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javierdelgado

"¿PARA QUÉ QUIERO SER PAPA -SE PREGUNTABA- SI NO PUEDO DECIR LO QUE ME DÉ LA GANA?"

"¿PARA QUÉ QUIERO SER PAPA -SE PREGUNTABA- SI NO PUEDO DECIR LO QUE ME DÉ LA GANA?"

 Benedicto Malcontato hacía equilibrios en la cuerda tensa de su Salón "under Kojonen". Sólo esos raticos le hacían sentirse contento y ufano bajo el disfraz pesadísimo de Papa. ¿Y quién se lo podría reprochar al hombre?

Aún está sorprendido de lo que ve y escucha. No sale de su asombro. Su asombro es tan grande que caben en él su Vaticano y varias villas italianas más, aparte de muchísimos lugares, todos ellos santísimos, en los que vivir opulenta, lenta y apusenta mente. Así que, en resalidad, ¿para qué salir de su asombreo? Y no salía. Para sus mientes, el Papa Benedicto más rápidamente maledicto de la historia de los papas maledictos, contaba penosamente hasta XVI (saltándose siempre el XIII, arraigada costumbre  vaticana) y volvía a hacerse la misma pregunta: ¿Para qué XXXX quiero ser Papa si no puedo decir todo lo que me pase por los XXXXXXX? (el Papa lo decía en su alemán vernáculo: "under den kojonen", porque aunque pensaba en catalán cuando los del Opus se lo exigían, generalmente lo hacía en alemán).

Y así tuvo la Idea. Así como el bonachón de Juan XXIII tuvo la idea de un Concilio mientras se afeitaba, este Benedicto tuvo su Idea mientras hacía pis: Dedicaría un salón del Vaticano a sus charlas más íntimas y personales, que daría sin público y sin micros, sin macrosallera ni power point. Y lo llamaría "El salón under meinen kojonen". Un día de esos lo inauguraría con una ceremonia de bendición papal más grande que la hostia y rociaría todos aquellos libros refulgentes con no menos refulgente agua bendita y lo ahumaría todo con los humos y vapores de  incensarios más grandes que aquellos famoso de Santiago de la España sarracena, belicosa, soleada e imprevisible.

Cuando tuvo la idea la visualizó: en eso no era distinto ni superior al resto de los humanos. (En lo de hacer pis, sí; pero no será aquí ni ahora cuando revelemos el secreto mejor guardado del papa bededicto malcontado. Visualizó el sa´lón y no pudo por menos que visualizar Kojonen, bien grande, como una nueva enseña en la bandera vaticana y en general en la inmensa bandera de la cristiandad vaticanista. Y entonces derrapó.

Las curvas del Vaticano son insondables y algunas inevitablemente derrapadoras. ¡Había dicho cosas muy suyas fuera de los límites del salón de sus confesiones y de sus peroraciones y de sus elevaciones y de sus iluminaciones y de sus vacaciones! ¡Había hablado en público esta vez! ¡Y además en tedesco mismísimo, su lengua más lenguaraz, su espíritu nacionalsocialista juvenil hecho lengua en letras góticas de nuevo! ¡Y estalló la tragedia! ¡Y las protestas! ¡Y las bombas y los fuegos y los tiros y los troyanos!

El papa, ya lo dijimos, no salía de su asombro. Le llamaban cada mañana sus criados y oía sus ruegos:¡Por favor, santidad, dé la cara de una vez! A lo que no se permitía responder por aquello del pundonor. ¡Un XVI no da ni la cara ni el canto de un duro! ¡Un XVI no contesta las palabras osadas de cien mil hijos de san Luis ni de sus malditas madres!

Y en su soledad seguía el benedicto, mientras allí fuera, en ese mundo redondo de los privados de fe, los gritos, los tiros, las bombas, etc., de multitudes enfebrecidas de odio al Papa de Roma, lo arrasaban todo al grito de :¡Para que te acuerdes, toma, de parte de Mahoma!

Poco a poco se cernían las oscuridades nocturnas sobre los salones del Vaticano. En el salón  "Under den Kojonen" las siluetas se hacían fantasmales. Benedicto soñaba con sus sueños de toda la vida.

(Continuará...)

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