mano derecha. Pero aprendí que para publicar hay que tener mucha mano izquierda. Como pueden ver, no tengo mucha. 

Leo intentando descubrir cómo quiero escribir en adelante mi literatura. Leo textos literarios, ensayos sobre literatura, pero también sobre música y sobre pintura… 

Yo tenía un plan de escritura que abarcaba más o menos doce años de mi vida, con un planteamiento global en el que tenían sentido cada una de las obras que iría escribiendo. Era un plan que nació con la tetralogía “Regalo a mis amigos” y que fue creciendo poco a poco durante algunos años: poesía, novela y cuentos cortos constituían una unidad en la diversidad, a la que se añadía la esfera propia de los artículos de prensa, esas intervenciones fijadas a un momento y a un asunto concreto. 

 Pero todo ese plan se trastocó y quedó en suspenso hace más o menos tres años o cuatro. ¿Fue la depresión la que frenó en seco mis planes, o fue algo interno correspondiente a esos planes una de las causas de mi depresión? Tiendo a pensar que ocurrió lo segundo: los textos debidos a  mi plan literario estaba demostrando que había poca gente interesada en ellos y acaso también que las bases de su planteamiento me alejaban más y más de un público lector al que deseaba dirigirme. 

 Me siento unido íntimamente por una fibra vibrante a escritores como Rabelais, Quevedo, Gracián, Sade, Joyce, Céline, Juan Goytisolo… Conceptismo, cultismo, experimentación, subjetivismo… ¡qué sé yo las etiquetas al uso y al abuso que puedan llevar esos textos o mis textos, con los que intento dialogar desde mi estatura con esa tradición literaria en la que creo advertir los rasgos de una contemporaneidad que busco en la escritura. ¡Me gusta releer y reescuchar a los “clásicos”, claro! Pero entiendo que la literatura de hoy tiene otros retos que asumir y otros instrumentos a su alcance.  Así que yo tenía mi plan de escritura (como aquella que tenía una granja en África…) y lo he perdido. También mis graneros han sido consumidos por las llamas y mis tierras no ofrecen sino ceniza.  

El único huerto que ha quedado productivo ha sido el de los estudios de arte: esos textos sobre la iconografía vegetal en el arte (gótico, modernista) y en algunos escritores… Se trata de otro “tronco” que surgió directamente de las raíces de mi intimidad. Del mismo centro vital del que años atrás habían surgido el tronco de la literatura y el tronco de la reflexión política (que tuvo una rama de activismo hipertrofiada durante algún tiempo).

 Hace algunos años, unos seis para ser un poco exacto, también me planteé mi derecho al silencio. Al silencio literario y acaso a todo el silencio. Aquél era un asunto de vida o muerte: vital, artístico, político, intelectual. Procuré no perecer en él, manteniéndome notablemente más callado pero sin dejar de expresarme. 

Un día José-Carlos Mainer, al comentarle mi tope de mil lectores me contestó:  

-¡Yo creía que había más amigos para tus regalos! El caso es que apenas he rozado nunca ese tope de mil lectores y eso me comenzó a dar que pensar cuando ya había publicado más de media docena de novelas.

El agudo crítico Juan María Marín me había dicho cuando publiqué la primera novela de la tetralogía, “Cada vez infancia”:

 - Con este cambio radical perderás a tus lectores y no ganarás otros nuevos. 

 Debo aclarar que mi deseo no es conseguir much@s lector@s de obras que a mí no me interese escribir, sino conseguir que lo que a mí me interesa escribir interese a much@s lector@s: ése y no otro es el reto y el deber de un artista. Se trata de aportar algo desde la subjetividad personal, capaz de encontrar resonancia en la intimidad de un buen número de lector@s.  

Al poco de aquella conversación con Mainer hice un resumen de las características de mi literatura, o más bien de las características que debían tener mis lector@s para leerme con gusto. Lo que salió era una lista de capacidades y deseos más o menos como la siguiente:

 -          Conocer las lenguas clásicas occidentales y tener alguna noción sobre las lenguas clásicas orientales-          Conocer las obras clásicas, etc.

-          Gustar de reírse de los juegos con las obras clásicas y con el sentido de las palabras y frases de las lenguas clásicas

-          Reconocer en un texto actual rastros de las obras literarias cultas y populares de nuestra tradición cultural, especialmente de las lenguas románicas

-          Disfrutar de lo poético en el sentido que suele darse al término: reconocerlo en el texto narrativo-          Reconocer motivos y recursos musicales en el texto narrativo.

-          Conocer las obras de Marx, Freud, Lenin… y asomarse al mundo artístico en general y literario en particular desde la base personal de la acción concreta a favor de las transformaciones sociales positivas.

-          Aceptar la desolación de la derrota como territorio desde el que se intentan aportar sugerencias más que “soluciones”

-          Haber interiorizado aquello del “pesimismo de la inteligencia y optimismo de la voluntad”. 

 Y algunas cosas más… 

Entonces me asusté. ¡Ya sabía por qué tenía tan poc@s lector@s para mis novelas!  

Y entonces vino el ¿Qué hacer? Se me fundieron los plomos. Cundió en mi interior el pánico.  ¿Podía seguir exigiendo esos “requisitos” en mis lector@s?

  Y entonces desapareció la editorial Lumen, mi editorial. Primero la compraron, después echaron a Esther Tusquets, luego a su hija. Finalmente, quienes hacían de Lumen una editorial “de apoyo” a mi propuesta literaria desaparecieron prácticamente del mapa.  Eso en un momento en el que afloraba con gran ímpetu la moda de la novela de fantasía y de la novela histórica.  Y cuando ni era un autor joven y novel a jalear  ni era un autor maduro ya reconocido al que exprimir.  Me había quedado sin agua en el río.  

Así lo más fácil es que un pez, más pronto que tarde, muera.  De modo que (ya inmerso en mi depresión) seguí pensando sobre la forma de escribir que me correspondía: la que deseaba aportar; y sobre las vías concretas de hacerla llegar al público.  

También volví sobre mis pasos: aquella cuestión del derecho al silencio. ¿De la necesidad de silencio? ¿De la reducción (no deseada) al silencio? 

Sigo leyendo y escuchando música y viendo artes plásticas y etc., mientras busco (a veces angustiosa, desesperadamente),  una respuesta personal a la pregunta sobre mi forma de escribir y mi forma de difundir lo que escribiera. De paso voy escribiendo alguna cosa: relatos breves (que voy publicando en revistas, en este blog…); relatos no tan breves (que entrego a editores que acaso los vean incluibles en sus planes editoriales…).  

Pero la novela que deseo escribir, la que tenía que haber publicado ya según mis planes, no la he escrito. En su lugar he escrito otra novela: sobre lo mismo, pero otra novela. Una novela, por así decirlo, “de mínimos”: sin especiales pretensiones literarias, más “fácil” de leer.  Esa novela está guardada. Sólo la he dejado leer a tres personas. Coinciden en desear que escriba otra novela sobre el mismo asunto y guarde ésa. Me quieren y no me engañan.  Esa novela representa mi crisis literaria y, en general, de expresión.  

Pero eso le importa un pito al público. Y así debe ser. 

 Además, nada me obliga a publicar cada cierto tiempo. No me gano la vida con mi escritura: ésa fue una decisión (no intentarlo) que tomé hace muchos  años. ¿Acerté? Creo que sí: Me gusta vivir muchas otras vidas aparte de la vida de escritor. Creo que enloquecería totalmente si me obligara o me obligaran a vivir pendiente de mi escritura en el sentido que eso tiene en la vida del escritor que vive de lo que escribe. 

 Así que sigo leyendo, escuchando, mirando… a ver si encuentro mi forma de escribir. Ahora todo se ha complicado mucho más (no sólo por la depresión). 

 Espero – pero nada, ninguna señal me indica que tengo alguna razón para esperarlo – encontrar algún día lo que ando buscando. Poder morir convencido de que lo encontré.  

Es posible que las prisas por morir, el deseo de morir (de descansar: también de ésta búsqueda) me impidan esa muerte “cumplida” que deseo fervientemente. Porque todo se ha hecho mucho más difícil para mí. (Y además están las pastillas).  Hay tardes enteras que dedico a jugar al Ajedrez: para mantener la cabeza “en forma” sin tener que enfrentarme a esta crisis total para la que necesito más fuerzas, más sabiduría, más convencimiento…

 Esta tarde me he puesto a contarles estas cosas porque necesitaba hacerlo. No puedo darles otra excusa o razón. Ustedes perdonen si les he molestado con mis cosas personales, pero creo que me metí en esto del blog para poder contar, también, todo tipo de cosas personales. No sólo. Pero también.  

Mañana creo que les pondré otro cuento en el blog. A mi hija Celia (lo han podido leer en un comentario suyo al último cuento que puse aquí) le gustaría leer en  mis cuentos algún final feliz…

 Buenas noches.  

 

2 comentarios

javier delgado echeverria -

Estimada comentarista Raquela: Lamento no compartir tu forma de ver la tarea de un escritor. La mía ya la has podido ver en la "desnudez" de mi blog. Gracias, en cualquier caso, por tus palabras

Raquela -

Tu desnudez me impresiona. Yo no se mucho de casi nada, pero intuyo que "no se encuentra", "ni se llega a ninguna meta", que lo que nos da vida o por lo menos nos mantiene entretenidos, es la búsqueda, y hay que tratar de disfrutarla.